De la novela a los documentos
Una de las razones de
la soledad de Clipperton es su lejanía,
otra su tamaño y condición insignificantes.
LAURA RESTREPO
El detonante de esta exposición es un trabajo fascinante de la escritora colombiana Laura Restrepo, quien con la novela La Isla de la Pasión (1989) consiguió despertar el interés y logró que cobrara relevancia un pasaje olvidado de nuestra historia, que pese a ser extraordinario, y efectivamente novelesco, era desconocido para la mayoría de los mexicanos. Restrepo logró realizar, a partir de un suceso real, una obra con un toque periodístico, dolorosa y a momentos cruel como la vida misma de aquellos que habitaron la Isla de Clipperton. Gracias a la oportunidad de contar con los documentos digitales oficiales, que resguarda el Centre des Archives diplomatiques du ministère des Affaires étrangères en Francia, y más aún, gracias al enorme esfuerzo y la voluntad de cooperación institucional, han regresado en su formato digital a nuestro país siendo ahora Memórica el repositorio que los contiene. De igual manera enfatizamos un profundo agradecimiento a la Secretaría de Marina de México, cuyos expedientes relativos a Clipperton desvelan tantas incógnitas sobre el tema. En ambos casos es un privilegio poder dar visibilidad a estos recursos mediante esta curaduría que pone a disposición del usuario materiales nunca antes publicados que contienen las precisiones, las fechas y los quehaceres de este episodio histórico que culminó con la pérdida de un pequeño territorio de ultramar.
Ni siquiera es su verdadero nombre, “Clipperton” es un alias, una maniobra de distracción. Una de tantas maneras que tiene la isla de desdoblarse y encubrirse.
LAURA RESTREPO
La remota historia de este atolón que se mantuvo perdido en la inmensidad del océano Pacífico es por lo menos confusa; cada embarcación que daba con ella, a menudo de forma accidental o buscando nuevas rutas marítimas, creyó ser la descubridora y, por ello, la nombraron indistintamente, además de que la adjudicaban a su país de origen. De tal suerte que España, México, Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos afirmaban ser en su momento los legítimos soberanos del territorio. La noticia más antigua se remonta a pocos años después del descubrimiento de América e inicios de la Conquista de México en 1521, y concluye tras un largo proceso de arbitraje que culmina en 1931. Hoy ondea la bandera francesa en ese pequeño fragmento de tierra sobrepoblado por cangrejos y pájaros bobos cuyos excrementos la hicieron el objeto de deseo de compañías que deseaban explotar las toneladas de guano, hasta darse cuenta de su escasa calidad. Después de la tragedia humana vivida ahí, actualmente está deshabitada y en franco abandono, a pesar de poseer una riqueza coralina natural extraordinaria.
La sucesión de eventos que involucró a tantas nacionalidades inició en 1521, año en el que el portugués Fernando de Magallanes, bajo las órdenes de Carlos I, de camino a Filipinas, la avistó a lo lejos, no obstante, no desembarcó en ella y no tomó posesión, pero se supo por primera vez de su existencia.
Sólo seis años más tarde, en 1527, el español don Álvaro de Saavedra y Cerón, enviado de Hernán Cortés, creyó descubrir la isla; lo anotó en su diario, ubicándola en los paralelos 10° 13’ 24” latitud norte y 105° 26’ 50” longitud oeste, y la nombró Isla Médanos.
Para 1704-1705 un pirata inglés, John Clipperton, la descubrió en una de sus huidas y encontró en la isla un escondite perfecto; evidentemente desconocía la posesión que España ejercía y la tomó para sí por parecerle el lugar ideal para ocultarse y esconder sus botines.
En 1711 dos veleros, La Princesse y La Découverte, al mando de Martin de Chassiron y Michel Dubocage, creyeron también descubrirla, desconociendo que John Clipperton le había dado su nombre, y la bautizaron Île de la passion debido a que fue divisada en un Viernes Santo.
Contamos con un mapa de 1773 que se conserva en el Archivo General de la Nación (agn), en el Ramo de Correspondencias de Virreyes, en el cual, a la izquierda, se observa la Isla de la Pasión. Mapa
Después de ganada la independencia, en 1821, se publicó en Milán el mapa Possessioni della Spagnanell’America Settentrionale o Carta Generale dal Messico, donde se señala claramente “Passione Roca”, con un asterisco para ubicarla. Mapa
Tras la Independencia de México, figuró como parte del territorio nacional en las Constituciones de 1824 y de 1857, donde se lee lo siguiente “El territorio nacional comprende el de las partes integrantes de la Federación y además el de las islas adyacentes en ambos mares. Comprende, asimismo, la Isla Guadalupe, las Revillagigedo y la de la Pasión, situadas en el Océano Pacífico”.
