Sala 3
Iconografías populares

En esta sala se tratarán las imágenes vernáculas de Vicente Guerrero, los diversos formatos en los que Guerrero ha transitado de mano en mano como estampillas filatélicas, billetes, monedas, iconos, emblemas, calendarios populares y redes sociales.

Diseminación de una imagen insurgente en medios populares

Álvaro Rodríguez Luévano

Doctor en historia moderna y contemporánea por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, maestro en historia por el Instituto de Altos Estudios de América Latina de la Universidad de La Sorbona, París 3, y licenciado en historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Fue investigador y coautor del catálogo de la exposición “Los Pinceles de la historia IV, La arqueología del régimen 1910-1955” y ha sido docente en historia de arte moderno en varias instituciones públicas y privadas como la Escuela Nacional de Antropología e Historia, la Universidad de la Ciudad de México y el Claustro de Sor Juana. Actualmente es colaborador de Memórica.

La figura pictórica, escultórica y monumental de Vicente Guerrero tiene sus ecos en soportes de uso cotidiano, como las estampillas postales, la señalética urbana, las monografías de papelería, las monedas de diversa denominación y los avatares cibernéticos. Esta sección trata de ello y de una amplia distribución y extensión de su efigie construyendo imaginarios reales y virtuales del rebelde sureño, general y presidente indómito.

La estación Guerrero

Bajarse de una estación del Metro en la Ciudad de México significa descender en el tiempo fugaz presente hacia el inframundo prehispánico, a la tierra de los barrios antiguos de Cuepopan donde habitaron los comerciantes y los guerreros mexicas; el paisaje rural transformado por la historia de la ciudad, sus colonias, barrios y vecindades recorren la urbe y dejan habitar cada rincón de estos parajes en donde los camposantos de Santa Paula desaparecieron con el tiempo igual que la pierna de Santa Anna que ahí reposaba. En la histórica colonia Guerrero, reconocida formalmente desde 1874, se ubica la estación del Metro que lleva su nombre, inaugurada el 20 de noviembre de 1970 en la línea 3 que va de Indios Verdes a Universidad y, posteriormente, en su entronque con la línea B de Buenavista a Ciudad Azteca estrenada el 15 de diciembre de 1999. La silueta de Guerrero es omnipresente en todo este sector.

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El icono de la estación fue diseñado por Santiago Morelos García en 2006; se trata de un busto del general Vicente Guerrero, héroe de la Independencia y segundo presidente de México (abril a diciembre de 1829). La estación fue declarada emblemática y tiene en sus andenes y corredores unos murales de las escenas del abrazo de Acatempan, encuentro entre Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, así como un mural en mosaico cuasi pixelado de la figura del héroe independentista que en una estela tricolor emerge del águila nacional, cuyo paisaje vislumbra los volcanes y un magueyal pintoresco. Escenas de lucha libre y la figura de Guerrero se conjugan como imágenes de una batalla permanente y constituyen un espacio de tránsito, memoria y apropiación de la cultura popular. Colonia y barrio lleno de tradiciones, de capillas e iglesias como la de Santa María la Redonda, el Inmaculado Corazón de María, el Templo de San Juan de Dios o Nuestra Señora de los Ángeles, flanquea a su paso el Eje 1, conocido como el Eje Guerrero, cuyo destino conduce al Jardín Guerrero, proyecto del movimiento escultórico porfirista, en el Panteón y Templo de San Fernando.

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Estación Guerrero

Santiago Morelos García, 2006. STCM.

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Vicente Guerrero

Mosaico y mural de la estación Guerrero, 2007, STCM.

La voces de la Guerrero son las voces de su gente:“vino la reforma”, como dijo don Chava Flores en su canción, es decir, la ampliación de la avenida que trastocó la calma y la tranquilidad de la colonia para convertirse ya desde la década de los cincuenta en una zona extremadamente visitada, habitada por sus mercados, hoteles, tugurios, salones de baile, cafés, sus casonas señoriales como la de Antonio Rivas Mercado (el arquitecto de la columna de la independencia), la estación del tren de Buenavista y el tranvía de la Ciudad de México. La estación del Metro Guerrero incorpora la fuerza del tránsito de la clase obrera con la mendicidad de la banda callejera y el crecimiento desmedido de una ciudad de grandes avenidas en donde sus voces son tan amables y sórdidas como su vertiginosa historia. La colonia Guerrero, su gente, su Metro y sus calles forman parte de esta línea continua entre el presente y el pasado de la vieja periferia porfirista.

