Cédula
Título
Obra de Manuel José Othón (atribuido)
Agente creador
Othón, José Manuel (autor)
Forma parte de
Colección Manuel José Othón
Nivel de descripción
Ítem
Tipo de recurso
obra de teatro
Nota de tiempo
1876/12/18 (creación)
Descripción
Obra original de Manuel José Othón que a la letra dice: "El escándalo. Drama en tres actos por Manuel J. Othón. Personas. Carlota. Juan. don Pablo. Pedro, criado. Acto primero. Gabinete de Juan, alcoba a la derecha; puertas al fondo y a la izquierda; esta-habitación estará adornada con sencillez y elegancia, y amueblada con libreros, mesa escritorio, etc. Escena I. Juan. J. - No; esto no puede durar más. Daré fin a esta situación, sea cual fuere el resultado. ¿Pero cómo?... Ya; ¡se lo diré a mi tío que es la única persona que se interesa por mí! Pero…. ¡Y mi madre! ¡Y el escándalo, sobre ella!… No; de ningún modo; sufriré todo sin hablar, primero es ella... Escena II. Juan, don Pablo. Pablo. - Buenos días, Juan: ¿Como, tan temprano te has levantado hoy? J. - Iba en busca de Usted. P. - ¿Sí? ¿Para qué? Aquí me tienes. J. - Para… para que fuésemos al campo. La mañana está muy hermosa; con la lluvia de anoche el campo debe estar delicioso ¿Quiere Usted que vayamos? P. - ¡Que si no he de querer! Con mucho gusto: iremos ya. Has visto a Carlota, ¿Como esta? ¿Ha seguido mejor? J. - (Titubeando). No, no la he visto; como me acabo de levantar: pero voy en el momento. P. - Bien; salúdala por mí. J. - (Va a salir). Vuelvo en el acto…. (volviéndose) pero ¿vamos a pie? P. - es claro; sería una tontería ir a caballo con una mañana tan linda; pero ¿qué haces que no vas? J. - ¡Ah! (meditando) no, no lo hare (hablando entre dientes) P. - Pero hombre, que piensas, porque no vas. J. - (Saliendo) Voy… (don Pablo se queda viéndolo al salir). Escena III. don Pablo. P. - ¡Vaya un excelente muchacho! A pesar de su juventud y es bastante serio y no le gusta mucho la compañía de los jóvenes. Conmigo siempre está muy contento, me quiere como a un padre, porque yo he sido para él un padre. Si Ricardo viviera, orgulloso estaría de tal hijo… ¡Pobre hermano mío! Yo le amaré por ti, aunque tú lo guardaras desde el cielo donde debes estar. Y tu hijo no tiene otro apoyo en el mundo que yo. Su madre… ¡Bha! ¡Que lo una casarse teniendo un hijo como Juan...! y con hombre a quien este no quiere lo que da por resultado el disgusto en que indudablemente debe vivir ¡qué diablos! El muchacho se ha vuelto más retraído y creo que he adivinado la causa. ¡El! ¡!Solo el!... ¡Pero es una tontería! Lo que le diré a Juan, es que tome él partida de no meterse con él para nada, y así vivirá contento… Escena IV. Juan, Pablo. J. - (Entrando) (No hay remedio) Todo lo sabía Usted tío ya no es posible continuar viviendo de esta manera. P. - ¡Pero, que hay! ¿Qué pasa? J. - Pasa, que mi madre me ha perdido el cariño; que el Sr. Pérez todo el día riñe conmigo. Que yo estoy en una lucha abierta con él y con mi madre, y que he perdido la fuerza. Que el dolor que me oprime es inmenso; que... P. - (Inter) Pero explícate; ¿Cómo es eso?... (Con energía) ¿Por qué?... J. - Escuche Usted tío: hace seis meses que mi madre me hablo una noche diciéndome: Juan; me voy a casar con Pérez. Semejante noticia no me sorprendió por que ya era público, y sin embargo ella no me lo había dicho. Todo el mundo hablaba de mi madre y de Pérez, haciendo comentarios más a menudo malignos: pero lo cierto es que yo sufría las miradas y sonrisas que nos dirigían a mi madre y a mi cuando salíamos a pasear o nos veían en la calle. Pues señor; a tales palabras de mi