Un tríptico del oriente: Xavier Robles en Iztapalapa

Miguel Ravelo*


Un tríptico de oriente.

I. Identidad y realidades. Una demarcación, un realizador

La Ciudad de México, una de las más inabarcables capitales del planeta. Hogar de más de nueve millones de habitantes que cada día disfrutan y resisten el saberse parte del lugar más intrincado, confuso, fascinante e inexplicable en el que la suerte los llevó a nacer. Ciudad que palpita, que vive y existe en cada uno de sus pobladores. Que aloja la más infinita variedad de caracteres, de realidades y de situaciones. En cada una de sus colonias se encuentran pequeños mundos independientes que, orgullosos, se reconocen como inseparables de este mundo infinito que es su tierra, su ciudad.

Con el paso de las décadas, cada una de las zonas que conforman la Ciudad de México consiguió forjar su propia identidad. Han sabido distinguirse de las demás por infinidad de factores: cultura, gastronomía o situación geográfica, si atendemos el lado positivo; pero también existe la otra cara de la moneda, aquella que forma parte de las inevitables características de un lugar del tamaño y complejidad de esta ciudad: la desigualdad social, las injusticias, la delincuencia y la corrupción.

México. La ciudad palpita, vive, muestra todos sus rostros: los amables y los oscuros. Establece límites que no todos sus habitantes se atreven a cruzar. Se defiende, se rebela; delimita zonas en las que sus moradores pueden sentirse seguros, sin la intervención de otros pobladores de la misma urbe. La Ciudad de México está conformada por seres complejos. Por un lado, su gente forma una población cálida, amable, dispuesta a ayudar y brindar al otro hasta su último recurso cuando la situación así lo amerita; por el otro, pueden ser también las más aguerridas fieras capaces de defender a los suyos, por mantener vivo y seguro ese lugar que les costó muchos años construir y reconocer como propio.

En la zona oriente de la ciudad se encuentra la alcaldía Iztapalapa, antes denominada delegación y, desde 2016, como una de las 16 demarcaciones territoriales que conforman la Ciudad de México. Con una superficie de 116 kilómetros cuadrados y, en 2020, una población de casi dos millones de habitantes, Iztapalapa se alza como la segunda demarcación más poblada del país, sólo después de Tijuana. Y es este mundo —Iztapalapa—, el que existe y resiste dentro de otro gran mundo —la Ciudad de México—, el lugar al que el realizador Xavier Robles, la guionista y productora Guadalupe Ortega y el cinefotógrafo Toni Kuhn decidieron acercarse para descubrir, conocer y explorar lo que hace latir el corazón de este lugar.

La extensa y significativa trayectoria del recientemente fallecido Xavier Robles (1949-2022) bien merecería un sinfín de artículos y análisis abordando su visión, su sensibilidad y su valentía; la forma en la que entendió los entresijos de la realidad mexicana y algunos de sus más amargos momentos. Desde la emblemática cinta Las Poquianchis (Felipe Cazals, 1976), escrita en coautoría con Tomás Pérez Turrent, pasando por obras fundamentales de nuestro cine como ¡Que viva Tepito! (Hernández, 1981), Los motivos de Luz (Felipe Cazals, 1985), y por supuesto la que sería uno de los parteaguas dentro de la cinematografía nacional: Rojo amanecer, dirigida en 1989 por Jorge Fons y escrita por Robles y Guadalupe Ortega, y que marcaría una inusual forma en la que el arte cinematográfico mexicano abordaba uno de sus más vergonzosos momentos históricos: la matanza de estudiantes en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968. Rojo amanecer también significaría una nueva realidad en la que el cine nacional y sus creadores se plantaban ante un gobierno corrupto y abusivo, empeñado en ignorar y negar las atrocidades cometidas en el pasado. Este interés se mantendría presente en la vida y obra de Robles, inclusive en uno de sus últimos trabajos: el documental Ayotzinapa, crónica de un crimen de Estado (2015), en el que Robles fue realizador y guionista.

