Iliana Ortega

Al reflexionar sobre la edad que tenía el joven Juan O’Gorman cuando inició la concepción de las escuelas para la Ciudad de México y cómo logró consolidar el estilo funcionalista, no sólo en estos espacios de educación pública (sino también a través de las hermosas casas que diseñó para familiaresy amigos cercanos), pensemos que no había llegado cumplir ¡los 30 años! De ahí que sería ingenuo pensar que durante toda su vida profesional se estancara en ese primer gran estilo que lo representa y con el que irrumpió firmemente en el panorama de la arquitectura mexicana de la tercera década del siglo xx.

En ese momento, la enseñanza de la disciplina al interior de la Antigua Academia de San Carlos (no existía aún una facultad de arquitectura) vivía una crisis creativa debido, en gran medida, a la nula actualización de las nuevas propuestas de construcción que estaban teniendo lugar en el mundo. El joven O’Gorman, ávido siempre de información y de nuevas enseñanzas, consiguió el libro del arquitecto suizo Le Corbusier Vers une Architecture (Hacia una Arquitectura), publicado en 1923. Después de varias lecturas al texto reflexionó sobre la importancia de la formación de los arquitectos mexicanos, quienes carecían de conocimientos de ingeniería; de ahí su importante papel como fundador de la primera escuela técnica de arquitectura funcional en 1933 de manera paralela a la creación de las escuelas primarias realizadas en este estilo.

O’Gorman continuó informándose y trabajando tanto en México como en el extranjero. Sus viajes fueron parte fundamental de la evolución de su estilo arquitectónico. El enfrentamiento con el trabajo del arquitecto Frank Lloyd Wrigth y el primer encuentro con las obras de Gaudí en Barcelona despertaron su interés por una concepción orgánica de la arquitectura en la que básicamente las construcciones devienen en prolongación creativa de la naturaleza propia del lugar en donde se erige el proyecto. En su caso, destaca el respeto por las formaciones de piedra volcánica del pedregal y, en consecuencia, desarrolló espacios emblemáticos como sus propias casas perfectamente adaptadas al entorno natural. Quedan algunos testimonios fotográficos y otras construcciones ejemplo de este estilo que identificó sus últimas creaciones.