Sobre libros y escrituras - Recorrido Historico
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La enseñanza y práctica del grabado y la litografía en la Academia de San Carlos (1781-1839)

La permanencia de determinada técnica en los impresos dependió de los costos de los materiales, el tiempo invertido en la realización de la placa y el tipo de reproducción; en este sentido, las nuevas técnicas, aunque fueran más eficientes, no suplantaron inmediatamente a las anteriores, sino que se integraron con ellas.

A comienzos del siglo xix continuaron activos en la elaboración de estampas algunos grabadores que habían laborado desde el siglo anterior, como Francisco Agüera Bustamante o Vicente Espejo; no obstante, con la fundación de la Academia de San Carlos en 1781 por el zamorano Jerónimo Antonio Gil, el grabado tuvo un nuevo impulso.

En 1788 llegó a la Nueva España José Joaquín Fabregat para dirigir las clases de grabado en lámina y crear cursos de estampado. Luego, tras la muerte de Gil en 1798, Tomás de Suria ocupó el cargo. Así, tanto profesores como alumnos pensionados contribuyeron en el auge de la profesionalización y la calidad de los impresos.

Se elaboraron estampas para ilustrar libros de diversas temáticas, como por ejemplo La vida de San Felipe de Jesús, protomártir de Japón y patrón de su patria México (1801) o Vida de J.J. Dessalines, jefe de los negros de Santo Domingo (1806).

Con el inicio de la guerra de Independencia empezaron a hacerse más frecuentes los grabados en madera, debido al aumento del precio de las placas de cobre, las tintas y el papel, ya que la madera permitía imprimir al mismo tiempo imagen y texto compuesto en caracteres tipográficos. Asimismo, en la elaboración de estampas religiosas comenzaron a sustituirse las planchas de madera por las de plomo, que tenían mayor durabilidad.

Al consumarse la Independencia, Mariano Torreblanca, egresado de la Academia, asumió el papel de grabador oficial, tras haber trabajado con el escritor Fernández de Lizardi. Entre las obras que elaboró figuran los escudos nacionales del Imperio de Iturbide (1821-1823) o la imagen de la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos en 1824.

Desde la primera mitad de 1825, los italianos Claudio Linati y Gaspar Franchini iniciaron gestiones con el gobierno mexicano para establecer un taller de litografía y enseñanza de la técnica en México. Desembarcaron en Veracruz el 22 de septiembre de ese año y arribaron a la capital del país en octubre. Luego de la muerte de Franchini, en enero de 1826 Linati instaló su taller y, paralelamente, fundó y publicó el periódico El Iris junto con Florencio Galli y José María Heredia; sin embargo, el periódico fue catalogado como subversivo, crítico y radical.

A pesar de varias vicisitudes, el periódico siguió publicándose hasta septiembre de 1826, con varias litografías a cargo de Linati, quien ya había formado un pequeño grupo de discípulos mexicanos; no obstante, sus escritos políticos contra el gobierno mexicano no fueron bien acogidos y fue forzado a abandonar el país a finales de aquel año.

Durante su estancia en México, Linati enseñó el oficio de la litografía al oaxaqueño José Gracida (estudiante adelantado de la Academia de San Carlos) y a Ignacio Serrano (o José María Serrano), oficial del Estado Mayor; también enseñó la técnica a algunos jóvenes del Hospicio de Pobres.

La labor de ambos aprendices estuvo supeditada a las instancias gubernamentales, puesto que la Secretaría de Relaciones Exteriores expropió las prensas y materiales de Linati debido a los adeudos que tenía el artista con las autoridades nacionales.

Con todo, el gobierno de Guadalupe Victoria no impulsó el uso de las prensas, así que no hubo producción significativa entre 1827 y 1828 y las prensas quedaron “arrumbadas”.

En 1827, la Academia de San Carlos solicitó los materiales de Linati a la Secretaría de Relaciones Exteriores, mismos que fueron trasladados en 1828. El primer profesor de litografía en la Academia fue Ignacio Serrano, bajo cuya dirección trabajó Vicente Montiel.

A pesar de varios proyectos, no prosperó el fomento al arte litográfico, ya que la Academia constantemente careció de fondos, sobre todo luego de que en 1817 dejara de percibir los ingresos que enviaba la Corona; además, no se abrían plazas para sustituir a los directores de los ramos que iban falleciendo.

En 1830 la Academia elaboró un dibujo alegórico para adornar la Invitación para los festejos de la Independencia, con imágenes litografiadas por Mariano Contreras y firmadas por el taller de Patiño Ixtolinque, y en 1831 se litografiaron las imágenes del nuevo papa Gregorio XVI.

En 1832 ingresaron en la Academia Diódoro Serrano, Hipólito Salazar, Diego Schmitz y José Antonio Gómez, discípulos de Vicente Montiel; asimismo, y aunque de manera particular, se ilustró uno de los pocos periódicos científicos y literarios de la época, el Registro Trimestre, bajo el auspicio de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

No se tienen registros de los trabajos elaborados entre 1832 y 1835, sino hasta que la Secretaría de Estado solicitó al secretario de la Academia la llave del Departamento de Litografía para que Agustín Serrano trabajara las láminas de la Revista Mexicana.

Durante la década de 1830, probablemente, los utensilios litográficos se usaron esporádicamente para peticiones del gobierno o para otro tipo de obras como piezas de música o portadas de libros.

Por disposición del presidente de México, Anastasio Bustamante, el 27 de febrero de 1839 se ordenó que las prensas de Linati se entregaran al Colegio Militar para la impresión de la Táctica de infantería y Ordenanzas del ejército, ya que el establecimiento no contaba con los fondos necesarios para comprar esos materiales que eran indispensables para “continuar sus tareas”.

Desde entonces se perdió por completo el rastro y paradero de las prensas de Linati y de la litografía vinculada a la Academia en los primeros años del siglo xix; empero, la litografía mexicana habría de conseguir y consolidar su éxito en los talleres comerciales en manos de editores audaces como Ignacio Cumplido a finales de la década de 1830.

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