Adriana Sandoval

Se hizo abstracción por completo de la antigua base arquitectónica sobre la cual se edificaban escuelas, y que trataban de elevar una construcción costosa, en estilos correspondientes a épocas en que dominaban los ideales de boato de casta privilegiada…

Arquitectura

Desde 1880, la industrialización económica, el crecimiento poblacional y la traza urbana de la Ciudad de México provocaban retos mayores para implementar programas educativos y construir planteles escolares. Apelar al pasado para construir el futuro sustentó prototipos escolares, como el del arquitecto Carlos Obregón Santacilia (1896-1961) en la Escuela Primaria Benito Juárez: obra de proporción monumental y arquitectura neocolonial que integró en sus muros una narrativa de corte histórico a cargo del pintor Roberto Montenegro (1885-1968).

El peso de la historia y su determinación en la edificación de los centros escolares, sin embargo, no sería un recurso costeable frente a la gran diversidad de espacios y comunidades donde era deseable instaurar la educación básica. Lejos de La Ciudad de los Palacios se fragmentaban y comerciaban territorios para dar paso al surgimiento de inéditos tejidos obrero-industriales. En este contexto, la arquitectura de Guillermo Zárraga en la Escuela Primaria Domingo Faustino Sarmiento participó en la urbanización de la zona norte de la ciudad con una construcción mucho más práctica y funcional.

Solventar la demanda educativa de la mayor cantidad de habitantes de la urbe al menor costo posible llevó al arquitecto Juan O'Gorman (1905-1982) a materializar un prototipo escolar vasto y eficiente. Emprendió el proyecto con la confianza de Narciso Bassols (1897-1959), secretario de Educación, quien le nombró Jefe del Departamento de Edificios de dicha secretaría, y con el apoyo de su mentor Guillermo Zárraga, director de Obras Públicas. Bajo la premisa del máximo de eficacia por el mínimo de esfuerzo éste resolvió prototipos de rápida construcción, económicos, perfectamente útiles y durables, privilegiando su distribución en las zonas más desprotegidas de la ciudad.

O'Gorman acompañó su prototipo escolar, también, con pintura mural, siendo una de las particularidades más notables de su proyecto la de entregar los muros de los espacios a jóvenes pintores quienes difícilmente habrían tenido cabida más que como ayudantes de los grandes nombres del muralismo y de los proyectos estatales representados en espacios emblemáticos del país.

El propio Juan O’Gorman, años atrás, había intervenido los muros de la Biblioteca Pública Fray Bartolomé de las Casas (1926) con el apoyo de Julio Castellanos (1905-1947) y en este nuevo periodo Alfredo Zalce (1908-2003) hizo lo propio en la Escuela Lic. Miguel Serrano. La técnica aplicada por O'Gorman en cada uno de los edificios educativos fue la misma que implementó en su primera casa funcionalista (1929), en la de relevantes personalidades de la escena creativa del México de los años treinta 1 y en la primera casa-estudio que construyó para sí en Jardín 88 (1933). El arquitecto ilustró puntualmente su posición al respecto, en las Pláticas sobre arquitectura de 1933:

[…] las necesidades esenciales son para todos los hombres valores conocidos, exactos y precisos. El tamaño de la puerta de la casa del obrero será igual que la puerta para la casa del filósofo. La necesidad esencial se resuelve en cada caso con exactitud. La ventana por donde entra la luz y el sol para uno y para el otro deberá de ser de una forma precisa que resuelva lo mejor posible el problema de entrada de luz y de sol a la vida de uno y de otro, al igual que todos los problemas técnicos que se presenten. 2

Murales

El funcionalismo de las escuelas Bassols-O’Gorman si bien demostró su eficacia en el combate contra el analfabetismo en México, dada la economía de su arquitectura, la disminución de sus costos de mantenimiento y la dignificación de los entornos educativos, también incluyó en sus espacios arquitectónicos otra estrategia educativa de la época: el muralismo.

Juan O´Gorman surgió en la escena creativa de México en 1929 como uno de los primeros arquitectos modernos, pero su participación en el espacio público fue anterior. En 1924 y 1925 el joven O’Gorman realizó varios murales para cantinas y pulquerías del Centro Histórico de la Ciudad de México, mientras que en 1926 ejecutó Paisaje de Azcapotzalco en la Biblioteca Pública Fray Bartolomé de las Casas en Azcapotzalco.

