¿Qué pasaría si un día el transporte que usas diariamente no diera servicio? Hoy los tranvías ya no circulan, pero la urbe de inicios del siglo xx podía paralizarse si la Compañía de Tranvías de México no operaba por una falla mecánica, un accidente o una huelga. La ciudad capital dependía de este medio de transporte para su funcionamiento cotidiano. Aunque hoy se le recuerda con nostalgia, en aquel entonces la ciudad estaba atravesada por conflictos, intereses, dependencias y vulnerabilidades.
Los tranvías marcaron el paisaje a lo largo de todo el Valle de México desde la segunda mitad del siglo xix hasta por lo menos la década de 1940. Los caminos rodeaban ríos y canales y atravesaban pedregales. Los cables, postes y vías de la propiedad de la Compañía de Tranvías trazaban la experiencia colectiva de la calle.
Los trenes de mulitas ya conectaban a todos los puntos importantes del Valle de México con la Ciudad de México desde la década de 1870.
La electrificación del sistema tranviario, que inició en 1900, aceleró las conexiones entre las zonas agrícolas, industriales y de vivienda con la capital del país. El tranvía eléctrico permitió una nueva organización del tiempo y del espacio. Por ejemplo, redujo la duración de traslado y permitió trabajar en la ciudad y vivir fuera de ella. Para 1910 el tranvía tenía una cobertura por casi todas las zonas de la ciudad, con paradas dentro de distancias caminables.
Explora las rutas que atravesaban el Valle de México en 1921 en el siguiente plano. ¿Qué pasaba con los viajes como el de las mujeres de la fotografía cuando el medio de transporte más importante de la ciudad y sus alrededores estaba detenido? ¿Qué lugares quedaban incomunicados?
Las huelgas de trabajadores tranviarios, que se repitieron con frecuencia desde la década de 1910, hacían evidentes la dependencia del tranvía y las pugnas que esto generaba. ¿Qué intereses estaban en conflicto? ¿Qué intereses privilegia la forma en la que se organiza la movilidad urbana?
El Universal, siempre crítico de los tranviarios, ponía por delante a los pasajeros durante la huelga de 1922: “... los consumidores, los contribuyentes, la inmensa mayoría que no tiene automóvil y necesita trabajar, el que siempre paga y tan raras veces es atendido, el público, en una palabra, comienza a dar señales de ansiedad y cansancio”.
Los tranviarios usaban la huelga como una herramienta de negociación frente a la Empresa de Tranvías para hacer demandas fundamentales: la reducción de jornadas, la prevención de accidentes, el mejoramiento del servicio de transporte y la regulación de las tarifas a pasajeros. El aumento salarial fue un tema constante hasta la expropiación de la compañía en 1947. Los trabajadores reclamaban el ejercicio de los derechos codificados en el artículo 123 de la Constitución de 1917.
En contraste, la Empresa de Tranvías (o Mexico Tramways Company, como se le conocía fuera de México), era parte de una multinacional fundada en Toronto que cotizaba en la Bolsa de Valores de Londres. Desde una mirada nacionalista, los tranviarios asociaron a la empresa con la intervención de intereses extranjeros en la vida cotidiana de los habitantes de la Ciudad de México. Por su parte, los gobiernos de la ciudad debían conservar buenas relaciones con una fuerza laboral capaz de parar la circulación de la ciudad, pero también cuidar a la compañía que tenía derechos de vía y que era propietaria de los tranvías.
¿Cómo es que los trabajadores tranviarios podían alterar el ritmo cotidiano de la ciudad? ¿De dónde venía el poder colectivo de maquinistas, conductores, mecánicos, peones de vía para controlar la circulación de personas y productos?
En 1911, el periódico El Imparcial proponía: “... se nos ocurre preguntar si las escuelas industriales del Gobierno y otros establecimientos semejantes no contarán con un personal capacitado para sustituir a los huelguistas”. Sin embargo, los tranviarios eran insustituibles. La circulación y la vida de los pasajeros dependían de un conocimiento especializado, como dejó ver el poeta y tranviario Fernando Torroella:
[...]
Ajusta el cambio, aprieta la planchuela,
Calza el durmiente, el terraplén nivela;
Cuanto defecto encuentra, lo remedia.
Y en guardián de mil vidas convertido,
Bien puede ser, por su menor descuido,
El inconsciente autor de una tragedia.
Fernando Torroella, “El peón de vía", 1943.
Controlar la infraestructura tranviaria —vías, electricidad, trenes— tenía una importancia estratégica durante momentos de movilización social. Los carros circulaban sobre rutas fijas, por lo que bloquear una calle significaba detener el tránsito. Además, los tranvías podían transportar a huelguistas, manifestantes y alzados, como sucedió durante la Revolución mexicana (1910-1920).
El gremio de los tranviarios, de importancia fundamental en una ciudad dependiente del tranvía, fue desapareciendo con los cambios de la urbe moderna a lo largo del siglo xx. Pasa a las secciones 2. Experiencias, y 3. Disputas para ver un panorama de estas transformaciones.