El 19 de septiembre de 1985, el terremoto más devastador vivido en la Ciudad de México transformó no sólo la fisonomía de una de las urbes más pobladas y complejas del planeta, sino que también sacudió hasta la médula el sentido solidario y ciudadano de quienes en ella habitaban. El sismo del 85 se ha convertido en un hito en la historia de nuestra ciudad y nuestro país. A esta desgracia, el aún desconocido número de víctimas mortales y heridos, sumado a las miles de familias damnificadas, las pérdidas materiales —específicamente el colapso de grandes obras públicas— y la ineptitud para dar respuesta al desastre, evidenciaron de forma dramática a un régimen inoperante y corrupto. Conforme pasaron las horas y los días, una sociedad cada vez más solidaria y organizada vio despejarse la densa nube de polvo que permitió mirar un panorama desolador, cientos de edificios de distintos tamaños y diversas funciones se habían derrumbado desde sus cimientos. Entre ellos, el Centro Médico Nacional, uno de los ejemplos de mayor dramatismo se colapsó, el centro neurálgico de la medicina pública del país vio romper su espina dorsal.

Tras los temblores del 19 y 20 de septiembre, se suceden historias, rumores, miles de testimonios que se abren paso. En diversas miradas, aún atónitas por la destrucción, una visión, un recuerdo inexacto —atrapado quizás por un deseo colectivo— envolvió a Tlaxcoaque, la tristemente célebre Dirección General de Policía y Tránsito(dgpyt). La fuerza de la naturaleza ha echado por tierra el edificio emblema de las más oprobiosas prácticas represoras del régimen autoritario y antidemocrático.

La dramática imagen del edificio que ocupó la dgpyt del Departamento del Distrito Federal a punto del colapso fue resultado no de un desastre natural, sino de una orden explícita de Miguel de la Madrid, el entonces presidente de la República, quien, en un acto de “falsa justicia” y frente a un ya insostenible caudal de testimonios de abusos y violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos, da una orden que obliga a su desmantelamiento, y posterior demolición, dando inicio en febrero de 1985.

Esta decisión, que se ampara en un supuesto reconocimiento de las violaciones que los organismos policiales llevaban a cabo en el edificio de siniestra memoria, resultó en la destrucción de un escenario criminal, uno de la mayor relevancia para la restitución y construcción de la memoria de todos aquellos que de manera directa o indirecta fueron víctimas de atroces violaciones de sus Derechos Humanos. La demolición de la torre principal del conjunto arquitectónico, así como la dispersión y ocultamiento de sus archivos, se convirtió a la postre en un despojo al derecho a la memoria de todas aquellas víctimas, directas o indirectas, de régimen opresor.

Es frente a este panorama, el de la destrucción de una parte sustantiva del escenario operativo en el recinto, que nos hemos dado a la tarea, en la medida de las posibilidades que nos brindan los acervos documentales y fotográficos a los que se han tenido acceso, de plantear una reconstrucción virtual hipotética del espacio, pero, sobre todo, una visualización adecuada para distinguir los mecanismos operativos y dinámicas de uso que hicieron del conjunto arquitectónico una suerte de nodo administrativo tanto de la violencia de Estado como de la administración de la extorsión policiaca y las cotidianas conductas criminales del fuero común, ambas controladas por estos órganos policiacos. Buscamos reconstruir un escenario, lo más veraz posible, en el que los testimonios encuentren una mínima certidumbre para edificar una verdad acorde a los procesos de memoria, a los que todos tenemos derecho.

El 14 de octubre de 1957 la dgpyt inauguró su nuevo edificio principal en la Plaza Tlaxcoaque, a sólo un kilómetro del primer cuadro de la capital mexicana. Anteriormente se encontraba en la esquina de las calles Revillagigedo e Independencia en el Centro Histórico; ahí llegó en 1928 cuando aún era la Inspección General de la Policía.

El nuevo edificio había sido dotado de todo lo que una institución policial “moderna” debía contar: sala de prensa, agencia del Ministerio Público, oficinas administrativas, estacionamiento para agentes y, por supuesto, separos para las personas detenidas. Con la frase “La seguridad pública y la lucha contra la delincuencia será más eficaz si la sociedad civil colabora” eran recibidas las personas detenidas en los sótanos del edificio Tlaxcoaque; pasando por el estacionamiento se abría un portón que comunicaba con un laberinto de celdas y espacios de interrogatorio en lo profundo de una institución que en la superficie buscaba aparentar legalidad y justicia.

