Mujeres alrededor del cuerpo de Emiliano Zapata,
Cuautla, 10 de abril de 1919
Ha pasado poco tiempo del asesinato. El perfil del dirigente revolucionario se asoma desde la caja mortuoria. Su cara y su ropa llena de sangre ya no son parte de la imagen. El cuerpo ha sido “trabajado” para poder exhibirlo y es otro ojo el que crea la imagen. Este otro fotógrafo, cuyo nombre desconocemos, trabaja para la agencia de Agustín Víctor Casasola y mira de otro modo. En el documento se aprecia la presencia de curiosos que quisieron cerciorarse de la muerte de Zapata. En la composición destaca la presencia femenina en un segundo plano: tres mujeres que cubren sus cabezas con rebozos observan los restos.
De la sorpresa —que puede apreciarse en el documento 9—, pasamos aquí a una contemplación casi dolorosa. Se adivina un sentimiento de tristeza que, si bien no está representada en llanto, se percibe en el pesar que refleja el rostro de la mujer en el centro de la fotografía, cuya iluminación opaca la mitad de su cara, ausente de cualquier rastro de gozo. La mujer que se encuentra de pie observa el cadáver directamente; también su expresión es seria mas no indolente. En el extremo inferior derecho otra más mira a la cámara; es ella quien tiene la mirada más retadora. Una cuarta mujer, que aparece en tercer plano, ya no cuenta con nitidez en la imagen; no obstante, es otro rostro en el que se ha borrado la sonrisa.
Los demás testigos, ahora masculinos, se adivinan cercanos a la tierra; sus expresiones distan mucho de ser ajenas al dolor, pero éste es un dolor hierático, casi altivo. Estamos aquí ante una suerte de velación, de larga despedida. Si el objetivo de exhibir el cuerpo de Zapata era atemorizar y dar un escarmiento a la población, esta fotografía demuestra lo contrario: más bien provocó un desfile de gente del campo para rendirle homenaje.