Plutarco Elías Calles: los sonorenses se unen

Algunos estados del norte del país fueron escenario de ciertos sucesos de los que nos ocupamos en esta exposición; en el caso de Sonora, fue el estado natal de Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, y estos tres sonorenses jugaron un papel relevante que impulsó la rebelión de Agua Prieta.

En 1913, Elías Calles se había sumado al movimiento revolucionario bajo las órdenes de Obregón por lo que siete años después, a pesar de laborar en el gobierno de Venustiano Carranza en la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo, renunció en febrero y apoyó al candidato presidencial Álvaro Obregón.

La imposición de Ignacio Bonillas llevó a que Elías Calles proclamara el Plan de Agua Prieta el 23 de abril de 1920. En dicho manifiesto, el primero en firmar fue el hombre que aquí mostramos, el general Calles. En el artículo VII se asienta que todos los generales, jefes, oficiales y soldados que secunden el plan quedarán supeditados al entonces gobernador de Sonora, Adolfo de la Huerta, quien tendría interinamente el carácter de Jefe Supremo del Ejército con plenas facultades para la organización política del movimiento.

El Plan de Agua Prieta

En la ciudad fronteriza de Agua Prieta, Sonora, se proclamó un plan en el que los firmantes denunciaron que Venustiano Carranza había burlado “de una manera sistemática” el voto popular y, como bien puede leerse, expusieron a grandes rasgos esos actos que consideraban como violaciones a la ley; incluso mencionaron que el proceder de Carranza devino traición al movimiento constitucionalista que él mismo defendió en el año de 1917 al promulgarse la Constitución.

Esta pieza fotográfica de la Fototeca Nacional capturó la lectura que hizo Plutarco Elías Calles del Plan de Agua Prieta a un grupo de ocho hombres. Las piernas de otro escucha, del que no se alcanzó a retratar más, nos indican que el grupo era más grande, lo que coincide con el hecho de que el plan cuenta con 107 firmantes.

Álvaro Obregón contra la imposición

Antes de anunciarse el Plan de Agua Prieta, Álvaro Obregón fue aspirante a la presidencia; sin embargo, durante las campañas electorales la cercanía entre Obregón y Carranza desapareció cuando este último apoyó a Ignacio Bonillas. La ruptura del general sonorense y el Primer Jefe del ejército se volvió irremediable, e incluso algunos actos de proselitismo fueron hostigados hasta que en abril de 1920 Obregón fue citado a comparecer ante un juez en la Ciudad de México para enfrentar las acusaciones de conspiración contra el gobierno, al lado del general Roberto Cejudo. No obstante, la situación le generó desconfianza por lo que decidió huir hacia el sur, rumbo al estado de Guerrero. Así pues, el 30 de abril Obregón se pronunció en favor del movimiento de Agua Prieta, poniéndose a disposición del gobernador de Sonora, Adolfo de la Huerta, para colaborar con él hasta que fueran depuestos los Altos Poderes.

Es así como vemos en este registro fotográfico a Álvaro Obregón, personaje del que se ha especulado que fue la mente maestra del movimiento aguaprietista, con la colaboración de sus paisanos De la Huerta y Plutarco Elías Calles. Sin embargo, se desconocen las pruebas que así lo demuestran; lo que es un hecho es que la rebelión de 1920 culminó con tres sonorenses consecutivos en la presidencia.

Los que suscribieron el Plan de Agua Prieta

Es interesante reconocer que la mayoría de los firmantes del Plan de Agua Prieta fueron militares que en algún momento estuvieron bajo las órdenes de Álvaro Obregón o de Plutarco Elías Calles. Entre los nombres de los adscritos al plan destacan Ángel Flores, Francisco R. Manzo, Juan Cruz, Lino Morales, Miguel Piña, Fructuoso Méndez, Carlos Plank, Abelardo L. Rodríguez y Francisco R. Serrano. En la presente fotografía observamos a Obregón y a su lado derecho aparece Serrano; quien fue un connotado obregonista.

