VENUSTIANO CARRANZA
Entre dos épocas
1859-1920
En el centenario del asesinato de Venustiano Carranza, Memórica. México, haz memoria presenta esta exposición sobre el político coahuilense, puente entre dos épocas: los regímenes porfirista y revolucionario.
Durante el gobierno de Porfirio Díaz, Carranza fue presidente municipal, legislador local y federal y ocupó de forma interina la gubernatura de Coahuila. En los años de lucha revolucionaria (1910-1920)
fue gobernador constitucional de su estado natal, primer jefe del Ejército Constitucionalista y presidente de la República. Desde los primeros años de vida política, Venustiano logró sus victorias desde
condiciones adversas, pero la rendición o el desaliento nunca fueron opciones. En los años de guerra revolucionaria consiguió organizar un ejército para enfrentarse a Victoriano Huerta, responsable del
asesinato de Francisco I. Madero en febrero de 1913. Las tropas de Villa y de Carranza derrotaron a las fuerzas que defendían el gobierno de Huerta y éste huyó del país.
Don Venustiano instauró en la Ciudad de México un gobierno provisional; al cabo de unos meses, abandonó la capital para instalar su gobierno en Veracruz cuando se vio en desventaja frente
a las tropas de Villa y de Emiliano Zapata, adversarios ahora del constitucionalismo, y logró derrotarlos. Durante su gobierno se promulgó una nueva Constitución, quizá la herencia más trascendente del régimen carrancista.
Carranza luchó una última vez. El general más importante del momento, Álvaro Obregón, se unió a una rebelión contra el presidente y éste se quedó prácticamente solo, sin ejército.
Los rebeldes lo conminaron a rendirse y a renunciar a su cargo. El coahuilense no claudicó, incluso sabiendo que su vida estaba en juego.
La diversidad de objetos digitales en diversos soportes: fotografías, cartas, telegramas, mapas y libros, utilizados en esta exposición forman parte del acervo de Memórica. México, haz memoria.
Venustiano Carranza Garza nació en Cuatro Ciénegas, Coahuila, el 29 de diciembre de 1859. Pertenecía a una familia terrateniente de clase media alta.
Su padre, Jesús Carranza, fue un coronel liberal que participó activamente del lado de los republicanos durante la invasión francesa.
A la edad de 28 años, Carranza inició su prolongada carrera como político al ser electo presidente municipal de su natal Cuatro Ciénegas,
aunque se mantuvo poco tiempo en el cargo, pues renunció debido a notorias diferencias políticas con el gobernador del estado, José María Garza Galán.
Cuando Garza Galán buscó la reelección, apoyado por el presidente Porfirio Díaz, Venustiano Carranza se unió a un movimiento opositor encabezado por Bernardo Reyes y el ex gobernador de ese estado, Evaristo Madero Elizondo. El presidente Díaz cedió ante las exigencias de los opositores y Carranza regresó a la presidencia municipal. De nuevo fue electo para el mismo cargo en 1894. Era su primer triunfo político en una batalla de dimensiones estatales.
El movimiento opositor al gobernador Garza Galán le permitió a Carranza conocer e incorporarse al grupo de Bernardo Reyes. La amistad con Reyes le valió la consolidación de su poder a nivel local, Cuatro Ciénegas, pero con los años también le sirvió para crear lazos políticos en el ámbito estatal.
La presencia de Carranza creció con los años. Fue electo diputado al Congreso local y posteriormente diputado suplente al Congreso federal, y senador titular del mismo en el periodo 1904-1906. Desde 1887, la primera vez que llegó a la presidencia municipal de Cuatro Ciénegas, hasta 1906, cuando dejó su escaño en el Senado, la vida política de Carranza fue en permanente ascenso. El paso hacia la candidatura al gobierno del estado fue algo natural.
Carranza llegó a la gubernatura de Coahuila como interino en 1908, y al año siguiente buscó la candidatura para el gobierno estatal.
Sin duda, don Venustiano tenía una fuerte presencia pública y el apoyo de distintos grupos de la élite política y económica del estado.