madre, yo que esperaba más que es oportunidad para decirle lo que pensaba, trate de disuadirla de semejante proyecto alegando para ello los díceres y chismes de las gentes; estas decían que Pérez se enlazaba con ella por interés puramente, y yo si lo creía. Mi madre no hizo caso, y me respondió; Pérez es un buen hombre; tú no lo conoces aún; cuando lo conozcas lo amaras casi como a tu padre. P. - ¡Qué barbaridad! J. - Y la verdad, yo quería a Pérez; pero las sospechas que alimentaba respecto de sus intenciones me atormentaban de una manera horrible. Entonces apele a las súplicas, a las lágrimas; le hable con toda la sinceridad que un hijo puede emplear para disuadir a su madre de una idea fatal; pero… no hubo remedio, y Usted lo vio… (pausa). P. - Si, vi eso, lo sé: prosigue. J. - Tres días después, mi madre era la esposa de Pérez y este me trataba con una consideración y cariño asombroso. Lo llegué a amar; casi me arrepentía de haberme opuesto a su enlace con mi madre. Conocí que ella había tenido razón, y me persuadí de que ese paso lo había dado por mi felicidad; pero ¡ay! ¡Cuan pronto se desvanecieron mis ilusiones! Paso un mes; un día Pérez me dijo que, si quería yo unir mis intereses a los de mi madre, y que él, hombre de experiencia y de cálculo, los administraría aumentándolos considerablemente, y yo en tanto vería crecer mi capital, sin matarme en un trabajo duro al que necesariamente me tendría que entregar. Yo le comuniqué a usted esto. Y usted, que comprendió sin duda las minas de ese hombre, me dijo le contestaré que Usted mismo como mi tutor se quedó encargado hace mucho de guiar mi fortuna, en tanto yo adquiero alguna experiencia acostumbrándome al trabajo. Seguí las instrucciones de Usted y el de pronto no manifestó interés ni sorpresa y dejo de hablarme de ese asunto. Al cabo de algún tiempo mi madre se queja de lassa una baja muy fuerte en su capital (tan fuerte de dinero), y Pérez se incomodó. Ella durante algunos días no volvió a decir una palabra; y desde entonces Pérez ha dejado de manifestarme aquel mismo cariño que al principio, y yo empecé otra vez a concebir mis amargas sospechas. Hace dos meses, Pérez ha pagado 30000 pesos que ha perdido en el juego: nunca permanecía en casa exceptuando dos horas a lo más; y casi no hablaba a mi madre. Esta, por despecho más bien de la indiferencia con que la veía, que, por enojo de semejantes abusos, se resintió con él y le hablo enérgicamente… ¡Desde entonces esta casa es un infierno! No hay un día que no haya un disgusto: y yo no puedo vivir de este modo. P. - Pero ¿no has hablado con tu madre de esto? J. - Le he hablado, pero inútilmente. Ella ama mucho a Pérez y esto le impide tomar una medida enérgica, como yo le he propuesto. Lo que he obtenido a consecuencia de los disgustos que tengo diariamente con Pérez a quien he amonestado aun amenazándole fuertemente, es que mi madre haya dejado de verme como antes, que me pierde parte del cariño que me profesaba por un hombre que no la ama, y a quien me antepone. Por esto sufro… sufro mucho, mi madre es la única adoración en este mundo, para mí; por ella sacrificaría gustoso cuanto tengo, hasta mi vida. (llorando). P. - ¡Y yo, hijo mío!... J. - (arrojándose en sus brazos) ¡Ah! Usted es un padre para mí (ap.) (¡pobre padre mío!) P. - (reprimiéndose, y como reflexionando). No te aflijas, puede que esto tenga remedio. J. - ¡Ay! Es muy difícil. P. - (Con resolución) Pues bien, aunque así sea, investigaré más y yo lo hallaré… ¡Si lo hallare por fuerza! Ahora salgamos y durante nuestro paseo te diré mis