Cuando no se logra reconocer una forma concreta en una pieza artística se le adjudica el adjetivo de “abstracta”, y a menudo el elemento que puede darnos una pista para interpretarla es el título de la misma. En este caso, Introspección significa “mirar al interior”; es una manera de reconocerse uno mismo en sus pensamientos y en sus acciones. Esta pintura logra sintetizar el universo creativo de Lilia Carrillo (1930-1974), quien representa una mirada femenina del grupo conocido como La Ruptura, que produjo obra a partir de la segunda mitad del siglo xx y que se distanció de la tradición de la Escuela Mexicana de Pintura que tenía como ejes temáticos el nacionalismo y el muralismo como su máxima expresión.
El estilo que identifica a esta enigmática pieza es el denominado informalismo abstracto, concepto que surge en Europa y que agrupa varios lenguajes no figurativos. Lilia Carrillo ha sido considerada la iniciadora de esta tendencia en México; su abstracción es lírica porque se aleja del aspecto geométrico y en su lugar nacen trazos de manera espontánea, casi accidental, que surgen orgánicamente de la mano de la artista. Sabemos de su proceso creativo construido por etapas: primero dibujaba tímidamente manchando la tela con una capa sobre otra, después llegaba el color que distribuía con un dedo y a continuación desvanecía con un trapo otorgando a la blanca superficie efectos circulares que simulan movimiento. Muy pocas veces expresaba dicho proceso en palabras: “Me cuesta pintar, y me cuesta trabajo en el sentido de que estoy ante el lienzo blanco y no sé qué hacer con él”. No obstante, después de iniciar ya nada la podía detener y llenaba ese espacio que al principio la intimidaba.
Una clave para comprender Introspección es que de pequeña Carrillo deseaba ser astrónoma, y por ello sus piezas recuerdan atmósferas plenas de luz que evocan el espacio y a la vez su propio universo interno. Los colores aparecen disueltos de manera casi imperceptible, sugerida. Sus dibujos penden del aire creando un estilo que da cuenta de una forma única de ver el mundo.
Socorro García, la madre de Lilia Carrillo, era amiga cercana de María Asúnsolo, promotora de arte y galerista, quien solía invitar a sus reuniones a personalidades como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Carlos Pellicer, Carlos Fuentes, Manuel Rodríguez Lozano y Juan Soriano (de los dos últimos sería alumna), entre otros. Por ello, Lilia creció rodeada de personajes que influyeron en su decisión de estudiar artes plásticas en la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda a la temprana edad de 17 años, de 1947 a 1951.
Fue Soriano quien la incentivó a ir a París a continuar con su formación en la Académie de la Grande Chaumière a fin de profundizar en el conocimiento de las vanguardias europeas, como el cubismo, el surrealismo, el abstraccionismo y el informalismo (expresionismo abstracto), todos estilos libres de la imposición de temas o narrativas. Durante su estancia en Francia fue residente de la Casa de México (Maison du Mexique), lugar en el que tuvo la posibilidad de exponer sus avances; para 1953 formó parte de una muestra colectiva, en el Petit Palais, y participó en la Exposición de Artistas Extranjeros residentes en aquel país.
En 1956, Lilia volvió a México y, a pesar de estar embarazada, se separó de su primer marido y padre de sus dos hijas, el filósofo Ricardo Guerra. En París había coincidido con Manuel Felguérez, con quien se casaría en segundas nupcias años más tarde, en 1960, en Washington.
Su destacada participación en el grupo de La Ruptura se dio a través de importantes exposiciones, como la que inauguró el Museo de Arte Moderno, o en Confrontación 66 en el Palacio de Bellas Artes, y en la singular colectiva 67 Osaka convocada por Fernando Gamboa, sin olvidar su aporte al mural efímero en apoyo al movimiento estudiantil de 1968, además de numerosas exposiciones en galerías independientes como la de Antonio Souza, la Pecanins o la Juan Martín de la Zona Rosa. Igualmente, destacó como escenógrafa y vestuarista para el teatro pánico de Alejandro Jodorowsky. Tras las secuelas de la caída de un andamio en 1951, sufrió un aneurisma en la médula espinal que, décadas más tarde, le provocó la muerte en 1974, a los 43 años de edad.
Material de apoyo:
Moreno Villarreal, Jaime, Lilia Carrillo, la constelación secreta, Conaculta, México, 1993, 141 pp.