Francisco Villa causó mucho interés a sus contemporáneos y luego de su muerte varias generaciones siguieron de cerca su rastro. Para 1914 ya lo buscaban reporteros y cineastas, y sus adeptos y detractores sumaban cientos. De entre aquellos interesados en el caudillo que pronto empezaron a escribir sobre él, podemos señalar a John Reed, un periodista norteamericano que a manera de crónica relató sus andanzas con la División del Norte y que también publicó en 1914 su libro México insurgente. Reed no sería el único que al calor de los hechos escribiría sobre Villa; de hecho, al caudillo se le mencionó en varias narrativas. En las próximas líneas hablaremos brevemente de ciertas obras en las que se utiliza de manera circunstancial al personaje histórico para situar la narración en el contexto revolucionario, y también referiremos otras en las que el argumento es entregar al lector un testimonio tal y como pudo haberlo creado el mismo Villa. En algunos casos será posible acceder al texto en cuestión, mientras que en otros sólo a un fragmento u otras expresiones culturales que se inspiraron en las obras a las que haremos referencia.
En 1915 comenzó a publicarse por entregas la novela titulada Los de abajo, de Mariano Azuela. De acuerdo con los especialistas, esta obra destaca, entre otras cosas, por iniciar la narrativa sobre la Revolución mexicana. Ya desde aquel año en su trama aparece más de 20 veces a un tal “Villa”, aunque no se proporciona el nombre. Sabemos que el autor se refiere al personaje histórico que nos interesa, ya que, además de las menciones a éste, también se habla de Venustiano Carranza y Victoriano Huerta y de sucesos de gran relevancia para el movimiento maderista como lo es la toma de Ciudad Juárez. Éste no es el único libro de Azuela en el que se hace referencia al personaje; tenemos alusiones al general en Las tribulaciones de una familia decente publicada 12 años después del ataque del 20 de julio de 1923 que acabaría con la vida de Villa. Se advierte que aquí el autor ya da el nombre completo, incluso hace referencia al asentado en el registro de nacimiento de San Juan del Río, Durango: Doroteo Arango.
Las tribulaciones de una familia decente.
Quizá existiera cierta necesidad de quienes conocieron a Francisco Villa o vivieron muy de cerca los enfrentamientos de escribir al respecto. De entre los primeros tenemos el caso de Martín Luis Guzmán, autor de El águila y la serpiente y de Memorias de Francisco Villa. La producción de este autor destaca por su interés en la Revolución mexicana, así como su recreación por medio de la ficción; así pues, en sus relatos recobra sus vivencias de 1914 cuando se unió a las tropas del duranguense. En el caso de El águila… ésta se publicó por entregas y en 1928 circularía a manera de libro; la historia es narrada en primera persona por un revolucionario constitucionalista en una especie de crónica que recupera el descontento general que provocó el golpe de Estado de Victoriano Huerta y los enfrentamientos posteriores que desencadenarían dicho malestar social; la mención de la muerte de Francisco I. Madero y las acciones de los revolucionarios, entre ellos Villa, forman parte relevante de la trama. Vale la pena señalar que en esta novela la figura del general adquiere mayor protagonismo, por ejemplo, en el libro segundo ya se inserta plenamente al relato en un capítulo titulado “Primer vislumbre de Pancho Villa” y conforme se desarrolla la historia aumenta su importancia ya que incluso una de las partes de la obra se titula “Iniciación villista”. A diferencia de la novela anterior, en la que Villa es uno de los revolucionarios que buscan expulsar a Huerta, en Memorias de Pancho Villa Guzmán se ocupó totalmente del Centauro del Norte. Para el desarrollo de esta obra es importante la experiencia personal del autor con los protagonistas. También se mencionan una serie de escritos “procedentes del archivo del general”, conservado por sus familiares. Entre estos documentos se habla de una hoja de servicios durante la rebelión maderista, un relato a lápiz de poco más de cien páginas y cinco cuadernos cuyas portadas hacen referencia a Manuel Bauche Alcalde, a quien Villa le dictó sus memorias. El objetivo de su texto, según Guzmán, era en primer lugar, igualar por medio de la palabra escrita el “tono del habla” de Villa, tan característico de las sierras de Chihuahua y Durango, ya que, en comparación con el texto de Bauche, guardan poca similitud con lo acostumbrado por el general. Vemos en Guzmán una necesidad de fijar “lo verdadero”, sirviéndose de su experiencia y de otros registros para sumar a la construcción de memoria de los hechos de la Revolución. A continuación, el lector podrá leer el capítulo titulado “La fiesta de las balas” de la novela El águila y la serpiente, así como el primero de Memorias de Pancho Villa.
Ilustración en Espacio Literario [p. 12].
Ilustración en Espacio Literario [p. 24].