Algunas veces de forma legal y otras de manera clandestina, a sus separos serían llevados integrantes de las diferentes disidencias políticas y sociales al régimen autoritario de la época: integrantes de los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971, médicos, maestros y miembros de grupos guerrilleros. Dentro del impulso represivo, otros sectores concebidos por el régimen como indeseables o prescindibles socialmente fueron trasladados a este sitio; fue el caso de personas transexuales, lesbianas y homosexuales, así como mujeres que se practicaban abortos.

Tras una década de implementación, para los años setenta, la política de contrainsurgencia se hallaba plenamente desarrollada y con operaciones activas en todo el país. Con el objetivo de aniquilar a las disidencias políticas, se conformaron grupos especiales que operaban en la clandestinidad para realizar detenciones, traslados, interrogatorios bajo tortura, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas. Todo esto sucedía de manera ilegal y encubierta en espacios como Tlaxcoaque, sin embargo, éste no era el único.

La sede de la dgpyt formó parte de una compleja red de Centros Clandestinos de Detención (ccd) instalados principalmente en edificios públicos de instituciones policiales, judiciales y militares en el Valle de México. El ccd ubicado en la base del 21° Batallón de Policía del DF en Tlatelolco estuvo conectado a través del eje de Guerrero y avenida Bucareli con la sede de la Dirección Federal de Seguridad(dfs) instalada en 1972 en Circular de Morelia No. 8, Col. Roma Norte. Ésta, a su vez, se conectaba con la sede de la Policía Judicial del DF a través de la calle Puebla, que se transforma en Dr. Lavista. De igual forma, ambas instituciones estuvieron conectadas con Tlaxcoaque a través de Río de la Loza y Fray Servando Teresa de Mier. Otros espacios más alejados tuvieron también un papel fundamental en la cartografía represiva del centro del país, como la sede de la Policía Montada en avenida Guelatao y en Martín Carrera, así como el Campo Militar No. 1, que desde mediados de 1960 fue utilizado como centro clandestino de detenciones prolongadas y desapariciones forzadas permanentes.

Dentro de la diversidad de espacios represivos, Tlaxcoaque se distinguió por 1) su capacidad para albergar detenidos; 2) la disposición geográfica del edificio en el centro de la ciudad; 3) el papel que cuerpos policiales adscritos a la dgpyt tuvieron en la dinámica represiva de la capital, como el agrupamiento de granaderos, el Servicio Secreto y la División de Investigación para la Prevención de la Delincuencia (dipd); y 4) la cercanía del jefe de la Policía de la capital, Arturo Durazo Moreno, con el presidente José López Portillo (1972-1978). Estos cuatro elementos permitieron que la sede de la dgpyt cobrara relevancia durante la década de 1970 como uno de los principales centros clandestinos de detención y espacio represivo en el Valle de México.

Imagen Base Imagen Rayos X

La edificación de la Dirección General de Policía y Tránsito del entonces Departamento del Distrito Federal era el corolario simbólico de un proceso de modernización institucional del régimen emanado de la Revolución mexicana. El trazo y apertura de la avenida 20 de Noviembre en la década de los treinta no sólo integró un programa urbanístico, sino que denominó el eje troncal de un régimen emanado de la primera revolución del siglo xx. “Plaza Tlaxcoaque” conjuntaba el poder político de su más reconocido prócer, Francisco I. Madero. Su escultura inaugurada en 1956, la cual se ubicaba al arranque propio de la monumental avenida, era testigo de la transformación. El nuevo paso modernizador hacía convivir el mundo colonial, La Inmaculada Concepción, una sobria capilla del siglo xvii con un conjunto arquitectónico de funcional belleza. El despacho del arquitecto Juan Sordo Madaleno fue el responsable del diseño y adecuación del monumental proyecto. Así, vemos nacer de manera vertiginosa (la construcción se inicia en el año de 1956 y se inaugura en octubre de 1957) una esbelta torre de seis niveles, en conjunción con un cuerpo de menor altura, pero mayor extensión, que ocupa la acera norte de la calle de Chimalpopoca. Sus sobrios terminados denotan un esfuerzo mayúsculo por dignificar el servicio al público. Un esfuerzo extraordinario de terrible desenlace.

