En Los Ángeles, California, a principios de 1908, un periodista deportivo del Record se encuentra en la comisaría para realizar su trabajo de reportero tras unos incidentes menores. En la cárcel del condado, cuatro mexicanos detenidos, acusados de violar las leyes de neutralidad de los Estados Unidos esperan su sentencia final. Las circunstancias, o la casualidad, reunieron al joven corresponsal deportivo con estos cuatro revoltosos que, al parecer, querían, irónicamente, invadir su propio país desde la nación vecina. Fue así como John Kenneth Turner entró en contacto con Enrique y Ricardo Flores Magón, Antonio Villarreal, Librado Rivera y la realidad mexicana que distaba mucho de la imagen que el régimen porfirista daba al exterior. Inspirado por el relato de los cuatro detenidos, Turner emprendió, como buen investigador, un viaje a México para conocer la verdad que se escondía al sur del Río Bravo: Por qué el país del Orden y Progreso, gobernado por el general Porfirio Díaz en forma consecutiva desde 1884, contaba con enemigos que buscaban derrocarlo del poder. Tanto la curiosidad como la empatía con los detenidos llevaron a Turner a emprender un viaje a México para conocer de cerca lo que sus testigos le comentaron sobre la tiranía que se vivía en el país vecino. Las impresiones de Turner fueron publicadas por la American Magazine y dos años después formaron parte de México bárbaro (Barbarous Mexico, Chicago, 1910), donde descargó una serie de críticas al régimen del general Díaz. En este importante texto pueden confirmarse las terribles condiciones que padecían la mayoría de los mexicanos, peor aún si eran indígenas mayas y yaquis, pues eran tratados como esclavos. La indignación de Turner no sólo se dirigió al general, sino también a su propio gobierno que, a su parecer, fomentaba que esta situación prevaleciera en México, reflejo de un imperialismo que sus testigos recluidos en Estados Unidos le habían advertido. Sin embargo, esta situación no era nueva en México, pues en su juventud como estudiantes de jurisprudencia, los hermanos Flores Magón, Villarreal y Rivera, entre otros, habían denunciado la situación nacional. Algo no funcionaba en el régimen del “Orden y Progreso” que los párvulos del positivismo, anticlerical y liberal, habían descubierto en sus lecciones sobre la Constitución de 1857, las garantías y derechos que ésta consagraba, y cómo comenzaron a modificarse para cancelarlos.
La realidad de los detenidos en aquella cárcel angelina había comenzado mucho tiempo antes, cuando aún eran jóvenes estudiantes de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, y que gracias a la influencia de sus padres o familiares habían crecido en el seno del liberalismo decimonónico, y cuestionaban cómo los hombres de Estado allegados a Porfirio Díaz vulneraban la Constitución liberal de 1857 que, entre otras cosas, sustentaba la legalidad, la libertad y la justicia. Justamente, estos tres pilares fueron los que las juventudes universitarias mexicanas creían que se violentaban con una tercera reelección del “Héroe del 2 de abril”. Si bien no criticaban el beneficio material y económico, ni la estabilidad política que don Porfirio había logrado para México, sí consideraban que los ideales del liberalismo debían consagrarse en un Orden y Progreso que fueran más allá de lo material y la continuidad de la clase gobernante.
A mediados de mayo de 1892, justo al momento en el que se anunciaba que la tercera reelección del general Díaz era inminente, los estudiantes de medicina y de jurisprudencia salieron a las calles de la Ciudad de México para exigir a las autoridades que no se violara de nuevo la Constitución; para ellos, Díaz había cumplido y era momento de dar paso a una verdadera democracia. Los hermanos Flores Magón, así como otros partícipes del “mitin monstruo”, como le llamaron, estaban influenciados por una prensa de oposición que cada día cuestionaba más al régimen, que se fortalecía. Por supuesto, para las autoridades locales y federales, estos revoltosos no eran más que eso, sin embargo, no querían correr riesgos, de ahí que emprendieran acciones para vigilarlos, reprimirlos y darles un escarmiento. En cuanto a la prensa opositora, la acción fue la censura. El Demócrata, El Hijo del Ahuizote y El Diario del Hogar fueron cerrados y sus editores encarcelados o multados.
El escarmiento causó efecto en algunos jóvenes. Con el tiempo, el movimiento estudiantil comenzó a dividirse en facciones. Unos apoyaron a Díaz, otros a Reyes, y algunos otros, como los Flores Magón, Villarreal y Rivera, evolucionaron hasta proponer una revolución político-social que equilibrara el juego del poder en México. Fueron precisamente estas ideas e intentos revolucionarios frustrados los que los llevaron a prisión a partir de 1900, y al exilio y a la cárcel ocho años después en el país de la “democracia y la libertad”, al que Turner también comenzó a cuestionar después de su viaje a México.