Su mejor apoyo era Bernardo Reyes, quien, para 1909, aspiraba a la vicepresidencia en las elecciones de 1910. También recibió el apoyo de un personaje que venía creciendo políticamente no sólo
a nivel estatal sino nacional: Francisco I. Madero,
que buscaba ser candidato a la presidencia en ese año y enfrentar a Porfirio Díaz. Reyes fracasó en su intento de ser vicepresidente y la candidatura de Carranza al gobierno del estado también se vino abajo.
Carranza había hecho toda su carrera política durante el porfiriato. Era un político del régimen de Díaz.
Una vez que Reyes no consiguió la candidatura a la vicepresidencia y que sus aspiraciones al gobierno de Coahuila se desmoronaban, Carranza se unió a la
campaña antirreeleccionista de Francisco I. Madero, quien buscaba acabar con 30 años de gobierno del general Porfirio Díaz.
¿Tenía el porfiriato la fuerza para detener el movimiento político de Madero? ¿Vio Carranza alguna posibilidad de triunfo en la campaña de Madero y
decidió apostar por ella? Ante un panorama incierto, Carranza eligió luchar desde la adversidad.
Madero fracasó en su intento de llegar a la presidencia por la vía electoral; el mismo día de las elecciones presidenciales se encontraba recluido en la cárcel de
San Luis Potosí acusado de “ultraje a las autoridades”. Una vez que Porfirio Díaz fue declarado presidente en octubre de 1910 (para el periodo 1910-1916), Madero fue liberado bajo la condición de permanecer
en la ciudad de San Luis.
Vestido de ferrocarrilero, Madero escapó de San Luis y se trasladó hasta los Estados Unidos. Ahí redactó el documento conocido como “Plan de San Luis Potosí”, donde convocaba al pueblo de México
a levantarse en armas contra Díaz.
Durante los dos primeros meses a partir de la fecha definida para el levantamiento armado, Madero permaneció en los Estados Unidos a la espera de que grupos revolucionarios tomaran algunas de las plazas del norte del país. En Chihuahua, prácticamente desde el 20 de noviembre de 1910 comenzaron a producirse enfrentamientos armados entre rebeldes y porfiristas. Fue en ese estado, en Ciudad Juárez, donde finalmente las fuerzas revolucionarias, después de un sitio de casi 20 días, derrotaron al ejército de don Porfirio el 10 de mayo de 1911. A raíz de esta derrota, y también porque aumentó el número de levantamientos rebeldes en la república, Porfirio Díaz presentó su renuncia a la presidencia.
El 25 de mayo de 1911, el Congreso aceptó la renuncia de Porfirio Díaz a la presidencia. Uno de los acuerdos para que Díaz renunciara y abandonara el país fue que Francisco León de la Barra, secretario de Relaciones Exteriores del régimen, quedara como presidente interino. Carranza, al parecer, habría dicho sobre este acuerdo: “Revolución que transa, revolución que se suicida”.
Carranza fue el secretario de Guerra y Marina del Gobierno Provisional aun cuando había recelos por su lealtad a Bernardo Reyes y que su participación militar había sido prácticamente nula. Posteriormente, Madero lo apoyó para que ocupara el cargo de gobernador de Coahuila y con ello mandó el mensaje a los revolucionarios de que Carranza estaba integrado en su totalidad al movimiento.
Después de la renuncia de Díaz a la presidencia, Carranza asume el cargo de gobernador interino de su estado natal e intenta mantener la paz. A los meses, se emite la convocatoria para elecciones de gobernador y Carranza deja a un interino sugerido por Francisco I. Madero.
Venustiano Carranza triunfó en las elecciones para gobernador para el periodo 1911-1913 y ya como jefe del Ejecutivo
emprendió un conjunto de reformas en los ámbitos social, político y económico. Sin embargo, no fue afín a la idea del reparto agrario que tanto demandaban varios de los grupos revolucionarios.
Carranza se había formado en un sistema político autoritario y, aunque estaba convencido de las ventajas de un país democrático, rechazaba la idea de una participación de las masas populares en la política.