Ahora bien, bajo la primera presidencia del país en 1825 fue publicada por orden del “Exmo Sr. D. Guadalupe Victoria” la primera carta general para la navegación a la India por el Mar del Sur y en ella aparece la “Roca Clipperton”.
Por otro lado, los Estados Unidos la consideraron una isla deshabitada en 1858 y como tal la exigieron a fin de explotar el abundante guano; igualmente, los ingleses quisieron reclamarla a la compañía Oceanic Phosphate. Y en el mismo año, el teniente del L’Amiral, y a la vez comisario del gobierno francés, Le Coat Kervengen, levantó un acta de posesión en la Isla de Clipperton para Napoleón III; el hecho fue publicado en Hawái en The Polynesian el 8 de diciembre. El gobierno de México protestó ante ello con el argumento de que todas las islas del Pacífico que pertenecían a España durante la Colonia fueron heredadas al nuevo país independiente, además de exigir la consideración de que habían sido descubiertas por los hombres de Cortés. Por si fuera poco, los ingleses también reclamaron su posesión arguyendo que John Clipperton había sido su descubridor.
Las controversias se agudizaron; durante la década de los ochenta del siglo xix seguían los reclamos. En 1881 el general Premier declaró haber tomado la posesión de Clipperton para los Estados Unidos. Un año más tarde, a pesar de las afirmaciones galas sobre la soberanía francesa, en 1882, en las cartas geográficas de las islas pertenecientes a Francia no figura la Isla de la Pasión. El colmo fue que para 1887 se publicó, en el mes de agosto, en el Herald de Nueva York, que existía la posibilidad de que los británicos comprasen Clipperton. Así inicia una disputa entre el Reino Unido y los Estados Unidos, quienes aseguraban que los primeros se estaban adjudicando una isla que no les pertenecía; por su parte, Francia se enteró de la noticia y la reclamó nuevamente.
Finalmente, en 1897, por órdenes del presidente Porfirio Díaz, México reafirmó su posesión y estableció una guarnición militar, enviando al buque Demócrata, del que desembarcaron 15 hombres. En el informe elaborado por Teófilo Genesta se asentó que: “Se encontraron tres habitantes, uno de ellos encargado (Gustavo Schultz), nacionalizado norteamericano, sin autorización para estar allá, son simples empleados de la Oceanic Phosphate Co. de San Francisco, Cal. Compañía que explota el guano…”, y ondeaba su bandera, misma que se bajó y se izó la mexicana reconociendo su soberanía sin oposición alguna.
Hombres y mujeres alzaron la cabeza y la vieron a distancia: ante sus ojos aparecía, blanca, refulgente y yerma, la silueta de la isla Clipperton. Era el día 30 de agosto de 1908.
LAURA RESTREPO
1905 marca el inicio de una historia que raya casi en lo inverosímil, que parece efectivamente material de oro para la escritura de una novela. En junio del año citado, el Congreso de México aprobó un decreto por el que se autorizó la explotación de guano de Clipperton por la compañía británica The Phosphate Pacific Co. Ltd., mientras que el mismo año Francia pensaba “alquilar” la isla para el mismo fin. Fue el coronel de Ingenieros Abelardo Ávalos, prefecto político del atolón e inspector por la Secretaría de Fomento, en representación del gobierno mexicano, quien da “legítima presencia” a Arthur James Brander, representante de la nueva Compañía de Fosfatos de Pacífico. En un documento oficial fechado el 9 de agosto de 1905 se ordena alistar el cañonero Demócrata. La primera expedición llevaría al 11° Batallón con 10 hombres. Ávalos fue sustituido por el militar de origen francés Ramón Arnaud, quien partiría a la Isla de la Pasión junto con 11 soldados y sus familias. Cabe señalar que los destacamentos se relevaban de cuando en cuando, mientras los Arnaud, cuya familia se iba extendiendo, salvo algunas salidas a tierra continental, permanecieron en Clipperton hasta la muerte de Ramón y el rescate de su mujer y sus cuatro hijos en 1915.
Miró con detenimiento lo que había a su alrededor: una treintena de personas medio desnudas, un cangrejal, un depósito de caca de pájaro y un cacho de roca. Eso era todo.