Xavier Robles se esforzó, durante toda una vida dedicada al cine, por mostrar al pueblo mexicano una realidad que las autoridades llevaban años maquillando. Siempre junto a Guadalupe Ortega, su compañera de vida, escarbaron en la realidad mexicana buscando contar historias de su gente que les ayudara a entenderse como seres únicos dentro de una ciudad única. A unos años de iniciado el siglo xxi, Robles y Ortega dirigieron su mirada hacia el oriente de la Ciudad de México y realizaron los tres trabajos documentales que hoy nos ocupan, descubriendo y compartiendo su fascinación por Iztapalapa, por su gente, su cultura y su riqueza.

II. Iztapalapa, la puerta del sol

La primera imagen que nos recibe al inicio del video documental Iztapalapa, la puerta del sol, realizado en 2004, es la de un amanecer bellamente fotografiado por el renombrado cinefotógrafo suizo Toni Kuhn. Es en la primera mitad de este video de apenas 30 minutos de duración en donde se encuentra su mayor riqueza. Xavier Robles decide llevarnos al inicio de todo: al tiempo en el que el pueblo de Iztapalapa adoraba a sus dioses y cultivaba sus tradiciones y cultura hasta verse invadidos por la llegada de los españoles. Nos habla de la importancia que tenía en aquel tiempo el Cerro de la Estrella y las razones por las que hasta el día de hoy es el lugar más distintivo de Iztapalapa. Robles y Guadalupe Ortega desarrollan un guión que logra volver al espectador parte de ese momento, violento y cruel, en el que los pobladores de Iztapalapa lucharon, se defendieron y finalmente cayeron ante las fuerzas extranjeras.

Robles reconoce que el poder de Iztapalapa, la puerta del sol radica en los habitantes del lugar. En varias ocasiones nos muestra, ya en el año 2004, a niños llegando a sus escuelas, realizando actividades deportivas, tomando clases de natación, como si las cámaras no estuvieran ahí, intrusas dentro de sus espacios. El director consigue momentos valiosos mostrándonos al pueblo, hablándonos de la forma en la que algunas tradiciones han sobrevivido hasta nuestros días y otras, por la fuerza de la historia, han desaparecido.

Iztapalapa, la puerta del sol consigue situar al espectador en la zona que tanto atrajo al realizador para comenzar a transmitir el significado de Iztapalapa dentro de la Ciudad de México. Lugar emblemático y cultural, de espacios que, a paso lento pero constante, han conseguido levantarse, como el FARO de Oriente, centro artístico por excelencia en el que los iztapalapenses encuentran un lugar de expresión y orientación artística; centros educativos como la Universidad Autónoma Metropolitana; lugares que nos hablan del pasado que nació a partir de la conquista, como la Iglesia del Señor de la Cuevita. Templos levantados sobre pirámides y lugares de culto mexica, que los pobladores fueron volviendo parte de aquella nueva realidad en la que se vieron obligados a vivir.

La primera parte de este tríptico consigue, sobre todo, transmitir la importancia, tan vigente al momento de su realización como hoy, casi 20 años después, del Cerro de la Estrella para los habitantes del oriente de la ciudad: un reencuentro con sus raíces más profundas. El lugar en el que duermen los dioses de la Antigüedad y que, más allá de ser una zona histórica, es uno de los puntos geográficos de mayor tradición y misticismo de nuestra ciudad. Lugar que descansa, pero que también vela por su gente: el pueblo de Iztapalapa.

III. Iztapalapa, tierra de esperanza

El segundo de los trabajos lleva por título Iztapalapa, tierra de esperanza, del año 2005. Es en este video en donde se revela con mayor notoriedad el apoyo e intervención gubernamental y delegacional en el proyecto, el cual lamentablemente consigue opacar las voces de los realizadores dando paso a un video más enfocado en celebrar los logros oficiales dentro de la comunidad y menos interesado en explorar a profundidad a la gente, su historia y problemáticas, como se había conseguido en la primera parte de esta trilogía.

