Leonora Carrington y sus personajes fantásticos
Leonora Carrington y sus personajes fantásticos
Hablar de la obra de Leonora Carrington es hablar de magia pura. De esa que se cocina despacio, con ingredientes míticos, ancestrales, con espléndidos trozos de recuerdos y condimentada con la sensibilidad de una artista fuera de lo común. Si a esta extraordinaria combinación le agregamos el brillo y el carácter de metales como la plata y el bronce, tenemos como resultado las magníficas esculturas que forman parte de la exposición que en el año 2013 se presentó en el Centro Nacional de las Artes y de la que da cuenta este pequeño pero significativo libro.
Y es significativo porque estas esculturas fueron realizadas por la artista entre los años 2010 y 2011, muy poco antes de su fallecimiento el 25 de mayo de ese último año. En esos momentos, Carrington era una mujer de más de 90 años, con algunas inseguridades provocadas por el paso del tiempo, pero con la misma imaginación y ganas de crear que mostró durante toda su vida.
De esta manera, hizo mancuerna con el fundidor Alejandro Velasco, quien la asesoró en la parte técnica, para así conseguir las piezas que vemos en esta muestra.
Y una vez más aparecen la magia y la alquimia, el arte de manejar los metales y transformarlos, pues los distintos tonos de estas esculturas son logrados a través de la oxidación prematura que se da al bronce gracias a los nitratos: el de cobre para el verde, de fierro para el tono café y de plata para el gris. No se manejan muchos colores, pero sí un abanico de tonalidades que son suficientes para adentrarnos al mundo de la artista, a esa especie de bestiario medieval que sirvió de colofón a una extraordinaria vida.
En las figuras que vemos en este catálogo, la magia celta y la mexicana, unidas en la memoria de la artista, hacen de las suyas a través de su creatividad, pero de entre todas una llama particularmente la atención: la que lleva como título La inventora del atole, que sirve además de portada para esta publicación. Hay quien considera que esa figura es Leonora misma, con su postura, sus extraños dedos largos, su tranquilidad y su claridad, lograda por el fulgor que desprende el metal al contacto con la luz; pero de igual modo es una figura humilde, un tanto pasiva, que espera con paciencia, con la nobleza y el conocimiento de quien llevó una vida plena y satisfactoria.
Material de apoyo:
Caballero Guiral, Juncal, “Leonora Carrington. Una mirada hecha de alma”, en Studia Hermetica Journal, vol. 1, núm. 1 (2017), pp. 30-55.
Leonora Carrington y sus personajes fantásticos, Conaculta-Centro Nacional de las Artes, México, 2013, 48 pp.