1. Kjuabitsienra miee chjana / Cosmogonía mazateca.

COLORES


Éste es el planeta de Naxín, una absorción de mundos reales e imaginarios que provienen de la lengua madre: la mazateca.

El color en los mundos de Naxín no es siempre el mismo, su paleta nunca se repite, tal vez por eso sus paisajes y sus territorios son absolutamente inclasificables. Se trata de un amasijo de galaxias (Kjuabitsienra miee chjana / Cosmogonía mazateca).1 Un solo tono puede dominar las siluetas de sus seres, de sus animales, de sus personajes y sus monstruos. La monotipia en Naxín expresa una compresión de pigmentos sólidos con el papel, da volumen y textura a cuerpos fundacionales, a animales cuya historia y forma definen la narrativa de los tiempos mazatecos (Yatu nitjín / Siete días).2 El blanco en los azules se torna “espacio y profundidad luminosa", diría Alfredo López Austin en Ngasundiera Naxín, el resto de los colores opera como un abanico de efectos tornasolados donde toda la vida cabe y respira (Kui chuu xi bantjiya yajura ajan nanguina / Seres fantásticos de la cosmovisión mazateca).3

La contundencia del color puede apreciarse mejor en los acrílicos de Naxín, donde la milpa conjuga una alquimia privilegiada (Jnu / Milpa).4 Filogonio mezcla sus metales y sus minerales con arcillas y pigmentos adhesivos que dan origen a coloridas explosiones retinales. Sus tonos estallan en la mirada del espectador, se retienen en la superficie del papel, no penetran del todo en el soporte, como si se negaran a entrar, a atravesar la dermis del amate, ruborizan y patinan arcoíris psicodélicos, sin orden y de contrastes absolutos (Setjú iéna / El nacimiento de mi palabra).5 En la obra se sugieren formas contenidas, tiñas geológicas y pátinas destellantes. (Tsijñee / El coyote).6

Las acuarelas de Naxín se desenvuelven en porosidades y escurrimientos; son absorciones del canto y del pensamiento que beben en sus néctares de agua. Ahí, las acuarelas, ya dialogan con las capas de la corteza y la tierra. Estas figuras en estricto sentido llenan los vacíos, como lo hace en los huecos de los guijarros que azotan olas líquidas del mar o destilan aromas y notas como cantos del agave. (Xúura Ngasundie / Ombligo de Tierra).7