Dr. Carlos Ruiz Abreu

Cacique pero revolucionario, caudillo
pero autoritario, fanático pero
progresista

Tomás Garrido Canabal nació el 20 de septiembre de 1890 en la hacienda Punta Gorda de Playas de Catazajá, Palenque, Chiapas. Sus padres eran ricos hacendados, dueños de extensas tierras dedicadas a la ganadería. A pesar de los antecedentes conservadores y terratenientes de su familia, desde muy joven sus pensamientos se fueron conformando con ideas democráticas y liberales, las cuales reafirmó con la carrera de derecho. Todo ello hizo que descubriera y reconociera el rico contenido social de la Revolución Mexicana. En la década del conflicto armado, su formación e influencia ideológica las obtiene principalmente de Salvador Alvarado, Felipe Carrillo Puerto y Francisco J. Múgica.

Su formación política fue de menos a más como su paso por la administración pública. Su debut lo hizo a los 20 años como regidor del Ayuntamiento de Jonuta, Tabasco. En 1915, el gobernador de Yucatán, Salvador Alvarado, lo nombra vocal de la comisión revisora de procesos penales y en diciembre de ese mismo año jefe del departamento legal. Durante el tiempo que Francisco J. Múgica fue gobernador de Tabasco, es nombrado fiscal del Supremo Tribunal de Justicia del estado; jefe del departamento judicial; y componente de la junta revisora de códigos. Entre 1917 y 1920 fue juez de distrito en Tabasco y Puebla; gobernador interino en Yucatán y Tabasco, y secretario de Gobierno en este último. De 1920 a 1935 dominó la esfera política de Tabasco siendo gobernador interino, constitucional y senador. En 1934 forma parte del gabinete del general Lázaro Cárdenas, quien lo nombra secretario de Agricultura y Fomento.

Todos y cada uno de los detalles de la vida pública y privada de Tomás Garrido los podemos seguir, en ocasiones, de manera minuciosa en su archivo personal y extraer importantes conclusiones. En este sentido, debemos tomar en cuenta que la historia es una ciencia donde el método o los métodos para alcanzar su cientificidad son parciales. Además, que colocar a un personaje en su justa dimensión es una tarea muy difícil. Los historiadores, literatos, poetas, abogados y otros muchos que han escrito algunas líneas, o voluminosas obras, sobre Tomás Garrido Canabal, no han podido o no han querido ofrecernos un justo medio de su vida y obra.

Nadie puede reconstruir una historia y una época con total objetividad, y la de Tomás Garrido Canabal no es la excepción. Podemos acercarnos a ella, podemos tratar de ser imparciales; sin embargo, la naturaleza del hombre, quien es el que crea, vive, analiza y reflexiona sobre los acontecimientos históricos y sus personajes por medio de las fuentes primarias y secundarias, no puede desprenderse de su carga psicológica. Como muestra un botón: ¿por qué es tan difícil juzgar a Tomás Garrido sin caer en la idolatría o la satanización? Al respecto es necesario consultar la bibliografía existente.

Los primeros años de la década de los veinte son clave en la vida de la sociedad tabasqueña. A partir de entonces, jamás volvería a ser igual. El garridismo fue un parteaguas en la historia local, un movimiento que trastocó todas las esferas del conocimiento y sentimiento humano de los pobladores tabasqueños. Estuvo presente en todos los rincones de la geografía estatal, todos los hogares, todos los hombres dedicados a la política y a la cultura tabasqueña de aquellos tiempos.

El garridismo fue una moda en su momento. En el ámbito nacional existían personajes que actuaron como él ―o él actuó como ellos―, o simplemente eran producto de su tiempo, pero Tomás Garrido Canabal superó a cualquiera de ellos en todos los sentidos. La huella que dejó, las pasiones, los rencores y las envidias que despertó, el trabajo que propuso, el desarrollo agrícola y ganadero que emprendió, su obsesión contra la Iglesia y sus ministros, contra el alcoholismo y los juegos, todo ello constituyó una guerra sin cuartel. Combatió el fanatismo con fanatismo, máxima que cautivó a unos y horrorizó a otros. Todo lo anterior, en su conjunto, augura que en su archivo personal se pueda rastrear la personalidad de un hombre, que aún hoy no está completamente descifrada y que ha provocado opiniones totalmente polarizadas. A Garrido se le ha comparado con hombres "buenos" y "malos" en la historia de la humanidad, en México y en Tabasco, pero tales comparaciones nos han dejado más preguntas que respuestas. El archivo particular de Tomás Garrido responderá muchas dudas, de eso estamos seguros, pero también creará un sinnúmero de preguntas.

