Durante el Porfiriato la prensa funcionó como medio de información y promoción deportiva. Las notas ocasionales sobre el mundo del deporte se transformaron en secciones y surgieron publicaciones y reporteros especializados.
La incorporación de crónicas de los partidos, artículos de opinión,
caricaturas, grabados,
fotografías y anuncios publicitarios generaron un público aficionado. Una de las acciones
con las que los diarios contribuyeron a la institucionalización del beisbol fue con la
donación de premios y la organización de torneos, como lo hicieron, por ejemplo, El
Imparcial y El Heraldo.
La propagación del beisbol provocó reacciones diversas en la sociedad
porfiriana que fueron
ventiladas en la prensa. Hubo quienes convencidos de los beneficios que aportaba a la
salud o los que ofrecían como agente modernizador, celebraron su presencia y fomentaron
su práctica.
Otros, en cambio, afirmaron que era dañino y juzgaron el potencial destructor de las tradiciones, costumbres y moral pública. En más de una ocasión se señaló como negativo el uso cotidiano del idioma extranjero para nombrarlo y describir sus jugadas; México se está “sajonizando”, se llegó a advertir. Hubo quienes argumentaron “científicamente” lo nocivo que podía resultar hacerse de costumbres ajenas.
Los críticos del beisbol destacaban los incidentes violentos que se presentaron en muchos diamantes en los que participaron jugadores y espectadores como, por ejemplo, el sucedido en un encuentro en el que un jugador mexicano tras la disputa sostenida con un rival de origen estadunidense resultó lesionado en un ojo. Situación que dio lugar a que el público mexicano presente, al grito de “¡muera el yankee!”, arrojara piedras al diamante. O el escándalo protagonizado por Manuel Bocanegra, uno de los más reconocidos beisbolistas, quien correteó por el campo al umpire a quien amenazó con golpearlo con el bate y quien persiguió puñal en mano al manager del equipo oponente, ambos de origen estadunidense.
Justo es decir que quienes apoyaban la promoción del beisbol desde la prensa reiteraban su disgusto por tales incidentes y enaltecían las cualidades de este deporte como un juego que no se prestaba a rudezas. Por el contrario, decían, “mientras más gallardas y estéticas son las actitudes [y jugadas], resulta más bello”. En otros artículos se afirmó que desarrollaba la habilidad intelectual, contribuía a mejorar la salud de los individuos y hacía bellos los cuerpos. Los beisbolistas, afirmaban, eran “fuertes, robustos y sanos”, tenían un “porte arrogante”, y, por lo general, eran “bien parecidos y bien formados”.
Los defensores del beisbol también argumentaron que era un deporte que favorecía el desarrollo de los valores estimados por el liberalismo y su práctica, en consecuencia, era evidencia de una actitud moderna. Principios como colaboración, disciplina y subordinación de las pasiones propias fueron exaltados por los articulistas. Como no podía faltar en la época, se sostuvo que era una “medida salvadora para nuestra raza”. La prensa se ocupó de enseñar las reglas y la técnica a través de grabados, algunos firmados por artistas gráficos de aquel tiempo y de la más moderna tecnología, como la fotografía.
La prensa también publicó una gran cantidad de caricaturas y estableció un estilo en el humor deportivo para criticar a las novenas oponentes, jugadas y jugadores.
Esas publicaciones dan testimonio de la popularización del beisbol y documentan la incorporación de niños y mujeres al universo de aficionados beisboleros, aunque el lugar reservado para ellas fueran las tribunas, porque modificar la conducta de las mujeres con la práctica deportiva, se escribía, eran riesgos advertidos que podían dañar a la católica y tradicional sociedad en opinión de algunos. Quizá por ese temor El Mundo Semanario Ilustrado aseguró a sus lectores que: “Las señoritas mexicanas no jugaban al baseball, porque además de ser demasiado fuerte este juego para su organismo, es impropio para su manera de ser y sus costumbres”.