Las entrevistas en este trabajo son llevadas por profesores, padres de familia y sobre todo por autoridades encabezadas por Víctor Hugo Círigo, en ese entonces jefe delegacional en Iztapalapa. Robles comienza hablando sobre la forma en la que se habitó la delegación; tras años de corrupción y saqueo político, la crisis económica causó estragos en el campo. Decenas de familias campesinas tuvieron que dejar sus tierras y se encontraron a otros pobladores de la ciudad que, afectados por la economía, buscaban también un lugar dónde vivir. Así se fue formando una demarcación integrada por pueblos y barrios de origen prehispánico; un lugar que ofrecía oportunidades de vida digna a precios más accesibles y con nuevas oportunidades de empleo para las familias mexicanas.

Lentamente Iztapalapa fue poblándose y se convirtió en una de las zonas más complejas y problemáticas de la ciudad. En 2005, su población fija era de dos millones de habitantes y más de un millón de población flotante, ocupando la cuarta parte del total de la densidad demográfica del entonces llamado Distrito Federal.

Si las imágenes en este trabajo funcionan para revelar la realidad de la alcaldía en 2005, el guión muestra complicaciones en transmitir la visión de los realizadores. Robles expone a jóvenes limpiando parabrisas en las esquinas, calles oscuras y peligrosas, sugerencias de vandalismo y narcomenudeo. Pero las imágenes se contraponen con la “voz en off” que sirve como guía, así como con las entrevistas realizadas, que nos hablan más de una intervención gubernamental interesada en utilizar este trabajo para promover los logros del partido a cargo de la demarcación. Este detalle necesariamente consigue empantanar la narrativa visual de Robles y Ortega con cifras, datos generosos y logros que en buena parte chocan con la realidad de una delegación que, más allá de los políticos que la han regido, ha intentado sobrevivir y prosperar con los limitados medios con los que históricamente ha contado.

IV. Carnaval en Iztapalapa

Por fortuna, la trilogía de Robles y Ortega guardó su mejor carta para el final. Carnaval en Iztapalapa, trabajo presentado en 2006, consigue hacer a un lado la intervención de la delegación y sus autoridades para dar paso a un video documental en donde cada cuadro y cada línea nos llevan por un viaje de colores y tradiciones que consiguen transmitir la sensibilidad y el oficio de sus realizadores.

A diferencia de las dos primeras partes de este trabajo, limitadas por el tiempo que retratan, Carnaval en Iztapalapa puede apreciarse como una obra atemporal, que bien podría ocurrir este mismo año, sintiéndose tan vigente como cuando fue realizada. Los videos anteriores mostraban a Iztapalapa hace 20 años, con sus calles, su gente y problemáticas diversas; datos que hoy han quedado en el pasado de una zona en constante cambio y evolución. Pero el presente trabajo nos lleva a una celebración única y de gran valor para sus habitantes: el Carnaval de Iztapalapa, celebración que tiene sus orígenes desde antes de la llegada de los españoles y que hasta hoy tiene lugar durante los meses de febrero y marzo en Santa María Aztahuacan y el resto de los pueblos de la demarcación.

Carnaval en Iztapalapa cuenta dos historias: una visual y otra auditiva. Inicialmente ajenas, con cada nueva secuencia y diálogo consiguen tomar un rumbo paralelo que va acercándose, convirtiéndose en una gran historia dentro del universo que supone el Carnaval. Mientras las imágenes nos muestran las festividades, los colores, las máscaras y los disfraces que ya celebran, ya espantan, pero siempre divierten y honran las tradiciones, dos voces nos narran una historia de amor y desamor enmarcadas por el evento.

Blanca Guerra y Demián Bichir prestan las voces que nos acompañarán durante el video, interpretando a dos personajes que por casualidad se encuentran en una de las celebraciones del Carnaval. Ella, sensible, interesada en el arte y la fotografía; él, más hosco, más inclinado a los asuntos de la región y su gente, terminan teniendo un romance que crecerá, terminará y volverá a renacer durante cada celebración anual. Encuentros, desencuentros, momentos románticos, momentos violentos; palabras dulces, otras tantas amargas, en las que los guionistas nos cuentan una y mil historias que seguramente han acontecido en cada año en los que el Carnaval ha tenido lugar.

