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Expediente 23 [sobre Juana Palotes]

Expediente 23 [sobre Juana Palotes]

 
 

Cuando escuchamos la palabra “brujas” inevitablemente vienen a nuestra mente un sinfín de imágenes. Muchos las asociamos con bolas de fuego que por las noches surcan el cielo, otros piensan que son mujeres que sustituyen sus extremidades por alas de guajolote. En algunos casos se cree que las brujas son ancianas vestidas de negro con la cabeza cubierta por un rebozo, muy diligentes en su caldero, acompañadas siempre de un gato negro. Otros las piensan de una forma caricaturesca: piel verde, nariz larga y verrugosa, de sombreros puntiagudos y negros, volando sobre una escoba. Pero, ¿cómo son las brujas? Las ideas que hoy tenemos acerca de ellas son diferentes a las que predominaban hace unos siglos. En la colonia novohispana a muchas mujeres españolas, indias, mestizas, negras y mulatas se les acusó de hechicería o brujería, se les persiguió, algunas fueron enjuiciadas y finalmente condenadas. Las instituciones jurídicas, eclesiásticas y civiles de esa época consideraban a las mujeres débiles física, mental y moralmente.

 

Tradiciones medievales se mezclaron con otras creencias prehispánicas en la colonia española y dieron lugar a nuevas ideas sobre las brujas, pero muchas otras permanecieron con el tiempo; se creía que estos personajes femeninos habían pactado con el Diablo y alguna marca corporal delataba la alianza; también se les asociaba con el placer sexual, y en constantes denuncias inquisitoriales se aludía a su naturaleza cambiante con la que las culpables se transformaban en múltiples objetos o animales y su nueva condición les permitía desplazarse a otros lugares o sacar ventaja.

Las mujeres que figuran en los registros de la Inquisición nos indican otros tipos de vida muy diferentes a los virtuosos que la Iglesia recomendaba; no todas conseguían esposo o podían recluirse en la vida conventual, por lo que muchas eran cocineras, perfumistas, curanderas, consejeras, campesinas, parteras, nanas o madres solteras, y buena parte de ellas desempeñaban actividades económicas.

 

El objeto que destacamos es el testimonio de una mujer acusada de brujería. El expediente 23, conocido como el caso de la viuda de Juan Ruiz de Labrador, Juana de Valenzuela o Juana Palotes, está compuesto por la portada de dicho documento, en el que se muestra cómo fue el proceso judicial, así como una serie de cuatro cartas.

En la primera carta puede verse la etapa de acusación a Juana de Valenzuela y los cargos por los que se le condenaba: supersticiones, hechicería, sortilegios e invocaciones al demonio. En la segunda carta, firmada por los doctores de la Inquisición, puede apreciarse el procedimiento de notificación del traslado de Juana a la cárcel. A la rea se le pide cama, ropa blanca y dinero para la comida y el flete para trasladar sus pertenencias.

En las dos últimas cartas se menciona cómo Juan López de Nova pide dinero prestado para pagar la fianza de Juana, la cual se encuentra en un estado de salud grave.

 

Lamentablemente la fianza nunca se paga y ella muere el 13 de marzo de 1624. Este objeto destacado invita a reflexionar sobre lo que las mujeres han hecho para conseguir igualdad, no sólo en el aspecto económico, sino también en el social y el cultural.

Material de apoyo:

Blázquez, Norma, “Los conocimientos de las brujas: causa de su persecución”, Mujeres en la hoguera, presentaciones culturales y literarias de la figura de la bruja, en 2a. ed., UNAM-PUEG, México, 2014, pp. 31-39.

Collantes de Terán de la Hera, María José et al., “La mujer en el proceso inquisitorial: hechicería, bigamia y solicitación”, Anuario de Historia del Derecho Español, 2017, núm. 87 (2017), pp. 55-87. Descargable aquí (1.6 MB).

Cortés, Ana María, “Cómo capturar y eliminar a las brujas según el Malleus maleficarum o Martillo para las brujas (1487)”, en Mujeres en la hoguera, presentaciones culturales y literarias de la figura de la bruja, 2a. ed., UNAM-PUEG, México, 2014, pp. 19-29.