pensamientos, y quizá hallemos el modo de terminar esto. J. - (disp. a salir con D. P.) Vamos. (salen). (Un momento después entra Pedro y se pone a asear la pieza). Escena V. Pedro. P. - Pues, señor: el caso es curioso; el señor Pérez se ha constituido tirano de la casa ¡Cómo ha de ser! ¡Hoy la dictadura impera hasta en el hogar doméstico!... (pausa). Yo lo siento por el señor Juan; lo demás no me importa. Allá la señora tiene la culpa, y en el pecado lleva la penitencia… A don Juan, por el cariño que le profiero, siento mucho que suceda esto; le he servido muchos años, le he visto nacer y en verdad que las consideraciones y miramientos de que era objeto para con su padre, en nada se parecen a los que hoy recibe, ¡todo es disgustos con ese advenedizo que se constituye su padrastro!... Pero, en fin; él no ha de sufrir mucho esto y ya veremos… Escena VI. Carlota, Pedro. Carlota. - Juan. (sin fijarse en P.) ¿No está aquí Juan? (a Pedro). P. - Acaba de salir con el señor don Pablo que vino por él. C. - ¿Y no sabes a dónde irán? ¿Con qué objeto? P. - Sí; fueron de paseo. C. - ¡Ah! Pues cuando venga, si viene con Pablo me avisas antes de que entre: pon cuidado. P. - Muy bien. (Sale). Escena VII. Carlota. C. - (Suspirando) ¡Ay!... ¡Esto es atroz! Soy muy desgraciada. ¿Por qué he matado yo misma mi bien estar, y me he sacrificado a un hombre que me desprecia? ¡Me desprecia! Si… pero… ¡Yo lo amo!... ¡Cuánto daría mi alma por ocupar en su corazón el lugar que ocupaba en el de Ricardo! Entonces pude haber sido muy feliz; y que ¿No lo fui? Sí; él me amaba mucho, aunque yo no le profesaba otra cosa que un cariño inspirado por la gratitud. ¿Y cómo había de ser? Cuando me uní a él yo era joven, sin experiencia y llena de vanidad: así me criaron. Me casé, nada más, por ocupar una brillante posición social y al mismo tiempo satisfacer mi amor propio. No tuve tiempo de amarle, o más bien dicho no lo ame. Porque aún no conocía ese sentimiento y ese deber. Mis padres trataron de casarme con él por hacer mi dicha, yo consentí gustosa, y no fui desgraciada. Él era rico, y con mi fortuna unida de la suya yo me envanecía de elevarme sobre todas en la brillante posición que ocupaba. Nuestro hijo… ¡Ay! ¡Cuánto me ha hecho sufrir hoy…! Nuestro hijo nos amaba y yo en él veía toda la dicha de la tierra. Pero cuando murió Ricardo comprendí que no le había amado. Pérez que hizo su fortuna en nuestra casa, lleno las aspiraciones de mi corazón para mi hasta entonces desconocidas… Pero ¿Para qué recuerdo esa época de felicidad que ya paso y que yo no comprendí entonces?... ¡Ah, Dios mío! Sálvame; salva a mi hijo… de mí misma que quiero sacrificarlo a un hombre que aborrece, que es su enemigo y que labrar a nuestra mina. Pero a mi hijo ¿Por qué? No; yo he sido la culpable, él es inocente… ¡Líbrame señor!... ¡Ah! ¡No, si lo amo a mi pesar!... (llorando). Escena VIII. Juan, Carlota. J. - (entrando, se pasa sorprendido). ¡Ah! C. - (precipitándose sobre él) Buenos días, hijo mío: ¿Te has divertido? ¿Por qué te fuiste sin saludarme? ¿Qué… no me amas? J. - (Rep.) Mamá, ¿Sigue Usted mejor? (con ternura y besándola la frente). C. - Sí; he pasado buena noche, y ahora me siento bien. ¿A dónde has ido tan temprano? J. - Vino mi tío y resolvimos dar un paseo a orillas de la ciudad… él se ha quedado en su casa y yo vine, a… vine a… a saludar a Usted. (él me dice que no le diga nada). C. - Oye: dime, ¿No me has aborrecido? J. - (llorando). ¡Yo!... pero ¿Por qué? (con amargura). C. - No, hijo mío; soy culpable… yo he querido hacerte desgraciado y tal vez te he hecho… ¡Ah! ¡Perdóname!... J.