LAURA RESTREPO
La Secretaría de Marina conserva sendos expedientes en los que podemos observar todos los pormenores de los acontecimientos; en ellos se asienta cómo por las circunstancias de la isla se debían suministrar por vía marítima los víveres y demás provisiones para que sus habitantes pudiesen contar con lo indispensable. En esta muestra se incluyen los informes pormenorizados de cada alimento que se transportaba; hoy sabemos que lo más difícil de llevar era la carne, pues irremediablemente llegaba en estado de descomposición, agusanada y había que deshacerse de ella. Al inicio, consta cómo se estableció una periodicidad de relevo del destacamento y suministro de alimentos cada tres meses, pero esto no se cumplió, y conforme pasó el tiempo se demoraban más y más hasta que de manera definitiva dejaron de llegar, sumiendo a la población en el más terrible olvido.
El subteniente mexicano Ramón Arnaud, descendiente de franceses, que visitó la Isla de la Pasión con el propósito de dirigirla, viajó junto con 11 soldados y sus familias para sustituir al coronel Abelardo Ávalos. Podemos leer en un documento oficial fechado el 24 de octubre de 1905 y firmado por el militar Alvarado que: “Dicho subteniente Arnaud ha quedado en la isla con el carácter de prefecto Político y con el de Inspector de la Secretaría de Fomento y subteniente José Estrada Comandante de la fuerza Federal, habiéndose dejado las instrucciones escritas…” Arnaud volvería a tierra continental en varias ocasiones, como en 1908, a fin de contraer matrimonio con Alicia Rovira, lo cual ocurrió finalmente el 24 de junio de aquel año. Mientras tanto, la isla se iba transformando en un lugar habitable: fueron llevados muebles y se dignificaron las casas de soldados y trabajadores. Un personaje que destacó fue el alemán Gustavo Schultz, representante de la compañía explotadora de guano, quien por iniciativa propia plantó 13 cocoteros, que en los tiempos más difíciles significaron la vida misma para los habitantes que, sin vitamina C, caían enfermos. Consta en documentos de la Marina que desde finales de 1906 la gente contraía escorbuto; en esos escritos se hace referencia a las medicinas necesarias “para enfermos de reumatismos paludismo y escorbuto”.
No obstante, los primeros años de la isla habitada se desarrollaron en relativa calma y armonía, salvo por la tardanza del barco con los víveres; incluso se habían introducido especies como los cerdos y se sembraron hortalizas. Durante la época de mayor producción, se encontraban más de cien hombres trabajando en la Isla de la Pasión. Los meses pasaban y de cuando en cuando, sin una periodicidad exacta, se realizaba el relevo del destacamento y para 1908 la empresa que explotaba el guano lamentablemente comprobó que éste era de muy mala calidad y que no representaba en realidad ganancias significativas.
Los barcos mexicanos encargados de llevar los víveres y de relevar al batallón ahí establecido, que solían salir de Guaymas, parando en Mazatlán y Acapulco antes de llegar a Clipperton, fueron el Demócrata y el Tampico. En los archivos de la Marina se pueden corroborar las fechas de cada expedición y los avatares que estas embarcaciones sufrían: desde descomposturas que impedían su salida a tiempo hasta la dificultad de fondear a la isla por su cinturón de coral que hacía casi imposible el desembarco. Véase el informe (incluido en esta muestra) de enero de 1908, en donde se narra cómo “la gruesa mar” impidió llegar a tierra. Sabemos con exactitud quiénes formaban parte de los destacados de los Batallones 11, 5 y 20, que se alternaron para colaborar en la isla, y ahora podemos conocer sus sueldos y cómo los soldados absorbían los gastos de las mujeres que los acompañaban, quienes por cierto no eran directamente remuneradas por la compañía de guano como sus parejas, y que en 1909 nació ahí el primer hijo del teniente Arnaud, el 29 de junio, Ramón Arnaud Rovira, y que el año siguiente sería el último de relativa estabilidad.
Ya no eran un punto perdido en la nada. Ahora ofrecían un testimonio de sí mismos ante el mundo: su faro, el faro de Clipperton, como una velita titilando en medio de la infinita oscuridad del cielo y del océano.
LAURA RESTREPO
Para que la compañía pudiese llevar a buen fin sus operaciones de extracción se planeó instalar un fanal (un pequeño faro con una lámpara de aceite de 10 mil bujías) y una pequeña vía de tren para la transportación del guano. Las imágenes conservadas por los archivos franceses muestran la estructura y los planos, así como documentación complementaria; y por parte de la Marina mexicana conocemos cada detalle de los materiales, su envío a la isla y los costos que representaron tales tareas. Por tanto, la colocación de fanal es uno de los aspectos más documentados de la breve historia de la Isla de la Pasión.