Las imágenes resultan tanto o más poderosas para volver al espectador parte de la fiesta. Una explosión de colores en cada rincón de las calles de Iztapalapa; mujeres cocinando y sirviendo mole de enormes ollas que alimentan a un sinfín de asistentes; platillos de los que podríamos asegurar que es posible percibir sus aromas; explosiones de fuegos artificiales que se confunden con los balazos, tan festivos como imprudentes, que los asistentes disparan hacia el cielo. Risas, gritos, relinchos, galopes, música, piropos, canciones de voces virtuosas, canciones desafinadas. Carnaval en Iztapalapa es una fiesta de alegría que nos habla de la gente. A través de su más grande celebración, Robles nos invita a conocerlos, dejando ver el deseo de los realizadores por preservar las tradiciones e identidad de los pobladores de Iztapalapa.

V. (Casi) Veinte años después

Este 2024 marcará el vigésimo aniversario de la presentación del primero de los trabajos aquí abordados. Iztapalapa, la puerta del sol, Iztapalapa, tierra de esperanza y Carnaval en Iztapalapa ofrecen un registro histórico de la que sigue siendo una de las zonas de mayor tradición en la Ciudad de México.

Si bien las dos primeras entregas pudieran sentirse hoy limitadas por la fecha de su realización, es valiosa la visión histórica que aportan sus realizadores. Por momentos constreñidos por la participación de las autoridades delegacionales, los cineastas consiguen dejar en segundo plano las voces de jefes, autoridades y delegados, y transportarnos con sus imágenes a un lugar que no todos los mexicanos se aventuran a explorar. Los rostros de los niños, con miradas ilusionadas que más tarde descubriremos nubladas en jóvenes en situación de calle, muestran una realidad que hasta hoy no se ha conseguido superar.

Pero más allá de la constante problemática de la zona, Robles y Ortega nos hablan de valiosas tradiciones, de una cultura que va mucho más allá de la representación de la Pasión de Cristo en Semana Santa o de ser el lugar en el que se encuentra el Cerro de la Estrella. Iztapalapa es también fiesta, es cultura, es gente que lucha diariamente por mantener vivo ese sitio que cobijó a sus antepasados.

La mirada de Xavier Robles continúa viva en su obra y puede sentirse especialmente en el tercero de estos videos, que hoy están al alcance del público interesado en la obra de un cineasta mexicano excepcional. Una extensa carrera en la que, a través de más de 30 guiones, abordó un México con problemas, pero también con tradiciones invaluables. Es ése el valor que Robles consigue transmitir en estos trabajos. La fuerza de un pueblo que lucha, resiste y vive. Y que hoy, más que nunca, es parte indivisible de un México que se transforma día a día, pero cuyo corazón sigue latiendo en el de cada uno de sus habitantes.



Referencias

García Riera, Emilio, Breve historia del cine mexicano. Primer Siglo (1897-1997), México, Ediciones Mapa, 1998.

Semblanza del realizador. Portal CorreCamara: ver aquí

Vega Alfaro, Eduardo de la, Xavier Robles, guionista fílmico excepcional. Portal CorreCamara:ver aquí



* Crítico de cine que ha colaborado para el portal www.correcamara.com.mx durante casi una década, ha cubierto varias ediciones del Festival Internacional de Cine de Morelia, entre otros certámenes. Colaborador en el libro Dos amantes furtivos: cine y teatro mexicanos, coordinado por Hugo Lara y publicado por Paralelo 21, en el que es autor del capítulo “Hugo Argüelles. Dramaturgia en la escena y la pantalla”. Coeditor del libro digital Año Covid: Notas sobre el cine y la cultura durante la pandemia 2020. Ha participado hablando sobre géneros e historia del cine en varios episodios de producciones para televisión como D Todo y Lugares Secretos: Bitácora de un México escondido. Actualmente labora en Canal Once, el canal de televisión cultural más importante de América Latina, donde se desempeña como coordinador de producción, guionista, editor y realizador.

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