A nivel nacional, Francisco I. Madero obtuvo el triunfo en las elecciones presidenciales y asumió el cargo de jefe del Ejecutivo el 6 de
noviembre de 1911. Madero había dejado intacta buena parte de la estructura política, económica y militar del régimen de Díaz y, desde el primer día de su mandato,
la clase porfirista comenzó a intrigar en su contra.
El 9 de febrero de 1913, antiguos porfiristas, entre los que se encontraban Bernardo Reyes y Félix Díaz (sobrino del ex presidente), se levantaron en armas en la Ciudad de México en contra de Madero.
En un intento de asalto a Palacio Nacional, las fuerzas rebeldes fueron replegadas y se refugiaron en la Ciudadela, un edificio colonial robusto que había servido
como depósito de armas. Desde ahí, los rebeldes se enfrentaron a las fuerzas del gobierno durante 10 días, en el episodio conocido como la Decena Trágica.
Madero designó a Victoriano Huerta jefe de la plaza y se puso al mando de las tropas que enfrentaron a los rebeldes.
Huerta, miembro del ejército heredado de Porfirio Díaz, traicionó al presidente y pactó con los alzados mientras fingía combatirlos.
El 18 de febrero de 1913, Madero fue hecho prisionero junto con el vicepresidente José María Pino Suárez. Al día siguiente, el presidente
fue obligado renunciar a su cargo por lo que exigió garantías para salir del país. Huerta decidió no dejar con vida a Madero. El presidente y
Pino Suárez fueron asesinados el día 22 de febrero, cuando se les conducía a la penitenciaría de Lecumberri.
Al conocerse en Coahuila la noticia de la prisión de Madero, el Congreso de Coahuila emitió un decreto, el 19 de febrero,
mediante el cual desconocía a Huerta como jefe del Poder Ejecutivo y concedía facultades extraordinarias a Carranza para organizar un ejército que restableciera el orden constitucional.
Un mes y días más tarde, Venustiano Carranza lanzó un “Manifiesto a la Nación” en el que no sólo desconocía al gobierno de Huerta, sino a los poderes Legislativo y Judicial, y a
todos los gobernadores que respaldaron las acciones del usurpador. Este manifiesto fue firmado en la Hacienda de Guadalupe, Coahuila, por lo que se le conoce como el “Plan de Guadalupe”.
Como lo declaraba el Plan de Guadalupe, se nombraba a Venustiano Carranza como Primer Jefe del ejército que se llamaría “Constitucionalista”. El nuevo líder del constitucionalismo buscó alianzas con los jefes militares revolucionarios, sobre todo con los del norte del país. Líderes regionales como Álvaro Obregón, Francisco Villa y José María Maytorena decidieron unírsele. Empezaba así la lucha contra Huerta y su Ejército federal.
Carranza logró organizar el Ejército Constitucionalista. Nombró a Álvaro Obregón jefe del Ejército del Noroeste, a Pablo González del Noreste y a
Pancho Villa de la División del Norte. Villa armó un ejército casi de manera independiente a las fuerzas de Carranza pero, en principio, se plegó a la autoridad del ex gobernador de Coahuila.
En el sur del país, también combatiendo en contra de las fuerzas federales de Huerta, se encontraban los campesinos de Morelos liderados por Emiliano Zapata. Zapata,
sin embargo, actuaba al margen de las órdenes de Carranza.
El único general del Ejército federal que se unió a Venustiano Carranza, y que había manifestado una lealtad a toda prueba al presidente Madero, fue Felipe Ángeles.
Carranza lo designó secretario de Guerra pero, al contar con la oposición de varios generales revolucionarios, como Álvaro Obregón, sólo ocupó el cargo de subsecretario. Para 1914,
Ángeles mismo solicitó a Carranza que lo enviara a la División del Norte. Villa lo recibió y lo nombró jefe de Artillería del ejército villista.
Ángeles continuaría con Villa los meses siguientes y terminaría por distanciarse de don Venustiano.