-(llo). ¡Madre mía!... C. - Y tal vez tú en castigo de mi culpa… ya no me amas; ¡Tal vez Dios te hace un instrumento para castigarme!... ¡Qué castigo! J. - No, Dios no puede mandar a un hijo que no ame a su madre, aunque esta fuese criminal. Dios no ha constituido al hijo juez de las acciones de sus padres… Dios no hace eso… ¡Yo la amo a Usted! C. - ¡Ah! Es cierto. Perdóname Dios mío. Deliro. ¡Perdóname, hijo de mi vida!... J. - (ap.) (no, no me iré, no la abandonaré. Mi tío se equivoca). C. - Dime… ¿Me perdonas? (con ternura). J. - ¡Perdonarla! ¿De qué? Usted no me ha hecho ningún mal. Usted solamente ha errado en una cosa cualquiera ¿Y quién es incapaz de errar en el mundo? C. - ¡Qué bueno eres! J. - (ap.) (ahora se arregla todo) (alto). Pues bien, madre mía; Si Usted ha errado puede remediarlo. C. - ¡Ah! ¿Cómo? J. - Es necesario a toda costa que se separe Usted de Pérez… C. - (int.) ¡Nunca! El mismo Dios que prohíbe a un hijo aborrecer a su madre, prohíbe a una esposa abandonar a su marido… ¡No!... J. - (susp.) Pero cuanto este marido la desprecia, cuando este hombre cava su ruina y su desgracia… C. - ¡Oh! J. - Y la de su hijo… C. ¡Calla!... (Le oye dentro la voz de don Pablo que habla con Pedro). Me voy, no quiero ver a tu tío. J. - No, si lo verá Usted, él lo arreglara todo… C. - No, no. Separarme de mi marido, nunca, (sale por la derecha) (al irse) así no habrá arreglo ninguno… J. - (asombrado, viéndola salir). ¡Desgraciada madre mía!... Ama más a un tirano que a su hijo, no… yo no lo sufro… me iré, si me iré con mi tío, no la vere más, hasta que me ame, ¡Si hasta que me ame, porque no me ama!... Escena IX. Juan, don Pablo. P. - ¿Le has hablado? J. - Si… P. - ¿Le has dicho que te separas de ella? J. - No, no he tenido valor para ello. P. - Bien, muy bien. ¡Sígueme! J. - (titubeando). Pero… ¿No es esto un crimen? P. - No, no es un crimen, es un deber. Y, además, ella sola es culpable. ¡Sígueme! J. - (con resolución y siguiendo a don Pablo que lo toma del brazo). Si… Ella… Ella tiene la culpa (salen por el fondo, en el momento que cae el telón). Fin del acto primero. Diciembre 18 de 1876. Acto segundo. Asistencia en casa de don Pablo. Puertas al fondo y a los costados. Escena I. Juan, don Pablo. J. - ¿Y le habla Usted? P. - Sí, le hablé…(pensativo). J. - Y… Explíquese Usted tío. P. - Pues bien, hijo mío, resuélvete. Tu madre no quiere separarse de Pérez. Este, no quiere tampoco dejar a tu madre, no por cariño, sino por tirarle lo poco que aún posee… J. - ¡Ay!... P. - Y no nos queda otro remedio, que apelar a la justicia para que nos libre de ese hombre, aunque no quiera Carlota. J. - No… el nombre de mi madre nunca andará entre las autoridades mientras yo viva, primero es su honra; ya que ha tenido la desgracia de perder su tranquilidad, no la tendrá de perder su honra; … No consentiré que el escándalo pese sobre ella… ¡Jamás! P. - ¡Qué bueno eres! No hijo mío, no habrá tal escándalo… un solo recurso me queda… y si no tiene resultado… entonces, resígnate… te irás de aquí, iras a Europa y no la volverás a ver hasta que ella, desengañada y ofendida, por sí misma se separe de ese miserable… J. - ¡Ah! ¡Separadme de mi madre! Pero ¿No ha dicho Usted que le queda un recurso? ¿Cuál es? P. - ¿Eh? No, no te lo diré hasta que veamos el resultado; por ahora solo necesito una cosa ¿Me prometes que harás lo que te diga? J. - Sin duda. P. - Pues bien. Déjame obrar libremente seguro de que no te quejaras después. J. - Haga Usted lo que guste. Ya sé que Usted trabaja por mi dicha. P. - Pero no te vayas