Hay un interesante debate que frecuentemente parte de un corto ensayo publicado por Octavio Paz. En él se hallan elementos para distinguir entre el significado al que remiten las palabras "revuelta" y "revolución". No es un mero divertimento filológico, es de hecho una base sólida para construir argumentos cuando se observan guerras civiles, movimientos ideológicos, transformaciones en la conciencia política de un colectivo. Reducida al esquema, la diferencia que traza Paz indicaría que hay una revuelta ahí donde la violencia no tiene sentido ni propósito. Una rebelión ocurre cuando el descontento reduce en alcance y número a sus protagonistas. La revolución es mayoritaria y pronto se entiende la justificación de aquellas acciones que logran subvertir el orden en una sociedad. Una revolución tiene como premisa la transformación de aquel contexto hacia un Estado de derecho más equitativo y democrático. Los hermanos Enrique y Ricardo Flores Magón fueron encarcelados, juntos y por última vez, bajo un cargo relativamente menor (en marzo de 1918, acusados de agitación y sedición, como se define en el Acta antiespionaje de 1917 - Title 50 of the U.S. Code, War & National Defense). Pero fueron recluidos por el potencial advertido en sus acciones y en la trascendencia de su militancia. No por lo que hicieron, sino por aquello que hubieran podido hacer. Se sabía que las ideas anarco-socialistas de los Flores Magón eran latente brasa para encender una revolución, allí donde se repitieran. En los Estados Unidos la doctrina de la "acción preventiva” en la guerra contra otras naciones o como medida de contención del crimen doméstico data justamente de finales del siglo xix. Dicha prédica reputa su origen en las guerras del Peloponeso que enfrentaron a Esparta y Atenas unos cuatro siglos antes de la era común. William Howard Taft y Woodrow Wilson, presidentes norteamericanos entre 1909 y 1921, eran firmes creyentes de la conjetura y la alevosía como legítima defensa.
En el extremo del estado de Kansas y la frontera con Missouri, un decreto especial del Congreso de los Estados Unidos mandó construir la primera de un sistema federal de prisiones en 1897. La fase inicial se completó como parte de un campo disciplinario del ejército en 1903. La penitenciaría de Leavenworth operó a partir de 1906. Las obras continuaron hasta 1919, de modo que el sitio era más un campo de trabajos forzados que una institución de reinserción social y procesamiento judicial. Planeada para admitir hasta 1200 prisioneros, para 1915 ya excedía en 40% su capacidad máxima. El edificio mismo fue diseñado adaptando, al interior, la estructura radial propia del panóptico, mientras que la fachada emula a la arquitectura grandilocuente y de alusiones grecolatinas que caracteriza al Capitolio en la capital de los Estados Unidos. El sitio en términos geográficos y el programa que la anima, hablan de una democracia en cuyo centro están las leyes contenidas en su Constitución y una política de encarcelamiento igualmente perdurable como premisa.
Postal, 1942. Prisión Federal de Leavenworth.
El 24° Regimiento de Infantería del Ejército de los Estados Unidos, un gran número de miembros del International Workers of the World (iww) y los dirigentes del Partido Liberal Mexicano coincidieron en la prisión de Leavenworth en 1918. El sistema penitenciario de aquel momento era profundamente racista e intentó confrontar a diversos grupos étnicos como parte de una campaña de aislamiento y control sobre la población recluida. Sin embargo, los soldados afrodescendientes del “Semper paratus” (siempre listos), los recientes emigrados europeos que conformaban las bases obreras y campesinas del iww (“Wobblies”) y los mexicanos muy pronto encontraron estrategias para resistir tal segregación. Autoridades de diverso nivel intentaron disfrazar aquella discriminación de concesión y bondad; se crearon actividades deportivas donde azuzar diferencias entre blancos y negros, se culpó de faltas al reglamento a nativos norteamericanos y mexicanos confundiéndoles programáticamente, prohibieron reuniones, dado que cada etnia o raza estaba contenida en zonas separadas de aquella instalación carcelaria, etcétera.
Los hermanos Ricardo y Jesús Flores Magón acompañados de operarios del periódico Regeneración, 424309. El edificio estaba ubicado en 2325 de Ivanhoe Ave., Edendale (hoy 2325 Glendale Blvd.), Los Ángeles, Calif. Imagen tomada de Mediateca inah.
El otro gran argumento que esgrimieron como defensa los presos de este sistema fue el de identificarse más allá de la denominación que el gobierno les imponía; los miembros del iww se decían “ciudadanos de la industria”, rechazando su pertenencia a cualquier nación (amén de que no tenían pasaportes de origen ni visas de trabajo en los Estados Unidos). Los soldados del 24° eran constantemente agredidos por la población racista del sur y se les culpó de diversos desmanes que protagonizó aquella turba de segregacionistas. Los Flores Magón y Librado Rivera eran considerados maestros por estos otros reclusos; de ellos aprendieron a desdeñar prebendas que más tarde los habrían hecho antagonizar con otros grupos al interior de la prisión. Los mexicanos, además, tenían un estatuto legendario entre las historias que se comparten dentro de una institución así: los miembros del iww leían Regeneración mucho antes de ser encarcelados, el plm sobrevivió brutalidad policiaca en Los Ángeles, pasaron tiempo en aislamiento en la Prisión Territorial de Yuma, en Arizona, aguantaron la infame isla de McNeil en Washington. Su fama era de incorruptibles y confiables.
Los Flores Magón pasaron los últimos años de su vida presos en Leavenworth; Enrique contrajo influenza, que se complicó en neumonía, Ricardo murió víctima de un ataque al corazón a consecuencia de la tuberculosis que lo afectaba, aunque Librado Rivera y su hermano Enrique mantuvieron siempre que el cuerpo mostraba signos de estrangulamiento. En 1945 sus restos fueron repatriados y depositados en la Rotonda de los Hombres Ilustres en el Panteón de Dolores de la Ciudad de México.