En 1913, durante la presidencia de Francisco I. Madero, el marino Adolfo Bassó se desempeñaba como intendente de Palacio Nacional. Era un “hombre de elevada estatura y cierta distinción”, como lo describió Manuel Sterling, embajador de Cuba en México. Bassó fue leal al presidente y su familia. El 18 de febrero, después de 10 días de un alzamiento militar en contra Madero, la suerte de Bassó se unió a la de Gustavo, hermano del presidente.

Ese día Gustavo fue hecho prisionero por el general Victoriano Huerta, responsable de sofocar el golpe militar contra Madero y que terminó uniéndose a los rebeldes. El hermano del presidente fue llevado a Palacio Nacional, donde también estaba preso el presidente Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez.

Huerta decidió que Gustavo y Adolfo Bassó fueran conducidos a La Ciudadela, lugar donde se habían refugiado los alzados durante la Decena Trágica. Gustavo fue brutalmente golpeado y humillado por la turba de soldados ebrios que se encontraban en el lugar. Bassó vio cómo asesinaban al hermano del presidente y con fuerza y dignidad exclamó: “No es el último patriota. Aún quedan muchos valientes a nuestras espaldas que sabrán castigar estas infamias”. Estas palabras sellaron su destino.

Esta exposición es un pequeño homenaje a un patriota que se mantuvo leal hasta el final al más cercano de los hombres del presidente Madero, su hermano Gustavo.

Adolfo Bassó Bertoliati nació en Campeche en enero de 1851; fue hijo de José María Bassó y de Paulina Bertoliati. En 1881 se casó con Mary Aloysius Cruanas (Eloísa Cruañas), oriunda de Nueva Orleans, Louisiana, Estados Unidos, con quien tuvo cuatro hijos: José María, Eloísa, Ana y María Stella.

Adolfo Bassó fue un marino formado en las escuelas navales de Campeche y Veracruz. De acuerdo con su expediente, resguardado en el Archivo Histórico de la Secretaría de Marina, a los 25 años de edad (1876) obtuvo el grado de teniente en la Armada Nacional; a los 32 años (1883) era segundo teniente, comandante del vapor Resguardo de Tampico, y a los 36 (1886) fue primer teniente, segundo comandante del vapor de guerra Libertad.

Gracias al expediente de Adolfo Bassó Bertoliati que resguarda el Archivo Histórico de la Sedena podemos rastrear la participación que tuvo este personaje en las fuerzas armadas de México entre 1876 y 1911. A lo largo de estas fojas se encuentran registradas las órdenes de Bassó como capitán del vapor Resguardo de Tampico y segundo comandante del cañonero Libertad.

Los documentos patentan que Bassó fue parte del cuerpo profesionalizado de las fuerzas armadas creado por Porfirio Díaz, tras la rebelión lerdista de 1879 en Tlacotalpan, Veracruz, y también nos permiten ubicarlo cerca de Teófilo Geneste, Manuel Trujillo Hinojosa, Luis Legorreta, Lauro del Villar y Ángel Ortiz Monasterio, connotados participantes de la cúpula de la Armada Nacional. Asimismo, estos documentos nos permiten ubicar la movilidad que tuvo Adolfo Bassó Bertoliati durante 35 años al servicio de las fuerzas armadas, lo que sin duda le otorgó un amplio conocimiento territorial del México decimonónico.

Consultar expediente Tomo I

Consultar expediente Tomo II

Su actividad naval coincide temporalmente con aquella prestada por ilustres marinos como Hilario Rodríguez Malpica Segovia, Manuel Azueta Perillos, Ángel Ortiz Monasterio y José María de la Vega González, quienes durante la presidencia de Francisco I. Madero se mantuvieron leales al gobierno constitucional. En 1903 Bassó era mayor de Artillería en el depósito de la Secretaría de Guerra y Marina.

Este expediente de 8 fojas que se encuentra en el Archivo Histórico Genaro Estrada de la Secretaría de Relaciones Exteriores da cuenta de una licencia “sin goce de haber” autorizada al “Mayor de Artillería” Adolfo Bassó por motivos personales. Se puede observar que estuvo, entre 1903-1904 en Saint Louis, Missouri.

Durante el gobierno de Francisco I. Madero (noviembre de 1911 a febrero de 1913), Adolfo Bassó formó parte del Cuerpo de Artillería del Ejército Federal y fue nombrado intendente de Palacio Nacional. Este puesto era desempeñado por una persona de absoluta confianza del presidente de la República: “Era Bassó muy amigo de Gustavo A. Madero”, refiere José Vasconcelos en sus memorias sobre Evaristo Madero.

El mandato presidencial de Francisco I. Madero estuvo afectado por constantes levantamientos, sublevaciones y pérdidas de apoyo. En ese contexto, el 9 de febrero de 1913, los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz, quienes se encontraban prisioneros en Santiago Tlatelolco, fueron liberados por un grupo de sediciosos con los que emprendieron marcha rumbo a Palacio Nacional: su objetivo era derrocar al gobierno constitucionalmente elegido. Los fugitivos, junto con el general Gregorio Ruiz, intimaron la rendición del Palacio pero fueron rechazados por el comandante militar de la plaza, Lauro del Villar, quien arrestó al general Ruiz y dio la orden de abrir fuego. Adolfo Bassó disparó con una ametralladora y mató a Reyes, lo que desconcertó a los atacantes y los llevó a replegarse a la Ciudadela.

Herido Lauro del Villar, Francisco I. Madero designó comandante militar de la plaza al general Victoriano Huerta. La situación era muy grave, pues el gobierno carecía de tropas suficientes para sofocar el alzamiento. Durante 10 días la Ciudad de México fue un campo de batalla y, finalmente, el 18 de febrero Huerta se alió con Aureliano Blanquet para traicionar al presidente. Cuando Blanquet aprehendió a Madero, Bassó intentó disparar su arma contra este general sedicioso, sin lograr su cometido.

Ese mismo día, los golpistas condujeron a Bassó a la Plaza de la Ciudadela, donde horas antes habían asesinado a Gustavo A. Madero. El marino buscó en el firmamento la estrella polar que durante sus viajes lo había guiado, se quitó el sombrero y antes de ser fusilado gritó: ¡Viva México!