Manifiesto al pueblo de Morelos,
campamento revolucionario en el estado de Morelos, 14 de abril de 1919
Toda guerra es también una guerra de palabras, de significados. Cuatro días después de la emboscada de Chinameca, y desde un lugar innombrado —seguramente debido a la precariedad de su posición militar o porque en realidad se encontraban en Puebla—, 13 de los compañeros de Emiliano Zapata alzaron la voz para ofrecer un relato enteramente distinto de lo que ya entonces se conocía por los periódicos y en los corrillos políticos del país. Zapata no está muerto. Zapata está herido y escondido. Zapata, sí, ha sido víctima de una traición pero está vivo. Se trata de una copia mecanoescrita de un documento redactado el 14 de abril de 1919 en el “Campamento Revolucionario en el Edo. de Mor.”
Es un texto que, después de mencionar las traiciones a los insurgentes de 1811 y el sacrificio del pueblo de liberarse del “yugo fatal del casiquismo [sic] y latifundismo”, indica que Emiliano Zapata fue herido en un acto de traición pero no está muerto. El documento señala al inicio al “traidor” Elizondo, responsable de entregar a Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez en 1811. Resulta interesante que se mencione la época de los inicios de la Independencia, porque el movimiento zapatista se asume como un continuador de esa lucha.
Y, así como en la Independencia hubo traidores a la causa insurgente, el documento menciona quiénes son esos traidores para el movimiento zapatista y quiénes los defensores de éste. El manifiesto se dirige a los morelenses y afirma que en un acto de traición Guajardo intentó asesinar a Zapata pero que éste, herido, aún sigue con vida. Entre quienes firman el documento se encuentra Jesús Capistrán que, de acuerdo con el parte de Guajardo sobre el 10 de abril, estaba junto con Zapata en el momento en que lo asesinaron.