a asombrar y lo heches todo a perder. Mi proyecto consiste en engañar a tu madre por ahora; si así no transige, lo continuaré, lo llevaré adelante, y entonces pasará a ser una realidad muy amarga para ella… Te irás a Europa. J. - Ah, ya comprendo. P. - Pues déjame obrar. J. - Gracias, tío. (consentido) Escena II. Dichos, Pedro. Pedro. - La señora está empeñada en venir a esta casa, y yo cumpliendo las órdenes de Usted. (a don Pablo) he tratado de impedírselo, pero no hay remedio, se viene y yo he venido a avisar a Usted antes que ella saliera de la casa. J. - Que venga, sí… quiero verla: Pablo. - No, no vendrá; me has prometido que me dejarías obrar… Voy a verla, y le diré que te vas, ya lo sabes: (sale precipitadamente). Escena III. Dichos menos Pablo. J. - Pedro… P. - Señor. J. - Dime ¿Qué hace mi madre? P. - Nada… llorar mucho y sufrir más. J. - ¡Ah!... Sufre teniendo un hijo… ¡Soy un infame! (se cubre el rostro con las manos. Pausa.) P. - Pero, señor ¿Por qué se aflige Usted así? J. - Yo, soy la causa tal vez... P. - No, no puede ser Usted, la verdad, señor; cuando veía a Usted tan triste, tan abatido… Cuando veía los disgustos con su padrastro, lo sentía, como si hubiera sido usted mi hijo. J. - Gracias, Pedro. Tú has sido un leal servidor y no te olvidaré nunca. P. - ¿De veras? ¿Pues me hace usted un favor? J. - Sí, pídeme; lo que quieras. P. - ¿Se va Usted de esta tierra? J. - ¿Quién te lo ha dicho? P. - Su tío de Usted al salir ha dicho que iba a decirle a su mamá que se iba Usted y aunque no dijo para donde, yo he comprendido inmediatamente que abandona Usted esta tierra. Además; se murmura en la casa algo de esto. J. - (sorprendido). Pues que ¿Saben…? P. - Todo, señor. Y como Usted sabe cuánto exageran y cuanto hablan, lo cuentan de distintos modos y a todo el mundo, y ahora es casi público en la ciudad. J. - Pero ¿Cómo? ¿Quién se los ha dicho?... P. - No lo sé; se lo sospecharían tal vez. Y como una cosa que sospechan la creen cierta… J. - ¡Ah! ¿Y qué dicen de mí? ¿Qué dicen de mi madre? P. - De Usted…. Que es la víctima… de su mamá, que lo es también y que ese Pérez es el tirano, el verdugo… J. - ¡Con que es público!... ¡Oh, Dios! ¡Que escandalo! P. - Pues sí, señor: como iba a Usted diciendo, ¿Es cierto que se va Usted? J. - Pedro; tú me quieres, me has criado y a ti no te debo ocultar una cosa que no tengo para qué. Por ahora no sé si me iré… ¡Tal vez sí! (con amargura). P. - ¿Sí? Pues me alegro. J. - ¿Te alegras? P. - Sí, señor; Usted es una víctima, pero una víctima inocente. Pues bien, el favor es este. ¿Me lleva Usted? J. - ¿A dónde? P. - A donde Usted se vaya: yo quiero seguirlo. J. - Bien. Juan; si me alejo de esta tierra malcriada, tú te irás conmigo. P. - (con alegría). Gracias, mi amo: muchas gracias. J. - Pero es que yo no me quiero ir… P. - Entonces, me quedaré. Pero yo creo que debía Usted irse. J. - ¡Pedro! P. - Perdón. Pero así la señora por el amor de Usted y por no estar separada… J. - (El amor mío) (ap.) No; Yo no lo debo hacer, ¿Me entiendes? No lo hare. P. - ¡Perdón! No he dicho nada… J. - (¡Pobre Pedro; cuanto me quiere!) (ap.) (alto) Pero dime, ¿Mi madre que dice de mí? P. - Señor, no sé nada. Lo único que creo yo es que debe llorar por Usted porque después que Ustedes se vinieron llego el Sr. Pérez y la hallo llorando. Ella lo culpó a él, quería se viniera para siempre a esta casa, él se incomodó; hablando demasiado hasta a la Sra. Y amenazándola con irse para siempre diciendo a su mamá que se viniese cuando quisiera; y entonces ella cambiando completamente; dejo de llorar y