Durante el mandato de Álvaro Obregón, Serrano fue subsecretario de Guerra y Marina hasta febrero de 1922 cuando ascendió a secretario de dicha institución. También fue promovido a general de División, cargo que le otorgó distinción entre los jefes del ejército.

DATO CURIOSO
El documento que suscribieron Adolfo de la Huerta y Plutarco Elías Calles originalmente tendría el nombre de Plan de Hermosillo, en honor a la capital del estado de Sonora; sin embargo, Calles, quien aceptó los postulados del plan estando en Agua Prieta, sugirió que llevara el nombre de dicho lugar.

El triunfo de Agua Prieta

De la revuelta que inició en Agua Prieta, Sonora, puede destacarse la rapidez con la que actuó el grupo dejando en notoria desventaja a Venustiano Carranza. El 4 de mayo el presidente ya había perdido apoyo, incluso el de Pablo González, uno de sus militares más cercanos, quien también se había postulado en busca de la presidencia del país.

En la imagen que presentamos aparecen Álvaro Obregón y Pablo González; ambos habían servido a Carranza y los dos buscaban llegar al poder. Cabe destacar que González hizo efectiva la toma de la Ciudad de México después de que el presidente saliera en tren rumbo a Veracruz. A pocos días de este hecho, González y Obregón se reunieron y discutieron los pormenores de la sucesión para elegir al nuevo presidente del país dando por terminada la gestión de Carranza.

Venustiano Carranza: fin en Tlaxcalantongo

Las presiones fallidas de Venustiano Carranza en Sonora precipitaron los acontecimientos y dieron como resultado la sublevación de Agua Prieta. El 5 de mayo de 1920 el Primer Jefe lanzó un Manifiesto a la nación a manera de respuesta a los movimientos y al plan sonorense proclamado, así como a la reciente unión de Obregón a la revuelta, dada a conocer el 30 de abril.

Esta fotografía es un testimonio que capturó el momento en que el Jefe del Primer Ejército parte con sus tropas rumbo a Tlaxcalantongo, ya que con el Plan de Agua Prieta y las armas la rebelión prontamente se extendió por todo el territorio nacional, y 28 días después de la proclamación de dicho plan, el 21 de mayo de 1920, Carranza fue asesinado en Tlaxcalantongo al intentar llegar a Veracruz como resultado del acercamiento de los aguaprietistas al centro del país.

DATO CURIOSO
Se dice que durante su huida, Venustiano Carranza pasó por Ixtacamaxtitlán, Puebla. Ahí, mientras buscaba apoyo del presidente municipal, el Primer Jefe quería recortarse la barba; Darío Hernández, peluquero de aquel pueblo, después de atender a tan singular personalidad, recibió el pago por su servicio y la orden de los guardias del presidente de quemar los restos de la barba.

Adolfo de la Huerta, el conciliador

La revuelta de Agua Prieta, apresurada como se ha podido ver, puso en la presidencia a un civil. Treinta y ocho días después de proclamarse el Plan de Agua Prieta, De la Huerta tomó posesión del cargo de presidente de la República. En esta fotografía puede observarse al sonorense portando la banda presidencial al momento de ser retratado por José Mendoza, quien por cierto fue el fotógrafo oficial de don Venustiano.

Recordemos que su gobierno sólo duraría seis meses, del 1° de junio al 30 de noviembre, y durante 183 días De la Huerta buscó actuar mediante una política de conciliación y diálogo para resolver los conflictos y así preparar el país para la sucesión de 1920. Sin duda, la administración del presidente interino se caracterizó por la intención de restablecer el orden a través de leyes de amnistía para quienes todavía no habían depuesto las armas.

La paz después de la lucha

Tan pronto asumió el poder, Adolfo de la Huerta recibió un país de caudillos y caciques donde el caos y las rebeliones estaban presentes, y que su antecesor no pudo resolver completamente. Lograr la pacificación era todo un reto. ¿Cómo obtendría la rendición de los rebeldes que aún permanecían en lucha? ¿Por medio de las armas?