A lo largo de los años la imagen de Tomás Garrido se ha fortalecido y se ha denigrado, los epítetos van y vienen entre más se investiga, entre más dudas tenemos y certezas conocemos, un nuevo signo negativo o positivo se le agrega a su larga lista. Desde el pueblo común y corriente hasta los políticos de la época y posteriores, revolucionarios y posrevolucionarios de ayer y de hoy, historiadores y pseudo historiadores, estudiosos y curiosos, todos tratan de etiquetarlo, de enjuiciarlo, con o sin conocimiento de causa.

Es común oír desde el típico "me lo dijo personalmente"; "llamó a Julián y le ordenó tal cosa"; "lo oí en Villahermosa"; "lo viví en carne propia en Frontera"; "me lo dijo don Pedro de Cárdenas"; "mi abuelo, mi padre y mi madre me contaron"; hasta la información real de los archivos y bibliotecas, nacionales y extranjeras. Todos, sin excepción, han querido pasar a la historia tratando de descubrir al héroe o al villano, como una especie de historia televisiva. Muchos se han acercado y han ido descubriendo al ser humano por medio de un análisis serio, y revelando parte de su personalidad, de sus actos y de la época, con tan magistral elocuencia que realmente convencen. Sin lugar a dudas este archivo colaborará para articular mejor lo que fue y es Garrido en la esfera local, regional y nacional.

Sus aguerridos detractores lo acusan de sátrapa, dictador, asesino, violento, mujeriego, loco, latifundista, falso, pésimo gobernante, ateo, maquiavélico, fanático, traidor, radical, cacique, intolerante, egocentrista y terco. Los que lo quieren opinan que fue "El hombre del sureste", de acción, líder carismático, lúcido, estadista, caudillo, valiente, inteligente, hábil para la política, conciliador, progresista, estaba en el lugar y en el momento precisos, la saeta roja, líder institucional, socialista, pragmático, hermético, trabajador, líder civil, revolucionario; impulsor de la educación, de la agricultura, de la ganadería, promotor del obrero, del campesino, de la mujer y de la juventud, compañero de las clases populares, hombre con principios convencido de sus ideales. Esto y más se puede corroborar o negar a partir de su archivo personal.

Es importante que aclaremos algunos conceptos en esta breve semblanza, antes de que nos cubra el manto ―quizás rojo― con que muchos nos etiquetarán por cometer la osadía de preocuparnos por ignorar menos la historia de Tabasco y por conocer más y mejor a uno de sus hijos más controvertidos. La historia del garridismo, o cualquier otra, no debe analizarse desde una perspectiva oficial; la historia como ciencia no se mide por hombres y acontecimientos buenos o malos, por héroes o villanos. La historia es una disciplina que trata de descubrir los hechos pasados desde el presente. El historiador deberá analizar el contexto histórico en el que se desenvolvió el personaje, ver más allá del simple mote o epíteto, profundizar en cada uno de sus actos, analizar cómo, cuándo y por qué lo dijo, o por qué actuó de esta u otra manera. Por qué tomó la decisión que conocemos y no otra que sería lógica para su tiempo o para el actual, o para el pensamiento crítico del historiador. Es imposible que el historiador se deslinde de sus cargas emocionales, sus virtudes, sus deficiencias o perfeccionamientos profesionales y académicos. Por ello, el archivo personal de Tomás Garrido ayudará a contextualizar en el tiempo y en el espacio cada una de las decisiones y de las acciones del personaje en cuestión.

Lo anterior, más que un consejo o regaño, más que una posición o imposición, es una invitación para que reflexionemos, y para que este archivo que hoy se da conocer sirva para descubrir y analizar una época, una provincia, la vida personal y pública de Garrido Canabal, comparar el desarrollo de otras provincias y el caudillismo; no para odiarlo o quererlo más o menos, sino para explicarnos por qué actuó de un modo u otro, y tratar de acercarnos lo más posible a la verdad histórica, a nuestra verdad, o la verdad, si se puede, del mismo Garrido.

Al revisar la bibliografía disponible sobre Tomás Garrido, advertimos que buena parte de los estudios han centrado sus esfuerzos y expectativas de análisis en la figura del personaje de afuera hacia dentro. Esto es, desde el contexto nacional y regional hasta el local. Nosotros creemos que quien se introduzca al archivo personal de Garrido podrá percibir inmediatamente lo contrario; podrá reconstruir la época de un estado y de un personaje de adentro hacia fuera. Por ejemplo, la vida institucional, política y económica de Tabasco, o la historia del caudillo, se han relacionado con personajes fundamentales para la comprensión del México actual, tales como Salvador Alvarado, Felipe Carrillo Puerto, Francisco J. Múgica, Heriberto Jara, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas.