Tras las diversas y radicales modificaciones que el edificio de la antigua (dgpyt) sufrió a inicios de la década de los ochenta, demoliéndose desde finales de 1983 todos los elementos que daban forma a la torre y al área de servicios, en un afán de soslayar, ocultar y desaparecer las atrocidades en ellas vividas, quedaron en pie la mayor parte de los espacios que conocemos hoy como los sótanos de Tlaxcoaque. En estos espacios se urdió durante más de 30 años una red de acciones que violentaron sistemáticamente los Derechos Humanos de ciudadanos. Hoy con el esfuerzo y gestión de una amplia gama de actores sociales, políticos y gubernamentales, se ha integrado una serie de mecanismos legales que en términos prácticos transforman los vestigios del edificio en una herramienta multidimensional. Es de mayúscula utilidad como una “escena del crimen” en términos jurídicos y legales, al tiempo que un descarnado memorial arqueológico de las atrocidades que por diversos mecanismos hicieron de la violencia de Estado una acción recurrente y “normalizada” entre diversos sectores de la sociedad. Este acercamiento al Sitio de Memoria de Tlaxcoaque brinda la posibilidad de construir y reconstruir líneas para la memoria colectiva e individual con la convicción plena de evitar su atroz repetición.

La desaparición forzada es un delito que se caracteriza por la detención, secuestro o arresto de una persona por parte de agentes del Estado, o de personas o grupos de personas que actúan con la autorización del mismo, y el cual posteriormente se niega a reconocer dicha acción de privación de la libertad y/o del ocultamiento de la suerte o el paradero de la persona desaparecida, sustrayéndola de la protección de la ley.

Esta deleznable práctica es una de las más atroces violaciones a los Derechos Humanos debido a la brutalidad de sus conductas constitutivas y a la pluralidad de víctimas que involucra, pues no afecta solamente a la víctima directa de la desaparición, sino que vulnera los derechos de los familiares y otras personas cercanas e, incluso, cuando la desaparición viene cometida en el marco de crímenes de lesa humanidad, la sociedad en su conjunto sufre los embates de este ilícito, debido al carácter sistemático y generalizado de este tipo de crímenes, a la ausencia de información sobre las víctimas y al clima de temor e incertidumbre que se expande en el tejido social.

Algunos de los derechos humanos que se ven afectados durante una desaparición forzada son: el derecho a la vida, a la libertad y seguridad, a no ser sometido a torturas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, el derecho a la identidad, a un juicio imparcial y a las garantías judiciales, etcétera.

Dentro de nuestra función como sitios de memoria, es nuestra prioridad posibilitar la articulación de los procesos de Memoria, Verdad y Justicia que involucran la reflexión crítica de todas aquellas personas y familiares que han sido víctimas de abusos y violaciones de sus Derechos Humanos. El derecho a la verdad se sustenta en la posibilidad de acceso a la información en todas sus dimensiones y categorías. Esto permite reconocer la naturaleza de los perpetradores de la represión, así como la mecánica, diseño e instrumentación de las decisiones y políticas que lo propiciaron y permitieron.

El derecho a la verdad se soporta de manera primordial en el derecho a la memoria. La memoria, que en su mayor alcance debe ser colectiva, es el fruto de la suma de memorias, testimonios y voces que concurren en libertad y deseo pleno de dignificar actos de convicción, de protestas, de gestión de alternativas de vida y del devenir cotidiano, todos ellos encaminados a la instauración del ejercicio de derechos a plenitud.

A partir de la articulación de los procesos de Memoria y Verdad se deriva la posibilidad de encontrar vías adecuadas para el acceso al derecho a la justicia. Justicia que tiene como eje primordial romper con los mecanismos de impunidad sistemática y recurrente. La justicia implica también, y de manera preponderante, que el Estado garantice el acceso pleno a las víctimas familiares y sobrevivientes a los mecanismos jurídicos de mayor alcance y prontitud, tanto en el orden local como en el internacional. Sólo con la instrumentación adecuada de cada uno de los elementos que componen el proceso de Memoria, Verdad y Justicia es que podemos distinguir aquellos que en el orden moral fortalecen y dignifican a la comunidad en su conjunto, la reparación y la no repetición.

¿Qué es un Sitio de Memoria?