Guerrero en la costumbre

Las “monedas de uso corriente” o “costumbres”, desde los objetos antiguos que han servido para el intercambio de bienes hasta las piezas de plata denarius, han permitido establecer la circulación de una diversidad de monedas que, por muchos años, han representado los valores de cambio. En filatelia, la efigie de Vicente Guerrero apareció en sellos y timbres fiscales, y en numismática, en monedas y billetes como los que emitió el Banco de Guerrero a través de la American Bank Note Company (abnc), fundada en 1858, compañía que para 1900 tenía contratos de emisión de papel moneda, sellos postales y certificados en 48 países en el mundo. En 1880, la abnc emitió un timbre fiscal con la figura de Guerrero. Y durante el porfiriato se decretó una ley de instituciones de crédito disponiendo cada estado de un banco privado para la emisión de papel moneda. La abnc imprimió billetes para el Banco de Guerrero, con denominaciones de 10 y 50 pesos, con un retrato de tres cuartos del prócer de la patria.

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Posteriormente, y creado el Banco de México, en algunos casos los diseños de las monedas representaron un objeto de intercambio y emblemas, escudos de armas, donde la figura de un héroe nacional la establecía la casa de acuñación. La efigie de los caudillos sustituyó a la de los monarcas, y en el caso de Vicente Guerrero, su figura se grabó para conmemoraciones oficiales desde el porfiriato y hasta la segunda mitad del siglo xx. Una de las monedas con el busto de Guerrero fue la que se hizo en el año de 1971 indicado en la seca de la moneda, “Casa de Moneda de México”, durante el gobierno de Luis Echeverría Álvarez. El soporte metálico de cuproníquel, 75 por ciento cobre y 25 por ciento níquel, sustituyó el uso de la plata. Esta moneda circuló en 28,457 millones de piezas hasta el año de 1978; sólo en 1975 no se emitió. En el reverso de la moneda está grabado el retrato de perfil de Vicente Guerrero, en el anverso el escudo nacional, y en el canto de la pieza se lee: Independencia y libertad. Otras estampillas fueron emitidas por el Servicio Postal mexicano.

También en 1971, se imprimió una estampilla que enmarca un fragmento del mural de Juan O’Gorman, Retablo de la Independencia, que se encuentra en el Museo Nacional de Historia, con la leyenda: “La Patria es Primero”, en el que sobresale la figura de Guerrero arriba de un caballo blanco. En 1981 se celebró el 150 aniversario luctuoso de Vicente Guerrero; la estampilla es un fragmento del óleo de Anacleto Escutia estilizado en trazos geométricos con una paleta de diversos tonos que resuelve de manera elegante el diseñador Rafael Domínguez, seduciendo con la mirada de Vicente Guerrero al destinatario del timbre.

La estampilla de 1982, Año del General Vicente Guerrero, la conmemoración del bicentenario de su natalicio, es un collage de un águila real y el retrato en tres cuartos de Guerrero; una de las alas parece funcionar visualmente como una extensión del propio caudillo o bien establece un trampantojo pareciendo una montaña que se funde en un paisaje bidimensional. El emblema de la fundación de México circunda la estampilla de Ramón Alcántara Rodríguez con un cintillo tricolor. En 1985 los talleres de impresión de estampillas y valores emitieron el timbre Independencia de México, con una reproducción del retrato de Vicente Guerrero del pintor Ramón Sagredo para celebrar el 175 Aniversario de la Independencia. Aunque el diseño del retrato lleva como fondo un acróstico de la leyenda conmemorativa y un logotipo tricolor con una banda en forma de monumento a la Revolución, los elementos nacionalistas se conjugan en un amasijo a tres tintas. Finalmente, en el año 2000, un sello postal conmemoró el Bicentenario de la Independencia con la reproducción del retrato de Vicente Guerrero en traje de gala, del pintor Anacleto Escutia, bajo un título conmemorativo y un listón tricolor con la campana de Dolores de la mano del diseñador Venegas, que confeccionó esta miniatura como una escala extendida de una de las imágenes más difundidas de Guerrero y que descansa en el Museo Nacional de Historia.