Carranza tenía claro que no sólo encabezaba un ejército sino una especie de gobierno alterno al de Huerta. Para financiar al nuevo ejército, Carranza imprimió billetes para hacerlos circular en los territorios que iban ocupando los constitucionalistas. Con la impresión de estos billetes, sin ningún respaldo real en metálico, se intentó que la población financiara la guerra y evitar así los préstamos forzosos a las grandes empresas.
En el mes de junio, la División del Norte preparó el asalto a Zacatecas. Para estas alturas, Villa tenía grandes diferencias ideológicas y de estrategia militar con Carranza.
La batalla de Zacatecas enfrentó a la División del Norte, aproximadamente unos 20 mil efectivos, con las últimas fuerzas federales de Huerta.
Esta batalla destrozó lo último que quedaba del Ejército federal heredado del porfiriato, lo que representó la victoria definitiva contra el régimen de Huerta.
Sin embargo, Carranza y Villa habían roto definitivamente su alianza.
Después del triunfo de Villa en Zacatecas (junio de 1914), Carranza dio la orden a sus generales de avanzar
y tomar la Ciudad de México. Mostradas las diferencias con Villa no iba a permitir que la División del Norte se hiciera de la capital de la república.
El 20 de agosto Carranza entró en la capital del país. Un año atrás, las perspectivas de triunfo eran escasas. Ahora, de acuerdo con el Plan de Guadalupe, asumía las funciones de presidente interino.
A pesar del rompimiento entre Carranza y Villa, generales del constitucionalismo y el propio Villa acordaron reunirse en una asamblea de militares en Aguascalientes.
El propósito era discutir y decidir el nuevo derrotero para la Revolución. Esto significaba, de alguna manera, que los planes de Carranza se supeditarían a esta asamblea.
El nombre que adoptó esta reunión fue el de Convención de Aguascalientes. Después de intensos debates, la asamblea eligió a Eulalio Gutiérrez como presidente. Carranza desconoció ese
nombramiento y, entonces sí, se dio el total rompimiento entre los dos bandos revolucionarios: los constitucionalistas por un lado y los villistas-zapatistas por el otro
El ejército más poderoso de entonces, mediados de 1914, era sin duda la División del Norte. Y los constitucionalistas lo sabían. Cuando Villa y Zapata, con la anuencia de la Convención de Aguascalientes, deciden entrar en la Ciudad de México, Carranza abandona la capital en noviembre de 1914 con rumbo a Veracruz, donde el general Cándido Aguilar, su yerno, dominaba militarmente la región. Carranza esperaba operar su presidencia desde el puerto y combatir a las fuerzas de la Convención.
Villistas y zapatistas permanecieron en la capital del país desde diciembre de 1914 hasta finales de enero de 1915, momento
en que Álvaro Obregón retomó la ciudad. Los constitucionalistas permanecieron en la Ciudad de México hasta inicios de marzo. Y, de nuevo, los convencionistas
ocuparon el centro del país. Parecía que estaban midiendo fuerzas esperando el momento oportuno para que uno de los dos bandos se decidiera por el ataque.
Para la primavera de 1915 las fuerzas de villistas y de los constitucionalistas comandados por Álvaro Obregón eran comparables en términos numéricos.
Entre el 6 y el 15 de abril finalmente se enfrentaron los ejércitos de Villa y de Obregón en Celaya. El general constitucionalista logró replegar a las
fuerzas de Villa, y la División del Norte no pudo recuperarse más. A partir de entonces, Álvaro Obregón se convirtió en el general de mayor influencia dentro del constitucionalismo.
La victoria de Obregón sobre Villa en Celaya permitió el regreso del constitucionalismo a la Ciudad de México. En agosto de 1915 las tropas
constitucionalistas al mando del general Pablo González ingresaron en la capital del país. Carranza lo hizo en abril de ese año.
En el mes de septiembre, Carranza lanzó una convocatoria para integrar un congreso constituyente que habría de redactar una nueva constitución para el país.
Los diputados trabajaron en su objetivo durante dos meses y el 5 de febrero de 1917 se promulgó la nueva Carta Magna, aún vigente.
