La práctica inicial del beisbol se realizó en diamantes simulados en llanos y terrenos baldíos o adaptados en instalaciones deportivas construidas para otros deportes como velódromos e hipódromos. Pronto comenzaron a construirse parques de beisbol que contaron con césped, cercas y medidas adecuadas, mantenimiento y tribunas.
Diamante ubicado en los terrenos del Club
México en Paseo de la Reforma, Ciudad de
México.
El Mundo Ilustrado,
6 de enero de 1901, p. 10.
Las ciudades con mayor actividad beisbolera contaron con ese tipo de campos de juego y tuvieron también los que escuelas preparatorias y profesionales erigieron o adaptaron en sus terrenos. Unos cuantos clubes pudieron construir complejos deportivos que además contaron con regaderas, salones, restaurante y otras instalaciones deportivas como gimnasio, como el Reforma y el Country Club. En esas instalaciones fue donde jugaron las novenas que disputaron los torneos de las ligas mayores, menores y estudiantiles.
Algunos parques se construyeron gracias al apoyo de las empresas en las que esos peloteros laboraban. Eso sucedió, por ejemplo, con el Río Blanco, integrado por obreros de la fábrica textil Compañía Industrial de Orizaba que se hizo de uno con tribunas para 500 espectadores. La Compañía posiblemente decidió instalarlo en sus terrenos para contener el descontento que años antes culminó con el asesinato de cientos de obreros.
El juego en llanos y terrenos baldíos no desapareció. En ellos se disputaron la mayor cantidad de partidos jugados en la época entre novenas de aficionados. Esos espacios fueron el escenario donde, además de jugar y discutir el presente y futuro del beisbol, los peloteros de todos los niveles de juego y clase social establecieron relaciones políticas, económicas y afectivas y donde se construyó una comunidad deportiva.
Con la construcción de esos diamantes se diversificó y aumentó el público logrando hacer que las tribunas, que en un principio fueron ocupadas por estadunidenses, cubanos y unos cuantos curiosos mexicanos, fueran compartidas con una considerable asistencia de hombres, mujeres y niños mexicanos.
Aficionados que pronto se convirtieron en consumidores del espectáculo que ofreció la competencia regular y organizada del beisbol. La tan común porra “México, México, ra, ra, ra” surgió al parecer en esos diamantes.
Para mejorar los ingresos de las taquillas se echaron a andar varias estrategias como concertar partidos con novenas de otras regiones, ofrecer comodidades en los campos de juego, dar entrada gratis a las mujeres y premiar, por decisión del público, a las mejores jugadas y peloteros. En algunos partidos de exhibición se incluyeron concursos de corredores de bases, carreras de atletismo, lucha grecorromana, box y futbol.
Hubo varios peloteros que se ganaron el aprecio del público. Algunos de los cuales pudieron incorporarse por temporadas a novenas estadunidenses y cubanas. Dos de los más reconocidos fueron Conrado López y Lucas “el Indio” Juárez.
Conrado jugó en varias novenas de Nuevo León, la Ciudad de México, Veracruz y con el Cuban Star. En ocasiones disputó las finales y fue capitán. Jugó también en la Liga Americana de Invierno. La prensa aseguraba que desde su juventud había aprendido todas las posiciones, era gran lanzador, bateador y corredor de bases y que se distinguía por su energía, serenidad, entusiasmo, inteligencia y conocimiento del juego. Fue director de práctica de la Escuela de Agricultura en la Ciudad de México, gerente del parque de beisbol del Club Junior, encargado de la sección de deportes del diario El País, participó en la organización de la serie que se jugó con motivo del centenario de la Independencia y trabajó con el empresario Abel Linares, propietario de varios equipos cubanos con quien planeaba fundar la novena Mexican Eagle.