Si Los de abajo de Azuela es la novela inaugural de la Revolución mexicana, Cartucho es especial por ser la primera obra literaria del suceso escrita por una mujer. Nellie Campobello publicó en 1931 un libro de carácter testimonial donde los protagonistas son los muchachos de Villa; en él hay relatos sobre algunos de “Los hombres del norte”, en los que se recuperan los sobrenombres, anécdotas con los villistas cuando era una niña y abundantes gestos de la tropa observados por la autora en Parral. Por otra parte, en algunos pasajes la figura del general sirve para contextualizar al lector del momento en que estos diferentes personajes se encuentran y de su papel dentro de la División, es así que diálogos o frases que se le atribuyen ayudan a construir las escenas de la vida cotidiana de dichos hombres ya fuera en los campamentos o en los alrededores de Parral. Es innegable la admiración que Campobello sentía por el general, misma que la llevaría a escribir, además, otros textos exclusivamente dedicados al Centauro del Norte, tal es el caso de Apuntes sobre la vida militar de Francisco Villa (1940), así como una colaboración en Revista de Revistas con el texto titulado “Perfiles de Villa”. El anterior escrito se publicó con motivo del noveno aniversario luctuoso, por lo que se muestran seis fotografías, cinco de ellas del líder y una de los funerales realizados el día 21 de julio de 1923. La intención de la autora en este relato es un tanto diferente por lo que podremos apreciar una afirmación interesante y es que los detalles biográficos previos a los días de revolucionario poco importan, ya que lo que vale la pena recordar es su liderazgo en los tumultuosos días de la Revolución. A continuación, se encuentran las ligas donde los interesados podrán leer completos los relatos de Cartucho, además de acceder a la publicación de los años treinta y apreciar algunas de las imágenes de Villa que la acompañan.
De acuerdo con los especialistas, Rafael F. Muñoz era muy joven cuando conoció a Francisco Villa, por lo que el conflicto armado y dicho encuentro debieron marcarlo profundamente al grado de escribir numerosos relatos que retratan al movimiento, entre ellos la novela ¡Vámonos con Pancho Villa! En 1931 se publicó una obra en la que se muestran los acontecimientos de manera novelada, por lo que los personajes discurren en un contexto histórico identificable y otros hechos ficticios necesarios para el desarrollo de la trama. Vale la pena señalar que el narrador refiere abundantes detalles, entre ellos la descripción física de Villa, o su manera de hablar. En la propuesta del autor, él no es una persona casual del que otros escuchan hablar o apenas ven pasar, tampoco es el creador de aquel relato; en el libro de Muñoz el general es el personaje central para el argumento. Muñoz logra con gran habilidad recrear diálogos emotivos además de retratar la crudeza de la gesta revolucionaria. La novela tuvo tal recepción que en 1935 se estrenó el filme homónimo basado en el libro y que está a disposición de los interesados en el repositorio en Memórica. En la actualidad la obra sigue editándose para el disfrute de las nuevas generaciones. Sobre las narraciones breves de Muñoz podemos resaltar que fueron abundantes y en ellas también aparece Villa, tal es el caso de “El feroz cabecilla”, “La suerte loca de Pancho Villa” o “Villa ataca Ciudad Juárez”, donde vemos con claridad el interés del autor por el personaje. Algunos de estos relatos ofrecen estilos más inclinados a los textos historiográficos con claros permisos literarios, mientras que otros son plenamente resultado del ingenio creativo del escritor. Vale la pena destacar la amplia recepción que hasta nuestros días tienen las obras de Muñoz, ya que en 2010 volvió a circular en una edición conmemorativa el cuento “Oro, caballo y hombre”.
¡Vámonos con Pancho Villa! de Fernando de Fuentes.
Recordar obras como Los de abajo, El águila y la serpiente, Memorias de Pancho Villa, Cartucho y ¡Vámonos con Pancho Villa! tiene la finalidad de aventurarse a lanzar la hipótesis —que dista de ser comprobada en este espacio, pero deja la oportunidad abierta para otros— de que estas novelas contribuyeron a la construcción de la memoria del general de la División del Norte, y es que los autores de estas narrativas muy pronto se dieron a la tarea de recuperar una historia que quedó fuera del discurso del trinomio Carranza-Obregón-Calles, así como también de un pasado que no legó un archivo personal y que tampoco aportó su versión de lo que sucedió. Ante esa necesidad de fijar lo ocurrido empezaron a perfilar esos testimonios que eventualmente permitirían escribir sobre Villa y el villismo. De acuerdo con los especialistas, la literatura tiene un gran papel en la construcción de la memoria histórica en la sociedad; muchos de estos textos, además de recuperar un suceso como referente contextual en sus tramas, se crean con la intención de contrarrestar a los discursos historiográficos vigentes ocupándose de temas, figuras y hechos que se intentan invisibilizar. Reflexionando sobre lo anterior y retomando a Villa y las obras que se han valido de su figura, tenemos que estas expresiones escritas, y muchas otras más, se dieron a la tarea de hablar sobre Villa y lo que acontecía a su alrededor, de ahí que se tengan vívidos relatos impregnados de profunda admiración, pero también otros en los que la crueldad y la violencia permean la figura del caudillo. Todos y cada uno de ellos agregan recursos y son necesarias las relecturas, luego de cien años, para reinterpretar a uno de los personajes más destacados de la Revolución mexicana.