Terminada la rebelión de Agua Prieta algunos líderes regionales que se habían aliado con los sonorenses decidieron retirarse a la vida privada o bien fueron incorporados al nuevo gobierno; otros, como los carrancistas, fueron vencidos, apresados y exiliados. Pero aún quedaban pendientes algunos adversarios importantes por su capacidad de movilización armada: Félix Díaz, Francisco Villa y el candidato Pablo González, a los cuales Adolfo de la Huerta manifestó su política de conciliación y resolución de conflictos, evitando así seguir con las hostilidades del régimen.

Obregón durante el interinato

Encabezando el desfile militar con motivo de la toma de posesión de Adolfo de la Huerta, vemos en la imagen a Álvaro Obregón, Benjamín G. Hill y Jacinto B. Treviño. Indudablemente, la figura de Obregón pesaba en la toma de decisiones del presidente interino y su opinión influyó en la política de amnistía que podría ayudar a pacificar el país.

De la Huerta tenía sólo seis meses para actuar y sabía que seguía activo Francisco Villa, quien representaba un serio problema para Obregón; a pesar de la fama del Centauro del Norte, el presidente logró persuadir a Plutarco Elías Calles y a Hill para acercarse a Villa y convenir con él. Dicha empresa no fue sencilla ya que Obregón se manifestó contra la idea de pactar con un bandolero. Se suspendieron las negociaciones con Villa e incluso se reanudó su persecución. Con la rapidez con la que actuó De la Huerta al inicio de la revuelta de Agua Prieta, con esa misma presteza restableció negociaciones con don Pancho Villa.

DATO CURIOSO
Durante el gobierno interino de Adolfo de la Huerta la negociación con Villa tuvo altibajos, incluso poco después se continuó con la persecución del revolucionario y aumentó el precio por su cabeza a cien mil pesos.

Mientras tanto Villa...

Esta fotografía nos recuerda los difíciles inicios de Francisco Villa en el movimiento revolucionario, los cuales quedan matizados por las gloriosas victorias obtenidas por él y sus tropas. Sin embargo, después de su derrota en la batalla de Celaya en 1915 y su persecución por la toma de la ciudad estadunidense de Columbus, en 1916, Villa tuvo que afrontar muchos obstáculos para sobrevivir en la lucha.

Villa ya no lideraba los grandes ejércitos como lo fue la División del Norte, antes bien, dirigía pequeños grupos guerrilleros con los que buscaba afianzarse en sus conocidas tierras del norte aunque se encontraban en una situación desoladora. Las maniobras villistas apenas lograban tomar algunas ciudades para abastecerse de alimentos, armas y hombres; en el caso de estos últimos, eran enlistados más a la fuerza y bajo amenazas que por voluntad propia.

A finales de 1918, Francisco Villa se reencontró con su camarada, el general Felipe Ángeles, quien se había propuesto reunir todas las disidencias existentes en el país, derrocar a Venustiano Carranza y concretar la paz. El encuentro duró muy poco y, al separarse, Ángeles fue capturado por los carrancistas, quienes lo enjuiciaron y fusilaron el 26 de noviembre de 1919. Villa continuó luchando y para 1920 se enteró de la ruptura de los sonorenses con Carranza, por lo que buscó entablar comunicación con uno de los hombres que le inspiraba confianza suficiente para llegar a un acuerdo: Adolfo de la Huerta.

Hacer la paz

Con la mirada fija en el fotógrafo, es captado Francisco Villa después de firmar su rendición en Sabinas, Coahuila, el 28 julio de 1920. Pero, ¿cómo se dio este hecho?

