El presidente de los Estados Unidos James K. Polk (1845-1849) declaró, poco antes de emprender la guerra contra México (1846-1848), que la provincia de Texas había pertenecido a su país. El argumento no tenía sustento legal ni histórico. En realidad, el conflicto era una cuestión doméstica donde el presidente Antonio López de Santa Anna y Valentín Gómez Farías no habían logrado resolver las diferencias con los colonos que, por otra parte, violaron todas las disposiciones y leyes mexicanas, como la no introducción de esclavos. Conforme las tensiones escalaban, Gran Bretaña ofreció fungir como mediador en la cuestión texana: la finalidad, establecer un “estado tapón” que frenara el expansionismo estadunidense. La propuesta fue rechazada por México y por Texas. Estados Unidos aprovechó las circunstancias como pretexto para iniciar una guerra con su vecino del sur. La tradición mexicana de sustentar sus argumentos con el derecho hizo posible que la cuestión texana fuera estudiada mediante cartas geográficas, planos, documentos, acuerdos internacionales como el Tratado Adams-Onís, para reafirmar la posesión de Texas como una provincia del territorio mexicano. Esos recursos se encontraban en el acervo del Archivo General de la Nación (agn) en su sede del Palacio Nacional. En la actualidad, estos documentos están en las modernas instalaciones del agn, y pertenecen al Fondo de Mapas, Planos e Ilustraciones (mapilu). En memórica.gob.mx pueden consultarse las digitalizaciones de varios de ellos.