Hoy, con la publicación del primer tomo del catálogo del archivo personal de Tomás Garrido, y posteriormente con la serie completa, se pretende constituir una base para nuevas investigaciones y reinterpretaciones, para que se comprueben o nieguen las teorías e hipótesis anteriores.

Tomas Garrido Canabal había salido exiliado de México en 1934. Costa Rica fue el país que lo acogió y al que llevó su archivo personal, incluidos los rollos de película. Fue hasta 1992, más de cinco décadas después de su muerte, el 8 de abril de 1943, que su familia trasladó el archivo de Costa Rica a México y decidió entregarlo al Archivo General de la Nación. La extraordinaria colección (182 cajas con aproximadamente 150 mil documentos escritos, más mil libros, 300 folletos, 500 revistas, sin contar diarios y recortes periodísticos, partituras musicales, títulos de propiedad, mapas, planos y alrededor de 4500 fotografías que datan de 1916 a 1935) que la institución dio a conocer a través de la publicación de los tres tomos que conforman El hombre del sureste: relación documental del archivo particular de Tomás Garrido Canabal, citado en el material de apoyo.

El acervo fílmico garridista, resguardado por la Cineteca Nacional, representa una fuente valiosa para entender el discurso político y propagandístico de la época. Sin embargo, hacen falta estudios exhaustivos que permitan desentrañar todo su potencial en la construcción de narrativas históricas y culturales. Esta exposición tiene como objetivo dar a conocer este rico acervo, sacando a la luz datos poco conocidos (incluidos los autores detrás de estas imágenes en movimiento) y promoviendo investigaciones que se detonen a partir del visionado de estos materiales. Presentados bajo un criterio temático de seis bloques y un colofón, los filmes esperan ser explorados a profundidad, lo que podría abrir nuevas perspectivas y enfoques interdisciplinarios que enriquezcan el conocimiento sobre este periodo histórico.

La entrega tuvo lugar el 25 de agosto de 1993. La Cineteca Nacional recibió de manos del representante del Archivo General de la Nación la colección fílmica de Garrido Canabal, misma que estaba formada por 72 rollos de diverso pietaje. Faltaba someterlo a revisión para cerciorarse de su estado, mismo del que se dio cuenta a menos de un año de la citada recepción, el 22 de junio de 1994. En el documento se pormenorizó que la colección constaba de: 13 rollos de formato de 16 mm en soporte de acetato y 59 rollos en formato de 35mm en soporte de nitrocelulosa.

Debieron excluirse ocho rollos de nitrocelulosa que ya se encontraban en tal estado de descomposición que fue imposible su restauración. Los demás con el mismo soporte fueron reparados y lo más importante respaldados en copias en triacetato. Para el mes de abril de 1994 se concluyeron las labores manuales de restauración.

El deterioro del material consistía en “roturas, perforaciones, desgarradas, fotogramas desvanecidos, etc.”, como consta en el acta correspondiente. El que más preocupó fue sin duda el encogimiento del material, pues el filme pierde la medida exacta de 35mm, lo cual impide su copiado de manera convencional porque ya no se corresponde con los engranajes de las copiadoras. Por tanto, se realizó su respaldo con el método de copiado óptico, cuadro por cuadro, lo cual encareció el proceso. En su momento se calcularon los gastos en N$ 10.000.00 aproximadamente.

Respecto a los materiales en 16mm la situación fue diferente, pues estaba en general en buen estado. Finalmente, este material en soporte de acetato positivo (una parte en color) de aproximadamente 664 pies, que dan 17 minutos de proyección, se reparó con éxito y logró ser visto en pantalla. El informe está firmado por la entonces directora de Cinematografía la licenciada Guadalupe Ferrer Andrade.

En los expedientes de Cineteca Nacional se conserva otro documento posterior, fechado el 11 de junio de 2003, en el que se reiteran los aspectos del primer informe; lo que destaca en este caso es el respaldo en formato de video en una copia en Betacam ubicada en la bóveda de su Videoteca. En esta ocasión el responsable del informe fue el licenciado Salvador Hernández Hermosillo, subdirector de Acervos de Cineteca Nacional.

