“Contar la historia a través de los objetos es lo que hacen los museos”, así inicia Neil MacGregor La historia del mundo en 100 objetos, obra en la que se pretende contar “una historia del mundo”, una occidental por supuesto, en la que se despliega el coleccionismo exacerbado de unos, pero si miramos con cuidado podremos ver a los despojados. ¿Contar la historia con objetos es exclusivo de los museos? Podemos decir con toda seguridad que no, porque bibliotecas, archivos y acervos personales también lo hacen por medio de objetos y documentos. Pero ¿qué podremos decir de las colecciones que son verdaderos museos en los que convergen indicios de la vida cotidiana, el esfuerzo intelectual de otros, hojas y flores disecadas, recortes de periódicos, piedras de colores, telas, cartas, libros, cabello, diplomas, mariposas, fotografías… Lo anterior es apenas un esbozo de lo que reúne el archivo personal del poeta Carlos Pellicer Cámara.
La anterior relación de objetos podría no encajar exactamente con la idea que tenemos sobre lo que debería tener un archivo, su sinuosidad es tal que podría rayar en lo fantástico y sería adecuado describirlo como exuberante e inasequible de no ser por el admirable el trabajo de la Biblioteca Nacional para su catalogación y preservación. La presente exposición tiene dos partes, en la primera se ofrece un acercamiento biográfico y en especial a su labor museográfica, en la segunda se espera que el lector se acerque a su creación poética y a los diferentes registros del archivo personal de Carlos Pellicer que su sobrino Carlos Pellicer López decidió resguardar en la Biblioteca Nacional de México, contribuyendo así a enriquecer el patrimonio de las y los mexicanos.