 

Cuando escuchamos la palabra “brujas” inevitablemente vienen a nuestra mente un sinfín de imágenes. Muchos las asociamos con bolas de fuego que por las noches surcan el cielo, otros piensan que son mujeres que sustituyen sus extremidades por alas de guajolote. En algunos casos se cree que las brujas son ancianas vestidas de negro con la cabeza cubierta por un rebozo, muy diligentes en su caldero, acompañadas siempre de un gato negro. Otros las piensan de una forma caricaturesca: piel verde, nariz larga y verrugosa, de sombreros puntiagudos y negros, volando sobre una escoba. Pero, ¿cómo son las brujas? Las ideas que hoy tenemos acerca de ellas son diferentes a las que predominaban hace unos siglos. En la colonia novohispana a muchas mujeres españolas, indias, mestizas, negras y mulatas se les acusó de hechicería o brujería, se les persiguió, algunas fueron enjuiciadas y finalmente condenadas. Las instituciones jurídicas, eclesiásticas y civiles de esa época consideraban a las mujeres débiles física, mental y moralmente.

Tradiciones medievales se mezclaron con otras creencias prehispánicas en la colonia española y dieron lugar a nuevas ideas sobre las brujas, pero muchas otras permanecieron con el tiempo; se creía que estos personajes femeninos habían pactado con el Diablo y alguna marca corporal delataba la alianza; también se les asociaba con el placer sexual, y en constantes denuncias inquisitoriales se aludía a su naturaleza cambiante con la que las culpables se transformaban en múltiples objetos o animales y su nueva condición les permitía desplazarse a otros lugares o sacar ventaja.

Las mujeres que figuran en los registros de la Inquisición nos indican otros tipos de vida muy diferentes a los virtuosos que la Iglesia recomendaba; no todas conseguían esposo o podían recluirse en la vida conventual, por lo que muchas eran cocineras, perfumistas, curanderas, consejeras, campesinas, parteras, nanas o madres solteras, y buena parte de ellas desempeñaban actividades económicas.

El objeto que destacamos es el testimonio de una mujer acusada de brujería. El expediente 23, conocido como el caso de la viuda de Juan Ruiz de Labrador, Juana de Valenzuela o Juana Palotes, está compuesto por la portada de dicho documento, en el que se muestra cómo fue el proceso judicial, así como una serie de cuatro cartas.

En la primera carta puede verse la etapa de acusación a Juana de Valenzuela y los cargos por los que se le condenaba: supersticiones, hechicería, sortilegios e invocaciones al demonio. En la segunda carta, firmada por los doctores de la Inquisición, puede apreciarse el procedimiento de notificación del traslado de Juana a la cárcel. A la rea se le pide cama, ropa blanca y dinero para la comida y el flete para trasladar sus pertenencias.

En las dos últimas cartas se menciona cómo Juan López de Nova pide dinero prestado para pagar la fianza de Juana, la cual se encuentra en un estado de salud grave.

Lamentablemente la fianza nunca se paga y ella muere el 13 de marzo de 1624. Este objeto destacado invita a reflexionar sobre lo que las mujeres han hecho para conseguir igualdad, no sólo en el aspecto económico, sino también en el social y el cultural.

Material de apoyo:

Blázquez, Norma, “Los conocimientos de las brujas: causa de su persecución”, Mujeres en la hoguera, presentaciones culturales y literarias de la figura de la bruja, en 2a. ed., UNAM-PUEG, México, 2014, pp. 31-39.

Collantes de Terán de la Hera, María José et al., “La mujer en el proceso inquisitorial: hechicería, bigamia y solicitación”, Anuario de Historia del Derecho Español, 2017, núm. 87 (2017), pp. 55-87. Descargable aquí (1.6 MB).

Cortés, Ana María, “Cómo capturar y eliminar a las brujas según el Malleus maleficarum o Martillo para las brujas (1487)”, en Mujeres en la hoguera, presentaciones culturales y literarias de la figura de la bruja, 2a. ed., UNAM-PUEG, México, 2014, pp. 19-29.

 
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