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Francisco Villa a caballo

Francisco Villa a caballo

 
 

Institución: Museo Nacional de la Estampa

En gran parte de las imágenes en las que se representa al general revolucionario Francisco Villa (nacido José Doroteo Arango Arámbula, 1878-1923) y que prevalecen en el imaginario colectivo, lo observamos montado en su caballo. El artista gráfico Leopoldo Méndez retoma dicha característica a fin de inmortalizar al caudillo en una de sus poses más habituales, que ya había sido plasmada en toda suerte de expresiones, como el cine, la fotografía, el diseño del icono de la estación del Metro División del norte en la Ciudad del México, e incluso en el famoso corrido musical Siete Leguas, de la compositora y soldadera conocida como Graciela Olmos, que a la letra dice “Siete leguas el caballo que Villa más estimaba, cuando oía silbar los trenes se paraba y relinchaba…”

 

El dibujo de la figura del Centauro del Norte plasmada en el grabado está inspirada en fotografías anónimas de la época de la Revolución en las que posaba orgulloso montado en su fiel compañero, que pasó por derecho propio como un icono popular por su sabida valentía. Tanto el humano como el caballo son los dos absolutos protagonistas de la pieza gráfica, pero Méndez ha enriquecido la imagen con un fondo recargado en el que se reconoce la tropa que sigue a su líder, cada individuo e incluso sus caballos, y aunque no tienen una fina definición son perfectamente reconocibles gracias a los trazos negros de esta pieza ausente de color. En la parte inferior del animal observamos dos curiosos personajes que parecen clamar misericordia: un religioso en sotana y un “catrín”, que fácilmente podemos inferir representan a las clases oligárquicas del decadente Porfiriato.

 

Sabido era el amor que Villa sentía por su hermoso equino de raza criolla mexicana, del que se afirmaba que en realidad se trataba de una yegua también conocida como La Muñeca. El nuevo apelativo respondió, según cuenta la leyenda, en que debía recorrer largas distancias con su jinete para lograr cruzar los desiertos del norte y así evitar acampar a la intemperie. El caballo era fuerte y resistente y lograba recorrer 30 kilómetros diarios en las épocas de mayor desplazamiento. En esta pieza realizada alrededor de 1944, cuando ya habían pasado más de dos décadas del asesinato del caudillo, se le evoca rescatando ambas figuras (humana y animal) de una imagen fotográfica anónima muy parecida al grabado en la que se transmite la fuerza y el orgullo que le brinda estar acompañado de su fiel corsel.

 

Material de apoyo:

Berumen, Miguel Ángel, Pancho Villa, la construcción de un mito, México, Berumen y Muñoz editores, 2005.

Katz, Friedrich, Imágenes de Pancho Villa, México, Ediciones Era / Conaculta-inah, (tercera reimpresión), 2008.

 

Institución: Museo Nacional de la Estampa

En gran parte de las imágenes en las que se representa al general revolucionario Francisco Villa (nacido José Doroteo Arango Arámbula, 1878-1923) y que prevalecen en el imaginario colectivo, lo observamos montado en su caballo. El artista gráfico Leopoldo Méndez retoma dicha característica a fin de inmortalizar al caudillo en una de sus poses más habituales, que ya había sido plasmada en toda suerte de expresiones, como el cine, la fotografía, el diseño del icono de la estación del Metro División del norte en la Ciudad del México, e incluso en el famoso corrido musical Siete Leguas, de la compositora y soldadera conocida como Graciela Olmos, que a la letra dice “Siete leguas el caballo que Villa más estimaba, cuando oía silbar los trenes se paraba y relinchaba…”

El dibujo de la figura del Centauro del Norte plasmada en el grabado está inspirada en fotografías anónimas de la época de la Revolución en las que posaba orgulloso montado en su fiel compañero, que pasó por derecho propio como un icono popular por su sabida valentía. Tanto el humano como el caballo son los dos absolutos protagonistas de la pieza gráfica, pero Méndez ha enriquecido la imagen con un fondo recargado en el que se reconoce la tropa que sigue a su líder, cada individuo e incluso sus caballos, y aunque no tienen una fina definición son perfectamente reconocibles gracias a los trazos negros de esta pieza ausente de color. En la parte inferior del animal observamos dos curiosos personajes que parecen clamar misericordia: un religioso en sotana y un “catrín”, que fácilmente podemos inferir representan a las clases oligárquicas del decadente Porfiriato.

 

Sabido era el amor que Villa sentía por su hermoso equino de raza criolla mexicana, del que se afirmaba que en realidad se trataba de una yegua también conocida como La Muñeca. El nuevo apelativo respondió, según cuenta la leyenda, en que debía recorrer largas distancias con su jinete para lograr cruzar los desiertos del norte y así evitar acampar a la intemperie. El caballo era fuerte y resistente y lograba recorrer 30 kilómetros diarios en las épocas de mayor desplazamiento. En esta pieza realizada alrededor de 1944, cuando ya habían pasado más de dos décadas del asesinato del caudillo, se le evoca rescatando ambas figuras (humana y animal) de una imagen fotográfica anónima muy parecida al grabado en la que se transmite la fuerza y el orgullo que le brinda estar acompañado de su fiel corsel.

Material de apoyo:

Berumen, Miguel Ángel, Pancho Villa, la construcción de un mito, México, Berumen y Muñoz editores, 2005.

Katz, Friedrich, Imágenes de Pancho Villa, México, Ediciones Era / Conaculta-inah, (tercera reimpresión), 2008.

 

 

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