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Efigie de Vicente Guerrero

Moneda de cinco pesos, cuproníquel, 1971.

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Timbres conmemorativos del Centenario

Casasola, 1821-1921.

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Abrazo de Acatempan

Diez centavos, 1921, timbre postal, huecograbado, 4 x 2 cm.

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Vicente Guerrero

10 pesos, 1880, timbre postal, huecograbado, 2 x 3.5 cm.

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“La patria es primero”

Correo aéreo, 1971, huecograbado, 4.5 x 2 cm.

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150 Aniversario de la muerte de Vicente Guerrero

Rafael Domínguez H., 1981, huecograbado, 4.5 x 2 cm.

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1982 Año del General Vicente Guerrero. Bicentenario de su natalicio

Ramón Alcántara Rodríguez, 1982, huecograbado, 4 x 3 cm.

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Bicentenario de la Independencia de México

Venegas, 2010, offset, 4.5 x 4 cm.

La utopía de los cromos

El régimen imprescindible para que la memoria se active y circule en un terreno de omisiones y olvidos deliberados es la imaginación. No habría otro método más eficaz del catecismo religioso que las imágenes que se desprendieron de códices y villancicos novohispanos. Tanto aquellos emblemas como los contemporáneos dan cuenta de una incorporación del personaje al escudo estatal. Vicente Guerrero encarna al estado y “Mi Patria es Primero” versa un emblema publicado en 1949, donde Guerrero representa todo.

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Las estampitas y las monografías de papelería son tecnologías visuales que cifran en escenas y paisajes episodios de la historia, a veces acartonados pero en extremo eficaces como ejemplos de sucesiones, temporalidades y desenlaces con una cierta moraleja política e histórica. Las monografías sobre Vicente Guerrero, que se tornan obligatorias para resolver las tareas de primaria y secundaria, traen consigo una narrativa así como un imaginario implícito en la cromática y en la tradición de los álbumes animados. No ocurre con La biografía para niños de Vicente Guerrero del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (inehrm) que cifra de una vez y para siempre una versión breve y no por ello estrecha de la vida de nuestro personaje, quizás en los únicos soportes impresos y visuales donde podríamos encontrar una evocación de la traición al segundo presidente de México.

Mi Patria es Primero

Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Guerrero, 3 de agosto de 1949.

Es en estos mitos que se desenvuelven entre monitos (caricaturas), parafraseando el libro sobre la historia de la historieta en México de Irene Herner, los medios de transmisión: las estampitas, los cromos y los murales públicos. Es en las monografías de papelería y en esa biografía para niños ilustrada por Alberto Beltrán que la imagen de un Vicente Guerrero traicionado y ejecutado se hace inminente. Son escenas de la tragedia nacional que no las registra el historiador especializado, sino el epígono de educación primaria. El momento de la sentencia y de la pena capital se materializa en una escena velada para la historiografía de un prócer de la patria. Así como Vicente Guerrero viaja cual paloma mensajera en timbres postales y se vuelve un sello fiscal, un papel moneda con su efigie o una moneda de cambio que enseña los dos rostros de una misma pieza, Vicente Ramón Guerrero Saldaña tendría los alcances de Kalimán o de un superhéroe de historieta si no fuera por la historia monumental que lo ha petrificado en importantes cruces de avenidas y parques decimonónicos reducidos a bajos fondos entre sus calles, nombradas todas como generales.

La utopía del emancipador del pueblo afrodescendiente está viva, se activa en nuestros monederos, en nuestras cartas, en las tareas de las clases de historia, en los guardianes de los parques y en los cementerios dedicados a los hombres ilustres. Pero si la imaginación histórica no tuviese una correspondencia con los relatos urbanos, con los mitos de los pueblos, con los pregones de los barrios, con las avenidas importantes, entonces no podríamos asegurar que la memoria sólo pervive en los documentos antiguos y en los archivos históricos que dicen la verdad en tanto son interpelados por unos cuantos. La memoria de un país se activa cotidianamente en el curso innegable del hallazgo y de la duda. ¿Y si Vicente Guerrero no ha muerto?, y ¿si el espíritu de Vicente Guerrero pervive en las montañas del sur? Las preguntas surgen y el recuerdo se asoma por una ventana.