Nos llevó la que nos trajo —pensó Ramón, contemplando a su gente— Parecemos fantasmas, y encima pertenecemos a un ejército que ya no existe.
LAURA RESTREPO
Conforme pasaron los años, de 1910 a 1915, ocurrieron tanto en territorio nacional como internacional cambios profundos: en México una convulsa revolución, y cuatro años más tarde en el exterior iniciaba una guerra de proporciones mundiales. 1914 significó para los habitantes de la isla una novedad inimaginable que más parecía una aparición fantasmal; luego del naufragio de la embarcación Nokomis llegaron a la isla sus 12 ocupantes, de origen holandés, quienes a pesar de la miseria imperante fueron bien recibidos y alimentados. En un acto de valentía cuatro de ellos (Hansen, Miller, Henriksen y Oliver) se aventuraron a la mar en busca de ayuda: uno perdió la vida, pero para sorpresa de todos, los tres supervivientes vuelven en un barco estadunidense, el Cleveland, a rescatar a los suyos y a quienes desearan abandonar la isla. No obstante, el teniente Arnaud y los demás mexicanos se rehúsan pues ante las noticias de que el país del norte había invadido el territorio por Veracruz se negaron a abordar una embarcación del enemigo. Únicamente, junto con los holandeses, se fue el alemán Gustavo Schultz y la mujer con quien había llegado y la hija de ésta.
El relevo de batallones en Clipperton empezaba a ser complejo; por ejemplo, podemos constatar que los militares escaseaban porque “marcharon ciento diez hombres a perseguir a los revoltosos que aparecieron en Huitzuco…”, así se lee en el documento fechado el 10 de marzo de 1910. Un año más tarde Porfirio Díaz ya había abandonado el país y el presidente interino León de la Barra se ocupó de los habitantes al enviar un destacamento. En tiempos de Francisco I. Madero, la familia Arnaud viajó a la capital y presenció la Decena Trágica, e incluso cuando el traidor Victoriano Huerta tomó la presidencia le pidió a Arnaud, quien había sido ascendido a capitán (en agosto de 1912), que permaneciera en su puesto y regresara con su prole a la que ya consideraba su isla. En junio de 1914 el cañonero Tampico que solía llevarles víveres fue seriamente averiado en batallas navales. Después, en Clipperton ya no se supo nada de lo que ocurría en el país, salvo por las noticias que los estadunidenses les llevaron cuando rescataron a los náufragos holandeses.
El resultado final fue el olvido y la desatención a los pobladores de la isla. Lo que siguió fue el infierno mismo. Muchos de los habitantes murieron enfermos, otros fallecieron, se calcula por la falta de calendario en la isla, el 15 de mayo 1915 en el mar al tratar de llamar la atención de un barco que se aproximaba; se ha especulado que una mantarraya gigante volcó su frágil embarcación. De cualquier forma, el violento mar que rodea Clipperton lo hubiera hecho. Los ahogados fueron el capitán Ramón Arnaud, el teniente Secundino A. Cardona, el sargento Agustín Irra y el cabo Felipe Lara.
El único hombre que quedó en Clipperton, Victoriano Álvarez, se autonombró gobernador de la isla y aprovechando su fuerza violó sistemáticamente a las mujeres y asesinó a Juana Ramírez. Alicia, viuda del capitán Arnaud, con la ayuda de las demás le quitaron la vida a Álvarez en defensa propia, justo el mismo día en que un buque estadunidense, el Yorktown, las rescató junto con los niños y adolescentes sobrevivientes. Al desembarcar los marinos descubrieron a las mujeres y a los niños en franco abandono. Sus nombres eran Alicia Rovira de Arnaud y sus cuatro hijos: Ramón (Clipperton, junio de 1909), Alicia (Clipperton, 1911), Lidia [Olga] (Orizaba, 1913) y Ángel Miguel (Clipperton, junio de 1915, a meses de la muerte de su padre en el mar), Altagracia Quiroz, Tirza Rendón, los niños Francisca y Antonio Irra y Rosalía Nava.