En el año de 1919, uno antes de las elecciones presidenciales, Venustiano Carranza preparó el terreno para el candidato que eligió para sucederlo en el Poder Ejecutivo: el ingeniero Ignacio Bonillas, un civil que en esos momentos era embajador de México en Washington. La decisión de Carranza contrarió los deseos de dos generales que aspiraban a la presidencia: Pablo González y Álvaro Obregón.
El 1 de julio de 1919, Álvaro Obregón anunció su candidatura para la Presidencia de la República y, al mismo tiempo, expresó sus críticas al régimen de Carranza. Pablo González, muy cercano a Carranza desde los primeros días de la creación del Ejército Constitucionalista, también hizo pública su candidatura para presidente.
A partir de ese momento, comenzaron a sucederse, una tras otra, adhesiones de varios generales de importancia hacia alguna de las dos candidaturas, la de Obregón y la de González.
En el estado de Sonora, el gobernador Adolfo de la Huerta se manifestó en rebeldía contra el gobierno de Carranza a causa de unos litigios entre la federación y
la entidad sobre las aguas del río Sonora. En el mes de abril, otro sonorense y ex secretario en el gobierno de Carranza, el general Plutarco Elías Calles, lanzó
un manifiesto conocido como Plan de Agua Prieta que desconocía a Carranza.
El presidente, desde la capital, reconoció la gravedad de la situación pero aun así consideró que podía salvar a su gobierno y enfrentar a los rebeldes.
El 5 de mayo de 1920 lanzó un manifiesto a la nación en el que acusaba a Obregón y a González de violentar la Constitución y afirmaba que no entregaría el poder que legalmente se le había conferido.
Ese mismo día Carranza decidió abandonar la capital y dispuso el día 7 para hacerlo. En un par de días debía organizarse todo lo necesario para que las secretarías de Estado,
legisladores, soldados, así como muebles de oficina y archivos ocuparan su lugar en los centenares de vagones que se alistaron para la salida por tren de la Ciudad de México.
Carranza decidió dirigirse a Veracruz donde esperaba el apoyo del general Cándido Aguilar, gobernador del estado y yerno del presidente.
El día 7 de mayo, el Tren Dorado, que conducía a Carranza, abandonó la capital apenas a tiempo porque tropas de Pablo González tomaban ya posiciones en las cercanías de la ciudad.
Mucho convoyes quedaron varados en la estación y no alcanzaron a salir.
Inició, entonces, el viaje de Carranza hacia su destino. El presidente mantenía la esperanza de, una vez a salvo, organizarse y acabar con la rebelión, como había demostrado
en el pasado que era capaz de hacerlo. Muchos de sus acompañantes, en cambio, eran de la idea de que huían de una situación que acabaría por acorralarlos debido a la gran
cantidad de defecciones de tropas y oficiales del ejército carrancista.
Los trenes se dirigieron a Tepexpan, pasaron por Teotihuacan y siguieron a Otumba. Entraron en el estado de Hidalgo y luego al de Tlaxcala. Pasaron por Soltepec y llegaron a Apizaco, donde tuvieron los primero enfrentamientos con tropas rebeldes, que fueron rechazadas con relativa facilidad.
En Rinconada nuevamente se dio una refriega. Esta vez más intensa que las anteriores. Las tropas carrancistas, al mando del general
Murguía, lograron, con muchas dificultades, tomar el cerro desde donde los acosaban los rebeldes. Muy de cerca los hombres del rebelde Jacinto Treviño le
pisaba los talones al convoy del presidente. Carranza y su guarnición llegaron a la estación de Aljibes y ahí los trenes se detuvieron. Fue imposible continuar debido a la falta de agua y de carbón.
Con los trenes sin poder avanzar fueron blanco fácil de una nueva embestida, esta vez más feroz y despiadada que las anteriores. El fuego fue tan intenso
que Carranza, quien se negaba a abandonar su carro pensando en que saldrían airosos de nuevo, fue casi obligado a emprender la huida a caballo. A partir de ahí,
de Aljibes, el camino fue el tortuoso andar por la sierra de Puebla bajo la guía de Luis Cabrera, secretario de Hacienda.
