Durante los más de 60 días que duró el sitio, el Cuerpo de Sanidad Militar tuvo una intensa actividad al interior de la ciudad de Puebla. Los nutridos combates que tuvieron lugar afectaron tanto al ejército mexicano como a los civiles. El Cuerpo atendió sin distinción a estos dos grupos. Aunque las cifras pueden variar, una de las fuentes más confiables, el estudio de Chávez y Orozco, indica que el servicio sanitario estaba formado por 172 individuos y contaba con 2,140 camas, distribuidas en seis hospitales.

“Se ha remitido por conducto de la inspección general del cuerpo médico al Sr. Comonfort la ropa necesaria para 150 camas, dos carros de ambulancia con su dotación competente, botiquines, camillas y todo lo necesario para el servicio de su sección sanitaria…”
El Monitor Republicano, 15 de marzo de 1863, p. 3.

“Entre cada dos camas hay una mesa con platos, tazas, vasos, etc. Un salón más pequeño está destinado a oficiales, y contiene camas con ropa más fina y trastos de cristal y porcelana. El botiquín está completamente surtido; hay gran número de aparatos para los heridos de las piernas y todo lo indispensable para curar a los heridos de los brazos o de las manos.”


El Monitor Republicano, 28 de marzo de 1863, p. 4.

El encargado del Cuerpo en la ciudad de Puebla era Juan N. Navarro, quien fue el “jefe de la sección sanitaria del Ejército de Oriente” y había sido nombrado por el mismo presidente Juárez el 10 de marzo de ese año. Antes de que el ejército francés estableciera el sitio, el plan inicial del Cuerpo de Sanidad Militar era establecer una línea de ómnibus y carros de ambulancia que conectaría la Ciudad de México con Puebla. La línea recorrería los siguientes asentamientos: el primero, de México a la hacienda de Buenavista, en donde había una enfermería provisional. La segunda parada sería en Tlaguapa, donde se estableció un hospital temporal; la tercera era San Martín, donde estaba la última estación de enfermería, y el punto final sería Río Prieto, justo en las afueras de la ciudad de Puebla. En estas estaciones había médicos cirujanos y ayudantes que atenderían a los heridos ahí mismo o, si sus heridas eran muy graves, se les mandaba a la capital.

“Tengo el honor de poner en conocimiento de vd., el modo como he dispuesto quede arreglado el servicio sanitario en el ejército de su digno mando, para que en contestación se sirva decirme si merece su aprobación.”


Del señor Rivadeneira al general Comonfort. El Monitor Republicano, 26 de marzo de 1863, p. 2.

Sin embargo, el plan quedó frustrado debido a que los franceses cortaron esta línea de ambulancia y suministros el 18 de marzo, dejando al Servicio de Sanidad de la ciudad en una situación dificil puesto que quedó atrapado, con los recursos limitados y sin posibilidad de sacar los heridos, haciendo que su cupo se volviera aún más limitado. Según el Plano topográfico de la Ciudad de Puebla levantado por el ingeniero civil Luis G. Cariaga y Saenz en 1856 y reformado en 1863, había diversos hospitales para hacer frente a la batalla. Éstos eran: el Convento San Juan de Dios, hospital de hombres (12). Convento San Roque, hospital de dementes (13). San Pedro, hospital de ambos sexos. (34) y uno en el Cuartel general.

Plano topográfico de la ciudad de Puebla, edición de 1863.

Además, gracias a la información proporcionada por los periódicos de la época, sabemos que hubo varios hospitales en el poblado de Cholula los cuales no hemos podido identificar.

“El enemigo ha establecido en Cholula a las autoridades locales, por supuesto a su modo. Se dice que el Lic. Torres Larrainzar ha sido nombrado intendente. A consecuencia de tales hechos, se ha interrumpido la comunicación que teníamos con ese pueblo.
Hay varios hospitales ahí, y el número de heridos y enfermos va haciéndose cada día más considerable.”


El Monitor Republicano, 25 de abril de 1863, p. 3.

Uno de los hospitales más famosos durante el sitio fue el Hospital Militar de San Juan de Dios, que fue dirigido por un joven médico llamado Francisco Montes de Oca, con una capacidad para 220 camas. Durante estos meses, el joven Montes de Oca probó por primera vez algunos procedimientos de amputaciones con algunas modificaciones de autoría, siendo exitosos. El hospital, que había sido ubicado en una iglesia que tuvo que ser adaptada para ser un centro médico, era el ejemplo de las precarias condiciones con las cuales el ejército mexicano estaba llevando a cabo su lucha.

La situación era apremiante. Los franceses realizaban asaltos de manera frecuente a los fuertes improvisados que se erigieron y generalmente los acompañaban con nutridos bombardeos de su artillería. Tanto los ataques como las condiciones sanitarias del sitio provocaban que a los hospitales llegaran soldados y civiles con heridas de bala, traumas provocados por los proyectiles de la artillería (cuyo procedimiento para atenderlos era generalmente la amputación) y dolientes por las múltiples enfermedades que brotaron al interior de la urbe, entre ellas la tifoidea, la cual cobró muchas vidas. Esto no impidió que los médicos otorgaran sus mejores servicios. El teniente coronel Francisco Troncoso, quien estuvo presente, relató: “Lo que es el personal de médicos es muy bueno, sobretodo en la parte que puede tenerse como directiva y que ejecuta las operaciones delicadas. Todo el personal ha trabajado mucho, muchísimo, pero con todo y lo que se decía de que los hospitales estaban perfectamente dotados, el caso es que se agotaron las medicinas más necesarias, que tampoco existían ya en las boticas de la ciudad, porque también allí se acabaron en los últimos días del sitio, y los médicos estaban apuradísimos.”

El Cuerpo de Sanidad Militar se vio rápidamente sobrepasado y colapsado por la alta demanda que surgió. Sin embargo no podemos omitir que éste no sólo recibió recursos del mando militar central, el cual recurría frecuentemente a préstamos forzosos, sino que también contaba con el apoyo de la sociedad civil, quien en solidaridad le enviaba no sólo dinero recaudado en funciones de teatro y obras de caridad, sino también colchones, almohadas, sábanas y material e instrumentos médicos que era esenciales para el funcionamiento de los hospitales. Incluso se establecieron algunos pequeños hospitales en la capital del país que pretendían ser una extensión de aquel sistema sanitario de Puebla. Mujeres de familias prominentes, actores, hasta dueños de hoteles, todos realizaron aportes para ayudar a sostener la empresa sanitaria.

“De Rioverde se han recibido 88 pesos 19 centavos, productos líquidos de dos funciones de teatro, destinados para los hospitales de dicho ejército… ”
El Monitor Republicano, 1 de mayo de 1863, p. 3.

Pese a los grandes esfuerzos realizados por el Cuerpo de Sanidad Militar, cuando la plaza cayó en poder de los franceses el periódico El Monitor Republicano publicó: “Hay una inmensa cantidad de heridos en Puebla, hasta el grado de que llenos los hospitales no había ya dónde ponerlos. A los médicos militares del ejército de Oriente, se les ha permitido por los franceses que vengan á México para llevar recursos para la asistencia de los heridos”. La batalla había acabado, pero varios médicos militares habían ya llegado a la Ciudad de México para preparar nuevos hospitales y atender a los heridos. La guerra estaba, apenas, en sus inicios.

“Se asegura por personas que han venido del campamento del ejército del Centro, que Forey ha puesto en libertad a los individuos del cuerpo-médico militar que cayeron prisionera en la acción del día 8…”
El Monitor Republicano, 14 de mayo de 1863, p. 3.