Pablo González

 
 

a los habitantes de Morelos,

 
 

Cuautla, 16 de abril de 1919

 
 
 
 



“Desaparecido Zapata, el zapatismo ha muerto.” De este modo resume Pablo González el sentido del manifiesto con el que respondió a la proclama de Jesús Capistrán, Francisco Mendoza y otros generales zapatistas hecho público dos días antes (documento 14). La frase, orgullosa, es apenas la punta de lanza de un severo ataque a la figura de Zapata y a la revolución del sur, ese movimiento de “salvajes y bárbaros”, dirigido por un “bandolero”, contra el cual las tropas de González llevaban combatiendo desde 1916.

Como antes Victoriano Huerta y Aureliano Blanquet, González no duda en usar el insulto que la prensa de la capital empleaba de manera rutinaria para referirse a Zapata: el comandante en jefe del ejército libertador del sur no era más que un “Atila” meridional. González critica también la política agraria zapatista e indica que el reparto de tierras previsto en el plan de Ayala no había cumplido con las metas esperadas, pues no era más que un conjunto de “frases huecas y maldiciones contra científicos y caciques…” En cambio, justifica el proyecto carrancista, al que presenta como la vía óptima para alcanzar la paz y el progreso.

Sorprende sin embargo la virulencia del ataque, puesto que revela una cierta inseguridad acerca del alcance de su victoria. Si era verdad que el programa zapatista no era más que “destrucción, destrucción y más destrucción…” y si su implante en el campo del sur de México había sido sólo accidental, ¿para qué denostar al vencido? Finalmente, es significativo que presente la traición de Jesús Guajardo como la respuesta gallarda de un militar real ante las propuestas de Zapata —significativo puesto que ya no afirma lo de un combate en Chinameca, como había sostenido la noche del 10 de abril (documentos 2, 3  y 4).
 

 
 

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