Esa misma tarde todos salieron con rumbo a Salina Cruz y para su sorpresa no fueron bien recibidos al reunirse con el presidente Venustiano Carranza, quien los consideraba del bando opuesto al haber sido ellos enviados por Victoriano Huerta; recordaría Alicia años después que en aquel encuentro en el que deseaba reivindicar la figura de su esposo y solicitar la ayuda correspondiente, el presidente les dijo que, en efecto, había recibido peticiones para ir en su búsqueda, pero concluyó aseverando rotundamente: “Si son federales que se chinguen”.
Aparte de los cangrejos, los pájaros bobos y la bandera francesa, que ondea desteñida como una sábana secándose al sol, lo único que se encuentra hoy día sobre la isla son las trece palmeras que sembró Gustavo Schultz.
LAURA RESTREPO
Desde 1897, al enterarse Francia, que se creía la descubridora de la isla, que el presidente mexicano Porfirio Díaz había ordenado una expedición a Clipperton, aquel país inició una controversia que redundó más de una década después, en 1909, en un acuerdo de someterse a un arbitraje internacional por el derecho soberano sobre la que ellos llamaron la Isla de la Pasión. Este arbitraje que se antoja eterno concluyó con un dictamen favorable a Francia, firmado por el rey de Italia, Víctor Manuel III, el 28 de enero de 1931.
Cerramos esta exposición con broche de oro, ya que contamos con una copia del documento original, en italiano, con la resolución real que arrebató Clipperton a México, acompañado de abundante documentación de los Archivos Nacionales de Francia que dan cuenta del proceso jurídico completo.
Después de levantar la voz en 1897, para 1905 Francia insistía en sus derechos sobre la isla y renovó su solicitud afirmando estar dispuesta a la consideración de un arbitraje, tal como consta en un documento firmado el 15 de noviembre de 1906. Mientras tanto, México se daba a la tarea de rastrear documentos sobre la legitimidad de Clipperton como territorio nacional en el Archivo General de la Nación, sin éxito. Para 1908 el cónsul mexicano en Budapest informó la petición de Francia sobre que fuera el rey de Italia el árbitro para dirimir el conflicto y dar una solución; fue el año siguiente cuando ambos países, Francia y México, firmaron una convención reconociendo a Víctor Manuel como mediador. En el mismo año, el penúltimo del Porfiriato, un representante del gobierno mexicano partió a Roma con los documentos probatorios de la legitimidad de la soberanía de Clipperton como territorio nacional.
El arbitraje duró 22 años. Consideremos que durante el mismo nuestro país se debatió en una guerra civil de más de una década que propició el desentendimiento de los asuntos de la isla en pos de una profunda revolución; lo mismo pasó con Francia al verse inmiscuida en la Primera Guerra Mundial. Tanto así que, como hemos visto, se abandonó a su suerte a los habitantes de la isla y sólo pudieron ser rescatados por una embarcación estadunidense sin que Francia o México tuvieran algo que ver en su rescate.
MATERIAL DE APOYO:
Expedientes de la Secretaría de Marina de México.
Expedientes del Centre des Archives diplomatiques du ministère des Affaires étrangères.
Fuente de inspiración:
Laura Restrepo, La Isla de la Pasión, Alfaguara, México, 2006.
AGRADECIMIENTOS
Deseo agradecer el apoyo en la clasificación de los recursos digitales a Karla Xóchitl Baltazar González, y dejar por sentado mi más profundo reconocimiento a David Esquivel, por ser el artífice de una ardua labor a fin de establecer acuerdos de cooperación internacionales, así como la identificación, investigación y realización del respaldo digital de los recursos provenientes del Centre des Archives diplomatiques du ministère des Affaires étrangères, sin los cuales esta exposición no hubiera sido posible.
CRÉDITOS:
Curaduría e investigación: Iliana Ortega
Editora: Rebeca Flores
Dirección de Diseño: María Angélica Santa María Daffunchio
Diseño gráfico y web: Bárbara Hernández y Oyuki Collado Velasco
Laura Restrepo Casabianca (1950), literata y periodista colombiana, fue ganadora del premio Alfaguara (2004) por su novela Delirio. Su tierra natal suele ser el escenario en el que transcurren sus historias, siendo una de las excepciones La Isla de la Pasión en la que la frontera entre el periodismo y la ficción se diluye en relatos de raíces realistas que devienen en descripciones de una riqueza creativa más propia de la fantasía que del hecho histórico en el que se mezclan pasión, dolor y muerte, al mismo tiempo que sus personajes son llevados al límite por sus circunstancias insulares que los colocan en situaciones inimaginables y a reaccionar ante ellas de la manera más sorprendente. Escritora de fuertes convicciones políticas y con profundo conocimiento de la situación social de América Latina, fue discípula de Gabriel García Márquez y, como él, se exilió en México durante más de un lustro, colaborando en publicaciones periódicas como La Jornada y Proceso. Durante la escritura del libro vivía en nuestro país, alejada de su terruño, como los protagonistas de la historia.