Hacer la paz con Francisco Villa no fue una labor sencilla si consideramos el contexto histórico en el que ocurrió: la rebelión de Agua Prieta, el asesinato de Venustiano Carranza y el establecimiento de un nuevo gobierno representado por Adolfo de la Huerta. En este escenario, el general Villa decide realizar dos ofertas de negociación; una de ellas fue con Plutarco Elías Calles y la otra con el gobernador de Chihuahua, quien en ese momento era Ignacio Enríquez. La relación de Villa con los mencionados personajes no era la mejor.

Con ambos buscó entablar una entrevista, pero en el caso de Calles, éste se negó a asistir y envió a un emisario, aunque no se llegó a ningún acuerdo; misma situación fue la que ocurrió en el encuentro con Enríquez, quien, además de rechazar las condiciones del general, se aprovechó de la situación y quiso tenderle una emboscada pero fracasó en su intento al verse abatido por los villistas, que habían tomado las precauciones necesarias.

Entrevista Torres-Villa

Sin ningún éxito obtenido en las entrevistas que entabló Francisco Villa con los representantes de Elías Calles y con Ignacio Enríquez para negociar su rendición, el Centauro del Norte no tuvo que esperar demasiado para continuar con dicha empresa, pues al general se le presentaría una nueva oportunidad, pero en esta ocasión con el ingeniero y periodista Elías Torres.

El emisario del presidente fungió como intermediario del Poder Ejecutivo y buscó entablar un diálogo con Villa, el cual se concretó el día 2 de julio de 1920 en la hacienda de Encinillas. En dicha reunión, el representante del Ejecutivo planteó al general la posibilidad de negociar con el gobierno interino de Adolfo de la Huerta. Ante esta situación, Villa decidió exponer sus condiciones para pactar la paz a través de una carta, la cual entregó Torres al presidente.

Al conocer el contenido de dicha misiva, De la Huerta resolvió que se podía llegar a un acuerdo entre ambas partes. Elías Torres se dio a la labor de continuar la negociación y citó a Francisco Villa en Saucillo, Chihuahua; sin embargo, ésta no sería una labor sencilla debido a que se vio obstruida por las presiones que ejercieron el secretario de Guerra Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón. Para el 19 de julio de 1920, el general Joaquín Amaro recibió órdenes de perseguir y exterminar a Villa.

DATO CURIOSO
Según Friedrich Katz, Villa exigía que el pacto fuera firmado por Adolfo de la Huerta y por sus tres generales más importantes: Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Benjamín Hill.

La toma de Sabinas

Después de resistir los embates del desierto, Francisco Villa y sus tropas llegaron en la madrugada del 26 de julio al poblado de Sabinas, Coahuila, y bloquearon los accesos de comunicación, como las vías del tren y las líneas telegráficas. La ciudad fue tomada por los villistas e inmediatamente se buscó contactar al presidente.

Adolfo de la Huerta no dio credibilidad a tal hecho, pero en cuanto confirmó que Villa estaba en Sabinas aceptó y envió a Eugenio Martínez para encontrarse con el general Villa y concretar el armisticio en aquella ciudad.

Eugenio Martínez y Villa

Desde Sabinas, Francisco Villa se comunicó con Adolfo de la Huerta; buscaba hacer la paz con el gobierno, por lo que solicitó que se enviara un representante militar oficial, pero que también fuera de su confianza. El hombre que cumplía este perfil era el general Eugenio Martínez, comandante en ese momento de las fuerzas federales en Coahuila, con quien Villa entabló el diálogo para su rendición y la de sus filas.

Así los observamos en la presente imagen: los dos generales sentados bajo la sombra de un árbol, ¿sobre qué conversaron? No lo sabremos, sólo tenemos un pacto firmado y esta fotografía como registro de aquel encuentro que afianzará la relación entre ambos a través del compadrazgo.

Convenio de la rendición de Francisco Villa

Para armonizar el país era necesario cesar la actividad militar y en 1920 el general Francisco Villa y otros jefes militares no se habían amnistiado todavía. Sin embargo, Villa solicitó y acordó con el presidente Adolfo de la Huerta lo siguiente:


* Deponer las armas para retirarse a la vida privada.