La formación de Juan O´Gorman en la pintura no fue académica, inició en el seno familiar bajo la enseñanza de su padre Cecil Crawford O´Gorman (1874-1943), mientras que su amistad con Diego Rivera, a partir de 1923, completó su vocación al asumir la plástica como una herramienta de representación y educación, así como de señalamiento y cuestionamiento de problemáticas sociales.

La generación a la que perteneció Juan O´Gorman, nacida en el contexto de la Revolución mexicana, destacó después de la lucha armada. Se caracterizó por su determinación, así como por innovar en cada uno de sus ámbitos y profesiones. Ése fue el caso de los artistas que intervinieron los muros de las escuelas Bassols-O’Gorman. Un registro parcial respecto de los muros y escuelas intervenidas por los jóvenes pintores corresponde a la siguiente localización y temática:

  • Julio Castellanos, Escuela Melchor Ocampo, Coyoacán. Representación de diversos juegos infantiles de la época, denunciando a partir de uno de ellos, “la mantada”, la pedofilia en la Iglesia católica, así como su intervención en temas de educación.

  • Roberto Reyes Pérez, Escuela San Simón, Colonia San Simón. En los espacios intervenidos el autor cuestiona la participación de la religión en temas educativos y aborda, también, la lucha de clases entorpecida por las mentiras de la Iglesia.

  • Roberto Reyes Pérez, Jesús Guerrero Galván, Máximo Pacheco, Manuel Anaya y Raúl Anguiano, Escuela Carlos A. Carrillo, Colonia Portales. Los artistas abordan niños y niñas como figuras centrales de sus composiciones. La narración, en conjunto, representa la instrucción a través del tiempo, partiendo de la Antigüedad hasta las escuelas modernas. Adicionalmente, se reflexiona sobre la condición de los infantes fuera y dentro del espacio escolar.

  • Jesús Guerrero Galván, Escuela Chiapas, Colonia Álamos. Representación de juegos de niños y niñas por separado. Vale la pena mencionar en los rostros y cuerpos tratados por el autor, un predominio de rasgos y expresiones culturales indígenas. Los niños de Guerrero Galván son de semblante dulce e inocente rodeados, siempre, de símbolos y escenarios que amplían sus expresiones y existencia.

  • Máximo Pacheco, Escuela Colonia Argentina, Colonia Argentina. Máximo Pacheco pintor indígena reflexiona sobre la figura del campesino, su alfabetización y urbanización. En los murales incluye símbolos vinculados con la vida urbano-industrial como la luz eléctrica, el vapor y las fuerzas de la naturaleza.

  • Pablo O’Higgings, Escuela Emiliano Zapata, Colonia Industrial. La arquitectura escolar fue un medio para que el artista creara una narración explícita a favor de la conciencia de clase. O’Higgins, a través de una técnica notable, interpela al espectador respecto de sus condiciones materiales y de dominación de cara a mejores condiciones en el futuro basadas en la educación y emancipación.

  • Ramón Alba Guadarrama, Escuela Colonia Pro-Hogar, Colonia Pro-Hogar. Temas alusivos a la noche, según registros consultados. La composición de Alba Guadarrama carecía de relevancia dada la pobreza de su composición y técnica.

Es importante mencionar que los autores de los murales de las escuelas Bassols-O’Gorman difícilmente habrían tenido cabida en el contexto del muralismo para la época más que como ayudantes de los grandes nombres del muralismo o en los grandes proyectos estatales. Sin embargo, en el caso de varios de ellos su participación en la escena plástica permaneció y destacó, como es el caso de Pablo O’Higgins al resolver otros murales de gran valor para el arte mexicano.

Los muros de las escuelas funcionalistas de Juan O’Gorman, enfocadas en la educación popular, se conformaron de una gran variedad de interpretaciones en torno al paisaje, a la naciente clase obrera, a la importancia de la educación y resolvieron una crítica frontal en contra de la intervención del clero en materia educativa. Si bien es frecuente se señale una suerte de incompatibilidad entre la pintura mural y la arquitectura funcionalista de los centros educativos, lo cierto es que la suma de ambos trabajos convergió en la necesidad de fortalecer la educación de las grandes mayorías, y su relación directa con sectores sociales tan específicos las convirtió en uno de los proyectos educativos posrevolucionarios más contundentes.