Parte de operaciones

 
 

de Jesús Guajardo,

 
 

Cuautla, 14 de abril de 1919

 
 
 
 



Hay algo irónico en el hecho de que el principal testimonio de la muerte de Emiliano Zapata haya sido producido por su asesino, el coronel Jesús Guajardo. Pero así es la historia —y las organizaciones burocráticas. El testimonio en realidad es el parte que rindió Guajardo sobre sus acciones de los días 8 a 10 de abril de 1919; es decir, el informe oficial de un subordinado —comandante del 50 regimiento de caballería del ejército federal— a su jefe, el general Pablo González, a la sazón capitán general y jefe del cuerpo del ejército de operaciones del sur. De origen coahuilense, Jesús María Guajardo se había unido al ejército constitucionalista en 1913, luego de la usurpación presidencial de Victoriano Huerta.

Desde 1916, Guajardo estaba establecido en Morelos; como manifiestan los documentos 17, 18  y 19, durante casi un mes organizó la traición que le costaría la vida a Zapata. En dicho parte, Guajardo considera aspectos como los horarios de salida y llegada de un poblado hacia otro, el número de hombres de cada ejército en distintos momentos, el encuentro previo con Zapata en la estación de Pastor, su ejecución en la hacienda de Chinameca y los detalles del traslado del cadáver a Cuautla. El texto habla de manera clara y sin ambigüedad sobre los días en que transcurrió la encomienda y los sucesos acontecidos en ese periodo: desde que la orden fue dada hasta que se consumó el asesinato. Seguramente por eso —es decir, porque no quería contar una historia, sino que se limitaba a constatar acciones—, el informe presenta un conjunto de datos de singular valor. Se habla de las personas cercanas a Emiliano Zapata, entre ellas el licenciado Feliciano Palacios, quien fungía como su secretario. Se hace referencia al voto de confianza que Zapata y su ejército dieron a Guajardo y a sus hombres, invitándolos a pernoctar en Tepalcingo y permitiéndoles después que ocuparan la hacienda de Chinameca.

El documento describe con detalle cómo Zapata y otros cien hombres entraron en la hacienda de Chinameca, siendo recibidos con honores por las tropas federales, así como la hora exacta —tan exacta como puede saberse— en que sus soldados abrieron fuego y acabaron con la vida del dirigente campesino. Sin embargo, al contrario de lo que había afirmado su jefe —véanse los documentos 1, 2 y 3—, Guajardo reporta con toda naturalidad, casi con desparpajo, la mecánica de la traición; es decir, permite afirmar sin lugar a dudas que no hubo el combate del que hablaron González y otros carrancistas. Por último, da cuenta de un curioso hecho logístico: el lento movimiento del cadáver, cuya marcha se dispuso a las 16:00 horas y arribó en Cuautla a las 21:10 —cinco horas después, pero apenas unos 25 kilómetros al norte de la hacienda de Chinameca.
 

 
 

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