Desde lejanas épocas, muchas sociedades del planeta tuvieron un enorme interés por la adquisición de osamentas de mamuts y de otros grandes animales de la Edad del Hielo. En esta sala se presenta una breve historia de su búsqueda, desenterramiento, usos y antiguas concepciones y pensamientos que vinculaban estos restos con los de gigantes o con otros seres portentosos que existieron en tiempos ancestrales de los que hay muy poco o nulo recuerdo; asimismo, se comentarán las principales investigaciones que sirvieron como fundamento y pilares del armazón de conocimiento sobre el pasado que ayudó a la materialización de la cacería prehistórica del mamut en el diorama así llamado que se expone en el Museo Nacional de Antropología (en adelante mna).



La atracción que los humanos tienen por los mamuts extintos y sus parientes vivos, los elefantes que aún admiramos en zoológicos, circos y documentales, es muy antigua. Los griegos ya comerciaban con sus preciados colmillos y los chinos, para obtenerlos, enviaban expediciones hasta la lejana Siberia. A finales de la Edad Media en Francia, Alemania e Inglaterra se desenterraron osamentas de mamuts o sus partes, de las que se pensaba que pertenecieron a gigantes, apegándose a la explicación dada en el libro del Génesis. En Italia y Gran Bretaña se creía que esos grandes huesos eran los restos del ejército de elefantes de Aníbal.

En la Nueva España, para los nahuas del siglo xvi, según el Códice Florentino, en el apartado sobre piedras medicinales se consignó lo siguiente: “Hállanse en esta tierra huesos de gigantes por los montes, y debajo de la tierra, son muy grandes y gruesos molido este hueso o un poco del [sic]. Es bueno contra las cámaras de sangre, y contra las cámaras de podre, a las quales [sic], otra medicina no aprovecha. Ase [sic] beber con cacao hecho como comúnmente se hace” (Códice Florentino, libro XI, f. 179r). Desde el año de 1611 en Siberia se reportan descubrimientos de huesos de elefantes. A partir de 1707 comienza el comercio de colmillos de mamut en esa región, pues con ellos se elaboraban no sólo ornamentos sino copas y platos; incluso la carne congelada de este animal se usó como remedio para la fiebre.

Fue el naturalista francés Georges Cuvier quien, en 1796, al describir las características de los huesos y dientes de mamut, los distinguió de los elefantes contemporáneos, contribuyendo a terminar con los mitos en torno a sus huesos. A partir de la segunda mitad del siglo xix, en diversos sitios prehistóricos al aire libre y en cuevas en Europa, se comenzaron a descubrir huesos de mamut utilizados para fabricar instrumentos y ornamentos asociados a herramientas de piedra; ya en el xx se encontraron representados en los muros de las cuevas.

Desde 1920, en las planicies del centro de Rusia se localizaron asentamientos del Paleolítico Superior con casas fabricadas con mandíbulas y escápulas de mamut, pozos con sus huesos y fogones con metatarsos que, por la cantidad de grasa que contienen, les sirvió como combustible en sitios como Berdyzh, Dobranichevka, Eliseeviche, Gontsy, Radomyshl, Mezhirich, Mezin, Suponevo y Yudinovo. Sin embargo, no hay evidencia de que hayan sido cazados, sino que posiblemente las manadas de mamuts perecieron al cruzar el hielo delgado de ríos, ya que el perfil demográfico de la muestra recuperada es similar a la de un rebaño actual de elefantes de la India y África. Así, es mucho más factible que los huesos y colmillos de mamuts fueran recolectados en cementerios naturales, que en condiciones periglaciares pudieran conservarse frescos.

En 1931, en Angus, Nebraska, fue descubierto debajo de la escápula de un Mamut Archidiskodon meridionalis nebrascensis una punta del tipo Folsom, lo que se interpretó como posiblemente cazado. En 1932, otra Folsom se encontró directamente asociada a huesos articulados de una pelvis de mamut en el pueblo de Dent, al noreste de Colorado, y en Texas se localizaron tres puntas de ese mismo tipo y un raspador asociado a los huesos de un mamut.



El diorama de la cacería del mamut del mna responde a todos estos conocimientos e ideas que se habían acumulado hasta los comienzos de los años sesenta del siglo pasado. No sólo ha tenido un gran impacto en el público nacional y extranjero el cómo pudo ser la vida humana en el Pleistoceno-Holoceno en el actual territorio mexicano. Tres hallazgos fortuitos en Tepexpan, entre 1946 y 1952, permitieron a los arqueólogos Pablo Martínez del Río y Luis Aveleyra Arroyo de Anda proponer una era donde la abundancia de estos animales facilitó hacer de su caza una actividad especializada. Asimismo, para la reconstrucción ambiental se empleó la investigación del geólogo Helmut de Terra, que se centró en esta área debido al descubrimiento del primer mamut, que permitió el hallazgo de un esqueleto humano en el año de 1947, y que se denominó desde aquel tiempo el Hombre de Tepexpan.

Actualmente, con nuevos datos aportados por diferentes hallazgos arqueológicos y paleontológicos en México y en el mundo, la poderosa imagen proyectada por el referido diorama de un hombre prehistórico dedicado a la caza de mamuts ha cambiado, como se verá en la última sala de esta exposición.