La movida discotheque es una afrenta política sin precedentes: los equipos de luz y sonido toman las calles al vivir la discriminación como juventudes barrializadas, morenas y diversas al statu quo del que eran parte las discotecas exclusivas y excluyentes que les negaban la entrada; los equipos disco fabrican y sacan sus bafles y luces para apropiarse de los espacios urbanos. Esta ocupación tomó bodegas, deportivos, calles, auditorios, fábricas y hasta lugares abandonados que se consagraron como auténticos templos de los diversos subgéneros que conforman esta movida.
Los subgéneros de la música disco, high y new beat se convirtieron en una parte fundamental de la escena nocturna y de la cultura juvenil de finales de los setenta a finales de los noventa; 30 años de llevar música de la escena global a todo México y en especial a lugares periféricos de la gran urbe como Ecatepec, Coacalco, Naucalpan, Tláhuac, Xochimilco, Neza, Iztapalapa, Tlalnepantla, Cuautitlán y hasta barrios mexicanos en los Estados Unidos.
La movida discotheque sirvió y servirá como una forma de expresión y escape para quienes enfrentan desafíos socioeconómicos, culturales y se recuperan de la discriminación. El baile y la música ofrecen una forma de conectar, compartir y enfrentar violencias estructurales y sistemáticas que siguen afectando a la sociedad mexicana.