Así descrita en un documento manuscrito de la Secretaría de Marina, del 23 de octubre de 1897, firmado por el comandante y capitán de fragata Teófilo Genesta, al ver por vez primera la isla y a sus tres habitantes: “a los seis días la avistamos, al acercarnos nos izaron la bandera americana […] La isla de extensión como 3 millas largo por 2 de ancho representa un anillo de coral con una cadena de arrecifes alrededor y un peñón de origen volcánico, tiene un gran lago en el centro, es rasa, casi se inunda en los temporales, árida completamente, acantilada, sin playas y muy peligroso abordarla […] hay considerable cantidad de aves marinas cuyos huevos constituyen el principal alimento de la gente que allí ha vivido […]”.
Vittorio Emanuel III
Por la gracia de Dios y por la voluntad de la nación
Rey de Italia
Vista la convención suscrita en la Ciudad de México el 2 de marzo de 1909, en la cual el Gobierno de la República francesa y el de la República de México han deferido a Nuestro juicio arbitral de la controversia surgida entre las Altas Partes acerca de la soberanía de la Isla de Clipperton.
Teniendo presente nuestra aceptación, que fue participada a las Altas Partes por nota el 21 de agosto de 1909 por Nuestro Ministro Secretario de Estado de Negocios Extranjeros;
Leídas todas las memorias presentadas de las Altas Partes en la forma y términos por nosotros establecidos; y examinado los documentos por ellos comunicados:
Hemos deliberado y pronunciado la presente sentencia.
Hechos […]
Se afirma que el 17 de noviembre, el lugarteniente del Navío Le Coat de Kerwéguen,
Comisario del
Gobierno Francés, viajando a una distancia aproximada de media milla de Clipperton, redactó a
bordo del navío mercante L’Amiral un acta, en la cual, según las órdenes que le habían
sido
transmitidas por el Ministro de la Marina, proclamó y declaró que la soberanía de la isla, a
partir de aquel día, pertenecía a perpetuidad a S. M. el emperador Napoleón III [...] en el
periódico The Polynesian de Honolulu, del 8 de diciembre, fue publicada en inglés la
declaración
por la cual ya había sido proclamada la soberanía francesa sobre Clipperton.
La regularidad de la ocupación francesa ha sido puesta en duda por el hecho de que no fue notificada a las demás potencias […] Debe recordarse que anteriormente era suficiente la notoriedad de Francia mediante la publicación del acto mismo del modo señalado.
[…] México, que ignoraba la ocupación alegada por Francia y sostenía que Clipperton formó antiguamente parte de su territorio, envió a aquel lugar un cañonero, el Demócrata, impulsado por la noticia, que resultó después inexacta, de que Inglaterra tenía miras sobre la Isla. El destacamento de oficiales y marineros desembarcados de esa nave el 13 de diciembre de 1897 encontró a las tres personas que allí residían […] Les hizo arriar la bandera americana y en su lugar se izó la mexicana […]
Según México, la Isla de Clipperton […] no sería otra que la Isla de la Pasión, también llamada Médano o Médanos [por los conquistadores españoles], y en fuerza del derecho entonces vigente, establecido por la Bula de Alejandro VI, habría pertenecido a España y después, a partir de 1836, a México como Estado Sucesor del español.
Pero en el estado actual de los conocimientos, no resulta probado que la Isla de cualquier modo que hubiera sido denominada, haya sido efectivamente descubierta por los navegantes españoles.
De estas premisas resulta que la isla de Clipperton ha sido legítimamente adquirida por Francia el 17 de noviembre de 1858. Y no hay ningún motivo para admitir que Francia haya perdido posteriormente su derecho por derelicto, ya que no tuvo jamás el animus de abandonar la isla, y el hecho de no haber ejercido en sentido positivo su autoridad, no implica la caducidad de una adquisición perfeccionada ya de modo definitivo.
P. Q. M. por cuyos motivos decidimos como Árbitro, que la soberanía sobre la Isla Clipperton pertenece a Francia desde el 17 de noviembre de 1858.
Roma, 28 de enero de 1931.
f.to VITTORIO EMANUEL
*Traducción de la curadora.