vi que hablaba después a don Luis con mucho cariño. Ya no vi más. J. - ¡Ay! Siempre puede más ese hombre, que yo en su corazón. ¡Yo debo partir!... Escena IV. Dichos, don Pablo. Pablo. – Nada… No hay más remedio… Es preciso que te vayas… J. - ¡Ah!... (con desaliento). Pablo. - Escribe a tu madre, ¡Última esperanza! ¡Quién sabe si al ver tu despedida!... Pero no… es inútil… En fin… P. - ¡Partir! Pedro. - Yo me voy con Usted. J. - (a Pablo). ¿Es forzoso? Pablo. – No hay remedio. (con solemnidad). J. - Sea. (¡Dios mío!) Pablo. - (poniendo a Juan recado de escribir) Nada de llanto, nada de perdones; con la resolución de un alma ofendida; así, una carta muy lacónica… J. - (escribiendo) (ap.) (¡Cuánto me cuestas; madre mía!) Pab. - “Estoy resuelto a partir a Europa mañana mismo, donde permaneceré hasta que Usted este libre. Adiós; entre tanto no dejaré de amar a Usted”. (firma y sella). Ped. - (ap.) ¡Oh! ¡Qué gusto! ¡Saber a Europa! Pab. – Pedro, lleva esta carta a la señora… Ped. – (inter) Y me vuelvo, porque yo voy con el amito. J. - Sí, hombre, si… anda. Ped. – (saliendo) Corriendo… Escena V. Juan, don Pablo. J. - ¿Con que es forzoso…? P. - Si, es necesario. Pero no por mucho tiempo. Al cabo conocerá Carlota que no hay amor más puro y desinteresado que el tuyo, y entonces… J. - ¡Oh! Y ahora,ahora ¿Por qué no lo ha conocido? (amargura) P. - Ahora esta embrujada. Además, el amor propio que en ella alza con tanta fuerza la ha segado. Ella cree que yo soy la causa de que tú la dejes; me ha llamado tirano y… Pero esto pasara desengañándose de una vez, y conociendo, en fin, que lo que yo hago es por el bien de ambos. Cuando ese hombre haya acabado con su fortuna, cuando la haya despreciado completamente, entonces el llanto del arrepentimiento vendrá a ocupar en su corazón el lugar que hoy tiene la ceguedad… J. - Pero en tanto, Usted que es tan bueno velara sobre ella… P. - Si… Yo pondré todos los medios para que terminen estos escándalos. J. - ¡Ah! ¡El escándalo!... eso no se ha evitado, ¡Y la maledicencia pública la juzga con toda su indiferente severidad! ¡Ah!... P. - Pero… ¿Qué quieres? Si tu madre no perteneciera a la clase elevada a que pertenece… Pero en la posición que ocupa todo esto es más notable. Pero no; todos sabemos que ella se ha engañado… J. - ¡No, no!... Su reputación ha perdido… El paso que doy se hará público, sabiéndose la causa como ya se sospecha, y entonces será público también el escándalo… ¡Ah!... ¡El escándalo! (se cubre el rostro con las manos) (pausa). P. - En fin, si esto no tiene remedio. Lo único que yo quiero es que ya no continúe, que ya no aumente. Eso ya está hecho, para evitar lo segundo… Ya lo sabes, ¡Te vas! J. - Si… ¡Me voy! P. - Pero en tanto… J. - ¡Si yo pudiera verla por última vez…! P. - No, no puede ser; yo no lo consiento. Me has prometido hacer lo que te digo, y así es preciso. J. - (se asoma al balcón de la izquierda y permanece. Un momento). Allí está, … ¡Si desde aquí pudiera verla! P. - (enternecido) ¡Juan!... (lo aparta suavemente). Escena VI. Dichos, Pedro. Pedro. - (entrando) No hay remedio… Se viene… J. P. - ¿Quién? Ped. – La señora. Cuando leyó la carta se afectó de tal manera que yo, no encontrando otro remedio, he venido corriendo a decírselo a Ustedes, para que no les sorprenda… Y, sin embargo, no tarda un momento… ¡Ella! Escena VII. Dichos, Carlota. Pab. J. - ¡Ah!... Carlota. - ¡Hijo mío! J. - Señora (abrazándola). Pab. – (a Ped.) Retírate (Pedro obedece). Car. - No, no te vas. ¿No es cierto que no dejaras a tu madre? J. - (viendo a don Pablo) Yo… P. - Carlota, tu