Vicente Guerrero

Biografías para niños, 1986

El calendario es la repartición del año en días, semanas y meses. “El calendario solucionó las urgencias decorativas de los establecimientos”, decía Carlos Monsiváis en Los rituales del caos. En los calendarios del pintor Jesús Helguera aparece Vicente Guerrero como un galán de póster cinematográfico, Lo que el viento se llevó (Gone with the wind), como una estatua que se posa infranqueable. Guerrero es un vitral, es un mural, una escultura, es una costumbre, una moneda, es una misiva con un timbre del servicio postal, un trueque, un abrazo, una conciliación, es una escena inolvidable de novela épica, un pretexto para adornar la esquina del taller o de la cocina.

Vicente Guerrero es la utopía de las paredes de los estanquillos, jacalones, loncherías y cuartos de vecindad. Si a Guerrero lo sepultó la traición, la honra popular lo resucita y lo transmuta en objetos e imágenes profanas del cotidiano colectivo. Las imágenes de Guerrero se incorporan a una dimensión de la mentalidad y de las lógicas insurgentes con el heroísmo de quien no claudica en su premisa. Si Helguera se ocupó de Guerrero en Insurgente, es porque el pintor es un referente de las multitudes y confeccionó en un método de recreación mítica sus paisajes de lo perfecto: se basó en un guión literario, le pidió a su fotógrafo registrar los momentos más suaves y dulces representando unos paraísos pictóricos.

El Insurgente

Jesús Helguera [óleo sobre tela, 1963], en Calendario 2020, Landin, offset, 37 x 47 cm.

“Si la reproducción de Helguera me conmueve no soy del todo ajeno al arte”, “Helguera representa las sensaciones placenteras de lo Bonito”, continúa Monsiváis. Vicente Guerrero y la Güera Rodríguez se funden en un abrazo en el que ha triunfado la insurgencia y se fundará la nación. “El technicolor es el primer museo dinámico de las mayorías”, y ahí reluce la casaca militar de un Guerrero afable, atractivo como un actor de telenovela, de colores centelleantes y un rostro mestizo que ya no hace eco únicamente de su afrodescendencia, sino de su agrodescendencia: es un hombre que vino del campo y que a él regresa. El calendario actúa en el debate sobre la pertenencia de Guerrero, que no es únicamente de los políticos municipales o de las élites de conveniencia, sino del pueblo, “la felicidad anda en el respeto por los ancestros y en el cariño a los descendientes”, concluye Monsiváis. En el Insurgente unos cuantos millones de personas que transitan las calles de Tacuba frente al kiosco de calendarios de doña Chulita en el centro histórico de la Ciudad de México admiran el triunfo de esos “cuerpos inmaculados y portentosos” que terminan por ceñir el imaginario de los héroes patrios.

Ciber Guerrero

Ciber Guerrero no es un café en la colonia Guerrero. Se trata de un espejismo de la efigie de Vicente Guerrero que ha tomado por asalto las redes sociales. El twitter de Guerrero rompe las redes como rompió las cadenas de la esclavitud en 1829 en la medida en la que postea sus frases alusivas a la patria, a la libertad y a la emancipación que necesita el internet en la era de los algoritmos. Guerrero es una suerte de voz libertaria, un caudillo cibernético que surfea entre la contrainformación, lo fake (falso), la manipulación y las cascadas de antiinformación que obnubilan a los lectores de blogs y a youtubers desamparados. Vicente Guerrero postea frases legendarias que suelen retuitear alcanzando seguidores más allá del continente. La rareza de que exista Vicente Guerrero como gesto histórico en el ciberespacio tiene que ver con la diseminación de su legado pero también con la interesantísima suma de anecdotarios que de él y de otros insurgentes se pueden hallar en las redes como figuras que cabalgan la brecha digital con la esperanza de alcanzar la libertad y los derechos ciudadanos en la memoria de internet.

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