* El Ejecutivo de la Unión cedería de forma legal a Villa la hacienda El Canutillo, ubicada en Durango, para su dominio y residencia.

* Francisco Villa contaría con una escolta conformada por 50 hombres de su confianza. Los militares encargados de la seguridad personal del general Villa recibirían el pago de sus haberes correspondientes por parte de la Secretaría de Guerra y Marina.

* El gobierno otorgaría a las fuerzas del general el importe de un año de haberes, de acuerdo al grado que ostentaban hasta esa fecha; y además se les proporcionarían tierras para que los interesados las trabajaran.

* A los villistas que desearan continuar en la carrera de las armas se les incorporaría en el Ejército Nacional.

Después de firmar

Luego de firmar el convenio en el cual Francisco Villa depuso las armas para retirarse a la vida privada, éste se reunió con sus hombres, como lo podemos observar en la fotografía. ¿Qué les habrá dicho Villa ante este acontecimiento? Desconocemos los detalles, pero por los registros y de acuerdo a lo que refieren los historiadores, sabemos que el 29 de julio partieron de Sabinas.

Eugenio Martínez se retiró en tren. Por su parte, Villa y sus tropas tomaron sus caballos rumbo a Tlahualilo, ciudad acordada para reencontrarse con Martínez. En el trayecto pasaron por algunos pueblos en los que fueron recibidos con entusiasmo por la población. Así fue despedido el general Villa en su última gesta revolucionaria.

Villa y Ornelas

Bajo la sombra del árbol, rodeados de algunos hombres, observamos a Francisco Villa y al general Porfirio Ornelas. Así los retratan en esta foto en Sabinas, Coahuila: tomando un descanso, ambos fumando. Camaradas por mucho tiempo en la lucha revolucionaria, sostuvieron varios combates hasta el final, pues Ornelas también acompañó a su general hasta El Canutillo en sus últimos años de vida.

En cuanto a la hacienda que se le entregó a Villa, estaba localizada al norte de Durango y el costo que pagó el gobierno por ella fue de 600 mil pesos. Aquella era una extensa propiedad de 83,436 hectáreas. De acuerdo con los testimonios, la situación de la hacienda en aquel verano de 1920 era precaria; se dice que las casas estaban en ruinas y los campos repletos de mala hierba. Sin embargo, a pesar del estado ruinoso de la hacienda y sus alrededores, Villa ya había organizado el regreso de sus parientes.

DATO CURIOSO
El Canutillo fue sólo una de las haciendas que el gobierno proporcionó a Francisco Villa después del pacto; otras menores fueron la de San Salvador de Horta en su natal Durango, mientras que en Chihuahua, las de San Isidro de las Cuevas y El Pueblito.

Villa y Obregón

Del 29 de septiembre de 1920, dos meses después de los acuerdos entre Francisco Villa y Adolfo de la Huerta, tenemos esta carta de uno de los principales opositores al pacto: el general Álvaro Obregón. En ella, Obregón le manifiesta a Villa que no había respondido a las dos misivas que recibió de su parte porque mantenía sus sospechas en relación con el cumplimiento de dicho pacto, e incluso sostenía que el gobierno interino actuó con ingenuidad al establecer negociaciones con él.

Sin duda, Obregón dejó clara su animadversión ante el armisticio. Pero, ¿cuál es el objetivo de la carta? Obregón le aclara que la intención es expresarle a Villa que esté seguro de que con el nuevo cambio de gobierno él seguirá gozando de las garantías que le otorgó Adolfo de la Huerta. ¿Qué o quiénes lo habrán influido en su cambio de postura?, o acaso se convenció de que Villa obraba con seriedad al confirmar que realmente se retiraba a la vida privada. “Cabe mencionar que dicha carta da inicio a una serie de correspondencias entre Villa, De la Huerta y Obregón y se conservan junto con el pacto de la rendición en el CEHM-Carso.”