Carranza supo camino a la sierra que en el último ataque habían participado fuerzas del general Cándido Aguilar y,
por lo tanto, continuar con rumbo a Veracruz era inútil. Se pensó, entonces, en llegar al norte y reagruparse.
En la madrugada del 15 de mayo, Carranza y sus acompañantes llegaron a Zacatepec donde descansaron, y al amanecer siguieron el camino.
Continuaron hasta Temextla, donde pudieron reposar como no lo habían hecho en días. Era época de lluvias y éstas dificultaban el avance
e impedían tener un buen refugio. En Zitlalcuautla durmieron mal y a la mañana siguiente salieron hacia Tetela. Ahí se enteraron de que
tropas de Jesús Guajardo se habían internado en la sierra para darles alcance. Después de pasar la noche en Cuautempan, Carranza propuso
reducir el número de acompañantes y despidió, un poco más adelante, a los cadetes del Colegio Militar. El martes 18, la comitiva durmió
en Tepango y la noche siguiente en Tlaltepango, lugar en que el general Mariel se convirtió en el guía.
Al día siguiente, el 20 de mayo, Carranza y sus acompañantes llegaron a Patla, sitio donde los alcanzó Rodolfo Herrero,
militar que apenas un par de meses atrás se había unido al carrancismo por invitación del general Mariel.
Herrero se convirtió en el nuevo guía por encargo del general Mariel, quien tuvo que desplazarse hacia Villa Juárez para buscar personas
que podrían ayudar a la comitiva. Herrero recomendó seguir adelante hasta Tlaxcalantongo donde les aseguró que podían encontrar buen refugio,
forraje para los caballos y alimento. Desde Patla, y durante todo el camino rumbo a Tlaxcalantongo, Herrero se desvivió en atenciones con Carranza.
No se le despegó y lo ayudaba en todo lo necesario. Para el presidente, esta actitud, lejos de parecerle sospechosa, fue reconfortante.
Llegaron a Tlaxcalantongo hacia las cinco de la tarde. Llovía. Era una ranchería de entre 40 o 50 viviendas desperdigadas entre las montañas.
Herrero le asignó a Carranza una de las chozas, quizá la mejor, con suelo de tierra aplanada, de paredes de tablas viejas y separadas, y como únicos muebles una mesa y un banco.
La lluvia no cesaba. Hacia la noche, Herrero solicitó autorización a Carranza para ausentarse por unas horas porque le habían llegado noticias del accidente de un hermano.
El presidente le dijo que podía partir e, incluso, le ofreció medicamentos que el grupo llevaba en un botiquín.
Cinco acompañantes se alojaron en el mismo jacal que el presidente con el fin de protegerlo ante cualquier peligro. Durante la noche hubo dudas de quedarse o continuar el camino.
Finalmente, decidieron permanecer en el sitio en donde, desde que arribaron, no había ni un alma.
A las 3:30 am sonaron balazos. Cada vez se escucharon más cerradas las descargas. Varios impactos dieron en el humilde dormitorio de Carranza. Éste quiso levantarse pero no podía. Se quejó de un
dolor en la pierna. Los proyectiles arreciaban y atravesaban la vivienda. Uno de los acompañantes, el capitán Ignacio Suárez, fue por Carranza para ayudarlo a incorporarse y salir de ahí.
El cuerpo del presidente no respondía y sólo se escuchó un estertor. La balacera continuó por otros 10 o 15 minutos más. Los asaltantes entraron finalmente en la choza donde Carranza agonizaba.
Nada se hizo por prestarle auxilio. El presidente, tendido en la tierra, exhaló su último aliento.
“Agradecemos al INEHRM la facilitación de algunos de los objetos digitales que aparecen en esta exposición.
A la revista Relatos e Historia en México por su autorización para la reproducción de dos gráficos incluidos en esta exposición.”
Rubén Amador y Amairani Tello
Rebeca Flores
Mauricio Espinosa