hijo se va. Si tú no te separas de ese hombre… C. - No; tú me arrebatas a mi hijo; le has enseñado a aborrecerme… J. - Yo la amo a Usted, ¡Madre mía! P. - No, yo le he enseñado un deber. C. - ¿Su deber es abandonarme? P. - Separarte de ese hombre… C. - No; mi hijo me perdona… J. - Sí, le ama Usted a su amante más que a mí. C. - ¡No, no! P. - ¡Si, sí! Amas a tu verdugo, al ultrajador de tu reputación. C. - ¡Ah! P. - Más que a tu hijo el que ha querido guardar la… J. - Deje Usted a ese hombre, con mi amor basta a Usted. C. - (ofendida y con resolución). No, no lo dejaré. Tú, (a Pablo) tú has hostigado a mi hijo contra Pérez porque nunca le has querido, tú has arrojado en su pecho la discordia y le has inspirado desconfianza respecto de mí. P. - ¡Es falso! J. - ¿Y no ve Usted claramente que la especula?... ¿No ve Usted que ha causado su ruina? (indignado). C. - Sí, Pero hoy ha cambiado, me ama. P. - ¡Te engaña! C. - No… (dirigiéndose a la puerta). Vete; (a J.) Abandona a tu madre, sigue los consejos de tu tío que no sabe la grandeza de este amor… J. - ¡Dios!... Es mi padre. P. - Yo lo amo más que tu… C. - (con resolución). ¿Sí? (con ironía). Muy bien. Haz lo que quieras… Adiós… (ap.) (¡Ah! ¡Dios mío!). (saliendo). J. - No… No me iré… (intentando seguirla). P. - (deteniéndolo) ¡Silencio; yo sé lo que hago! J. - ¡Ah! (con resignación). Telón rápido. Fin del acto segundo. Diciembre 19 de 1876. Acto tercero. La decoración del acto primero. Escena I. Carlota, Pedro. P. - Con que… Señora… (dirigiéndose a la puerta). C. - Espera (P. vuelve) … (ap.) (No, no puede ser) (alto) Dime, ¿Está Juan resuelto? P. - Resuelto. C. - Pero ¿No es Pablo el que…? P. - (inter) No, no señora. Su hijo parte voluntariamente. C. - ¡Ay! P. - Y yo lo acompaño; si señora, yo me voy con el porqué lo quiero mucho, y no tendría valor de verlo partir. No, no señora; yo también me voy; y cosa que me sirve de paseo, porque al fin estar uno siempre en una parte, viendo las mismas cosas… No, no es conveniente; a Europa… Sí ha de ser muy bonito. C. - (sin atender) ¿Y parten? P. - A las 6 de la mañana… C. - (como pensando) Mira Pedro… (ap.) (No, no me rehusó). (alto). Mira… P. - Señora. C. - (ap.) (pero se va…) Ay… ¡No! Dile a Pablo que me urge hablar con él; pero pronto ¿Me entiendes?... P. - Voy, señora. (sale). Escena II. Carlota, don Pablo, Pedro (que se marcha al encontrar en la puerta a don P.). Ped. - (entra) Aquí viene (a C.) la señora hablaba a Usted (a P.). Pab. - Bien, retírate (Pedro, sale). C. - (a P.) (dame fuerzas ¡Dios mío!) (alto) ¡Pablo! Pab. - Con que siempre… Car. - ¡Ah! ¡No…! P. - ¿No? Car. - (Santo Dios) ¡Mi hijo! P. - ¿Tu hijo? Tu hijo se va dentro de media hora. C. - No… ¡Jamás! P. - Sí, señora, se va a buscar la felicidad que no ha podido encontrar en su hogar… C. - No, Pablo; que mi hijo no se vaya.
Lugar
San Luis Potosí (México), creación
Medidas
9 páginas
Materialidad
tinta sobre papel
Lengua
español
Palabras clave
Othón, José Manuel; Teatro Alarcón; obra de teatro
Tipo de media
texto
Formato de la representación digital
PDF
Colaborador
Archivo Histórico del Estado "Lic. Antonio Rocha"
Custodio
Archivo Histórico del Estado "Lic. Antonio Rocha"
Procedencia
Licencia de uso
Nota de contexto
Manuel José Othón (1858-1906) fue poeta, dramaturgo y político mexicano que perteneció al movimiento literario del romanticismo y modernismo. El Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí recuperó este manuscrito gracias a la donación de particulares y la comparte con Memórica. México, haz memoria, una colección fotográfica del autor.