Carlos Ortega Ibarra
Los frutos del esfuerzo humano dedicado a la producción de un espacio habitable no son para siempre, aunque nos ilusionamos pensando lo contrario y animamos a las nuevas generaciones para que nutran la memoria de las siguientes a través de la conservación y exposición de nuestros vestigios. Los rastros de lo construido, aún activos y funcionales, dan forma a barrios, colonias, pueblos y ciudades. Son el paisaje de la cotidianeidad y de las cápsulas para viajar en el tiempo.
En algunas colonias de la Ciudad de México hay trazas de las primeras décadas del siglo pasado, cuando un grupo de jóvenes artistas e intelectuales mexicanos, involucrados en el movimiento transnacional de las vanguardias artísticas, las innovaciones tecnológicas y la revolución social, intervinieron los espacios públicos para plasmar su deseo de construir una sociedad libre de miseria y representar a quienes serían sus protagonistas: obreros y campesinos conscientes de su papel como generadores de la nueva Historia.
En el espíritu de la época, la arquitectura debía ofrecer habitaciones económicas, cómodas e higiénicas a la clase trabajadora. Uno de esos jóvenes tenía 27 años cuando la Secretaría de Educación Pública (sep), dirigida por Narciso Bassols, le encargó la elaboración de un proyecto para reparar y edificar primarias, contando con un presupuesto bajo para su realización. Ese joven, promotor del programa técnico y político de Le Corbusier, se llamaba Juan O’Gorman, quien estableció las bases para la construcción modular y estandarizada de planteles escolares del Gobierno Federal. Los críticos dijeron que eran trabajos industrializados que carecían de belleza. O’Gorman argumentó que su objetivo no era realizar obras de arte sino un tipo de habitaciones que resolvieran los problemas de insalubridad y analfabetismo que afectaban a la mayoría de los habitantes del Distrito Federal.
En la Ciudad de México sobreviven 11 de aquellas 21 construcciones del proyecto de arquitectura escolar de 1932. Se encuentran en colonias populares como la Argentina, Pro Hogar, Obrera, Industrial, Ex Hipódromo de Peralvillo, San Simón, Álvaro Obregón, Moctezuma y Portales, así como en el Pueblo de Santa Catarina y en el barrio de La Conchita, en Coyoacán.
La planta del inmueble, la forma cuadrangular del aula, las ventanas, la fachada del edificio y los jardines son vestigios claros y testimonio material de las convicciones de O’Gorman, la huella de su pensamiento plasmada en el espacio urbano.