Arnoldo Martínez Verdugo se convirtió en candidato presidencial en 1981 en la nueva organización. Sin embargo, no era la primera ocasión que la corriente comunista se hacía presente en la batalla electoral. El pcm protagonizó distintas campañas electorales en la historia moderna del país. En 1958 lanzó –junto al Partido Obrero Campesino de México (pocm)– al agrarista y ex militante zapatista Miguel Mendoza López como su representante. Si bien fue una campaña testimonial, resultó significativa por ser la primera ocasión desde 1934 en la que el pcm presentaba un candidato. En 1964 los comunistas tejieron una alianza con el activo movimiento campesino y llevaron adelante la campaña del Frente Electoral del Pueblo (fep). El proceso electoral, en el cual los comunistas fueron hostigados y carecieron de los derechos políticos elementales, sin embargo, los conectó con los grandes problemas de la nación. El líder campesino Ramón Danzós Palomino fue su candidato y la organización del fep en gran medida fue posible gracias al impulso de la recién creada Central Campesina Independiente, que a su vez había podido agrietar el control sobre la sociedad rural gracias a la emergencia del Movimiento de Liberación Nacional que el general Lázaro Cárdenas animó. Tras el uso sistemático de la violencia política, tuvieron que pasar 12 años para que los comunistas volvieran a participar electoralmente; de nuevo sin derechos políticos ni reconocimiento oficial, lanzaron a Valentín Campa en la campaña más importante hasta el momento. Con un cálculo de más de medio millón de votos, el mítico líder ferrocarrilero posicionó al comunismo como una fuerza con arraigo nacional.
Campaña de 1958
En 1958 los comunistas lanzaron a Miguel Mendoza López. Según la prensa partidaria los mítines más importantes se dieron en Torreón, con 15 mil asistentes, en Ciudad Obregón con seis mil asistentes y Mexicali con igual número. Mientras que la comunista celebró con una nota titulada “Anécdotas de la campaña” cómo fue la participación de los trabajadores mineros de Nueva Rosita –que unos años antes habían sido reprimidos por el gobierno de Miguel Alemán–, la colaboración de la Juventud Comunista en Monterrey, en Uruapan, donde una comitiva de campesinos invitó al candidato a recordar a Emiliano Zapata y, de manera chusca, la presencia de dos mujeres sinarquistas en el mitin de San Luis Potosí, que sólo hacia el final del acto se enteraron de que se encontraban en una concentración comunista. De acuerdo con el testimonial, dado que el pcm no contaba con derechos políticos, la de 1958 fue la primera campaña que anunció la conquista de independencia ideológica del comunismo mexicano frente a la losa de la “ideología de la Revolución mexicana” que aducía que el gobierno de la nación era el heredero directo de las luchas democráticas. Desde una perspectiva opositora e independiente, los comunistas lanzaron una nueva concepción en la que la acción más allá de las organizaciones “oficiales” era el punto clave para la democratización de la sociedad.
Campaña de 1964
En 1964 el ánimo de las izquierdas era encontrado. Tanto Vicente Lombardo Toledano, líder del Partido Popular Socialista (pps) como el general Lázaro Cárdenas, anunciaron su apoyo a Gustavo Díaz Ordaz. Esta decisión terminó de resquebrajar la experiencia unitaria del Movimiento de Liberación Nacional, formado en 1961, aunque éste siguió existiendo. Los comunistas, apoyándose en el impulso dado por el nacimiento de la Central Campesina Independiente, construyeron el fep. En medio de una campaña llena de violencia y hostigamiento, el pcm a través del fep logró conectar con los nuevos problemas de la sociedad, reclutando en el camino a líderes regionales que después serían importantes en el país, como el caso de Lucio Cabañas. La campaña del fep nos recuerda en gran medida que si la democracia electoral es una realidad, ésta se debe a la fuerte presencia de contingentes campesinos y agrarios que desde su propia construcción política lograron articularse con las izquierdas.
Campaña de 1976
Tras la represión de 1968 los comunistas se abstuvieron de participar en la elección de 1970, tristemente recordada por la única candidatura contendiente que fue la de Luis Echeverría. Igualmente, tras la violencia del año 1971 –el “Halconazo”– tampoco se presentaron en la campaña intermedia de 1973. Fue hasta 1976 donde se rompió el cerco. En una decisión importante, Valentín Campa –recién liberado de la cárcel después de 11 años de reclusión tras la represión de 1959 al movimiento ferrocarrilero– fue postulado como candidato, aunque sin registro. Lo que movilizó a miles de personas y se considera un hito, pues, a partir de las cuentas partidarias, el dirigente ferrocarrilero logró obtener más de un millón y medio de votos. Durante la campaña, Campa –de 72 años– se negaba a tener un chofer que lo llevara a los actos públicos, pues consideraba que era un lujo inconcebible para un comunista. Sólo cedió ante esta idea cuando tuvo un accidente. Esta anécdota pinta un candidato anómalo para la vida pública del país: obrero, preso político y comunista histórico.
La reforma política y 1979
Las fuertes presiones que ejerció el movimiento social durante esa década y una desgastada hegemonía llevaron al gobierno a liberalizar algunos renglones de la vida política. En 1977 se promulgó, por iniciativa de éste, una reforma que permitía a las izquierdas finalmente ser reconocidas como organizaciones con derechos electorales. El “registro” electoral permitió la aparición de novedades para esta fuerza política. Las izquierdas, comprometidas con la democracia, no renunciaron al horizonte socialista y proyectaron la utilización de los instrumentos electorales como forma de ampliar su base social. En 1976 Arnoldo Martínez Verdugo señaló que la libertad política se colocó como la gran tarea de los revolucionarios.