El tratamiento y rescate de los materiales fílmicos de Garrido por parte de la Cineteca Nacional representa un evento significativo para la preservación del patrimonio cinematográfico de México. Estos materiales, que capturan una parte importante de la historia cultural y artística del país, así como las tareas de la Cineteca, son fundamentales para la conservación y difusión del cine. Su preservación no sólo garantiza el acceso a este legado invaluable, sino que también enriquece la memoria colectiva, permitiendo un análisis más profundo de la evolución del cine y su impacto en la sociedad mexicana.

La única referencia que se tenía sobre el o los creadores de las imágenes fílmicas de Garrido Canabal era el nombre de Ignacio Illán junto con el dato del laboratorio de Julio Lamadrid, consignado en el rollo número 22 (Manifiesto del pueblo tabasqueño en honor del General Obregón). De acuerdo con dicho dato la doctora Iliana Ortega, con apoyo del personal de la Cineteca Nacional y tomando como base el trabajo de investigación de Alix Samantha Sánchez, inició el rastreo de dicho personaje, lo que nos llevó a la historia de la fotografía fija en Tabasco debido a que los hermanos Illán Cortés habían establecido un estudio fotográfico, ubicado en la calle Sarlat. El hermano mayor, Salvador, formado por el reconocido artista de la lente Manuel de la Flor, vio en su alumno una seria competencia y un riesgo de perder clientela; la disputa entre ambos llegó a los golpes y en 1911, en consecuencia, se entabló un proceso legal.

Salvador es sin duda el más conocido y de quien se sabía que era uno de los profesionales que documentaba tempranamente las giras de Garrido Canabal; además de que se convirtió en 1914 en el fotógrafo oficial del semanario de circulación nacional Tabasco Gráfico. Ignacio, menor por siete años, fue socio del estudio hasta que logró independizarse de su hermano alrededor de 1915. Queda constancia de las direcciones de sus respectivos establecimientos, el de Salvador en la calle Juárez y Lerdo sin número y el de Ignacio en Juárez número 45.

Lamentablemente poco ayuda, para su rastreo, el hecho de que en marzo de 1937 gran parte de su acervo se perdió en un gran incendio en una propiedad de Salvador. No obstante, queda huella de su trabajo fotográfico, mismo que se preserva en el Archivo General de la Nación. Y, por si fuera poco, existe además un detalle que crea confusión, pues en la escritura de su apellido los hermanos a menudo cambiaban la letra inicial, de tal suerte que podemos encontrar imágenes firmadas de puño y letra en las que se lee Yllán e Illán, siendo este último el más frecuente.

Lo que sí era sabido, gracias a investigaciones locales, es que eran ampliamente conocidos por sus fotografías con “toques artísticos” y porque de manera paralela hacían películas vinculadas a las actividades de Garrido Canabal, motivo por el cual fueron considerados como los fotógrafos y cinefotógrafos del singular personaje político, aunque, y es importante aclararlo, continuaron de manera paralela con su labor de fotógrafos de estudio en la capital del estado. Sin forma de comprobarlo se suelen adjudicar las fotografías de Garrido Canabal a Salvador y las películas a Ignacio, quien se había incorporado a organizaciones garridistas, y lo que propició su cercanía con el régimen. No obstante, trabajaban en conjunto y no descartamos que también Salvador realizara algunas de las tomas cinematográficas.

Se ha especulado, sin sustento, que Ignacio Illán había sido formado en el oficio por el productor y director hollywoodense Cecil B. DeMille en los Estados Unidos, sin embargo, no existe prueba alguna de ello. Más creíble es su relación laboral con Julio Lamadrid, que tenía un laboratorio en la Ciudad de México, y que fue quien lo formó en el quehacer cinematográfico y le transmitió los pormenores de la técnica.

Lo que sí es un hecho es que para 1926 se hicieron cargo de las filmaciones de Garrido Canabal a petición de éste para fortalecer la propaganda de su gobierno. Se trata de documentales que hoy son memoria en movimiento de las actividades que le dan identidad al pensamiento garridista, siendo las más polémicas la abolición del alcoholismo y la lucha anticlerical al igual que las reformas en el sistema educativo, la promoción de los productos ganaderos y agrícolas de Tabasco y la formación de sindicatos y ligas con intereses políticos y sociales. De todo ello queda testimonio cinematográfico.

Al final de garridismo los hermanos abandonan sus actividades, De Salvador no se sabe más salvo por la noticia del incendio mencionado antes en su propiedad “La Abuelita”, y de Ignacio, que se dedicó a la óptica y fabricación de lentes de todo tipo.