La ciudad de Puebla, indica Francisco P. Troncoso, era una ciudad de aproximadamente 80,000 habitantes. Uno de sus valores estratégicos era la posición geográfica: era un punto intermedio entre la capital del país y Veracruz, uno de los principales puertos de México. Por lo mismo la ciudad contaba con múltiples recursos económicos y poseía diversas edificaciones de importancia: iglesias, penitenciarías, plazas cívicas y parques. Cuando el ejército francés marchaba por segunda ocasión con dirección a Puebla en 1863, los mandos militares decidieron convertir a la ciudad en una gran fortaleza, compuesta de varios fuertes, de tal manera que fuera el último bastión defensivo de la capital. Troncoso calcula aproximadamente que había unos 21,000 hombres pertenecientes al Ejército de Oriente. Si excluimos al personal médico y de ambulancia, los servicios, enfermos, artilleros y demás no disponibles quedaban unos 18,500, de los cuales había 3,000 de caballería por lo que quedaban 15,500 efectivos.

Datos sobre población de Puebla y efectivos militares para su defensa en 1863 proporcionados por Francisco de P. Troncoso en su libro Diario de las operaciones militares del Sitio de Puebla de 1863, pp. 14 y 79.

Datos sobre población de Puebla y efectivos militares para su defensa en 1863 proporcionados por Francisco de P. Troncoso en su libro Diario de las operaciones militares del Sitio de Puebla de 1863, pp. 14 y 79.

El planteamiento militar consistió en hacer un primer anillo defensivo de edificios fortificados con nueve fuertes. En la parte noreste ya se contaba con la protección de los fuertes de los cerros Guadalupe y Loreto (que había sido renombrado 5 de mayo), que además contaban con una ventaja por estar en terreno alto. Para la zona plana, los militares encontraron en la disposición urbana un excelente terreno que ya contaba con edificaciones que creaban una barrera artificial ya hecha. De esta forma quedó instalada la primera defensa de la ciudad. Los otros siete fuertes fueron: el Demócrata, ubicado en el templo de Santa Anita, el Iturbide ubicado en el convento y penitenciaría de San Javier, el Morelos (cuyo caso fue muy particular pues era una línea fortificada de redientes), el Hidalgo utilizando el templo del Carmen, el de Ingenieros ubicado en la Garita de Totimehuacán, el Fuerte Zaragoza en la iglesia los Remedios y finalmente el fuerte Independencia en la iglesia de la Misericordia.

Plano de Puebla y sus alrededores, por Antonio García Cubas, 1863.

El siguiente perímetro defensivo sería una combinación entre fuertes improvisados, barricadas colocadas en las calles de la ciudad y algunos edificios fortificados que se iban repitiendo conforme se acercaba al Cuartel General. Al interior de los perímetros, el ejército mexicano procedió a colocar hospitales militares y depósitos de munición y al centro de éste, en el primer cuadro, se encontraba el Cuartel General.

Plano de la ciudad de Puebla con los ataques franceses (mayo de 1863).

La ciudad de Puebla tuvo un proceso de transformación bélico y fue adaptada a las necesidades militares. Una de las características de este proceso fue que todo edificio de carácter civil que tuviera algún valor estratégico ya sea por su tamaño o por su posición urbana, sería tomado por los militares republicanos para ser fortificados y se convertirían en edificaciones militares improvisadas. Muchos de estos edificios poseían una gran posición debido a que podrían ser excelentes puntos de control en las rutas de abastecimiento y de evacuación. Cada una de estas fortificaciones fue defendida hasta la muerte y eso explica que, a pesar de los constantes y enérgicos empujes franceses, el avance del ejército invasor fuera muy lento.

¿Esperaste, Forey, que de tu espada
Al resplandor sangriento,
Por los aires huyese amedrentada
El águila de Anáhuac opulento?
Héroe, a quien dieron triste
nombradía
Veinticinco batallas,
¿Por qué en el campo, con la faz
sombría,
Solo, cual torvo espectro, inmóvil
callas?
¿Por qué tal desaliento, y en el labio
Tan amarga sonrisa?


“A la defensa de Puebla de Zaragoza”, en  La Orquesta, 8 de abril de 1863, p. 4.

Una de las características que tuvo el sitio de Puebla fue el uso militar de los edificios religiosos. Una de las razones para ello se encuentra en que los templos católicos son edificaciones altas, espaciosas, con muros gruesos y que estaban repartidas por toda la ciudad. Estas edificaciones tenían una capacidad defensiva nata y que, con algunos otros trabajos de fortificación, se convirtieron en piezas clave para la defensa de la ciudad. Uno de los ejemplos de esta adaptación fue el hospital de San Juan de Dios, el cual usó la iglesia del mismo nombre y se convirtió en un hospital improvisado que contó con una capacidad de camas importante.

Iglesia San Juan de Dios, convertido en hospital durante el sitio

Además, la estructura no solo brindaba una defensa para los heridos sino que también contaba con el suficiente espacio para poder albergar salas de convalecientes y, al mismo tiempo, un espacio para poder realizar procedimientos quirúrgicos. También hay otros ejemplos de esta exitosa conversión de edificios: diversos conventos e iglesias también fueron usados como depósitos de parque, como los casos de los conventos de San Francisco, La Soledad, La Merced y la iglesia de La Luz.

En pocas palabras, la ciudad de Puebla se conectó por una serie de defensas urbanas que buscaban detener el avance francés y tuvo éxito en buena parte de su ejecución. Cabe resaltar que esto también tuvo como consecuencia que toda la población civil al interior de la urbe fuera también susceptible a las acciones de guerra, derivando en una gran baja de elementos no militares.

Plano de la Ciudad de Puebla con las obras de defensa y ataque en el sitio por el ejército francés en los meses de marzo, abril y mayo de 1863. Mapa que aparece en las últimas páginas de la obra Diario de las operaciones militares del Sitio de Puebla de 1863 de Francisco P. Troncoso.