Los sitios de memoria son espacios simbólicos en donde se busca visibilizar y desnaturalizar las políticas violatorias de Derechos Humanos. Violaciones llevadas a cabo por regímenes autoritarios, de forma particular —pero no excluyente— en el periodo histórico que ocupa las décadas de los sesenta, setenta y ochenta del siglo xx en Latinoamérica, denominada “guerra sucia”. Guerra enfocada de manera particular a la represión, tortura y desaparición forzada de activistas, luchadores sociales y a la guerrilla en su conjunto. También fueron víctimas de estos mecanismos represivos quienes mostraban identidades sexuales diversas, indígenas, clases desposeídas o cualquier otro ciudadano que en opinión de las “autoridades” policiacas resultaban en infractores cívicos. Un Sitio de Memoria es, así, una primera luz en la construcción al acceso de la verdad, que abre espacios a partir de los testimonios de las víctimas, familiares y sobrevivientes.

Tlaxcoaque, demolición y despojo del derecho a la memoria es un ejercicio de reconstrucción virtual de un sitio que se demolió como parte de una voluntad de ocultamiento de la verdad. Esto a partir de una orden que, en una aparente reconocimiento de la profunda corrupción policiaca, trató de eliminar las pruebas de los delitos cometidos y orquestados en el edificio de la antigua dgpyt del Distrito Federal. El material que hemos presentado dentro de esta exposición no tiene otro fin que generar una herramienta para ayudar en la reconstrucción de una escena del crimen a partir de vestigios —un sótano modificado, unos planos inexactos, recortes de periódicos, fotografías oficiales— los cuales nos permiten, recuadro a recuadro, recrear e intentar comprender el funcionamiento de un inmueble ó para ser más precisos un conjunto arquitectónico, donde el régimen opresor llevó a cabo acciones represivas de control, todo ello a partir de prácticas extra judiciales como la tortura y violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos de cientos de víctimas, sobrevivientes y comunidades a quienes debemos las acciones y esfuerzos para la búsqueda de la Verdad, para difundir y preservar la Memoria histórica y colectiva, para la rendición de cuentas, que brinde acceso a la Justicia y la Reparación.

Se trata en resumen de una reivindicación de las víctimas, los sobrevivientes y las comunidades locales, y principalmente, para que estos actos no vuelvan a repetirse.

Referencias

Verdad y Memoria. Los sótanos de Tlaxcoaque, Mecanismo para el Acceso a la Verdad y el Esclarecimiento Histórico de las violaciones graves a los derechos humanos cometidas de 1965 a 1990 (meh), Dirección General de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural (dgphac), México, 2024.

Difusión Sitios de Memoria de la Ciudad de México:

-Documental: Tlaxcoaque 1957-1985, Capital 21, México, 2023:
https://memoricamexico.gob.mx/swb/memorica/Cedula?oId=MWXDDJMB94HUT5GVEp6z

- https://tlaxcoaque.cdmx.gob.mx/elementor-8724/

- https://www.sitesofconscience.org/membership/tlaxcoaque-sitio-de-memoria/

- https://www.jornada.com.mx/2023/07/10/politica/021n1pol


Textos de la exposición:

Cartografía de los centros de detención clandestinos en el Distrito Federal / Sitio de Memoria Circular de Morelia

El Sitio de Memoria Circular de Morelia fue inaugurado el 10 de junio de 2019 en el sótano del edificio que albergó a la extinta dfs de 1972 a 1979. Este espacio funcionó como oficinas centrales y centro clandestino de detención durante la implementación de la política contrainsurgente en nuestro país. Actualmente es un sitio dedicado a la construcción de memoria pública respecto a las graves violaciones a Derechos Humanos cometidas en el pasado reciente y su vínculo con las violencias de la actualidad. A través de recorridos guiados, presentaciones de libros, obras de teatro, talleres, testimoniales e investigaciones para el esclarecimiento histórico busca incidir en la promoción y garantía del derecho a la verdad, la memoria y la no repetición.


¿Qué es un sitio de memoria? / Tlaxcoaque Sitio de Memoria

La dgpyt, que ocupó el extremo sur de la Plaza Tlaxcoaque, hoy renombrada “Plaza de la Memoria”, fue un lugar donde, en sus sótanos y de forma clandestina, se violentaron sistemáticamente los Derechos Humanos de la ciudadanía, desde aquellos que optaron por confrontar al Estado autoritario a partir de demandas políticas concretas hasta aquellos quienes no necesariamente confrontaban o definían una posición política crítica o contestataria, sino que, en la vida del espacio público, podían ser víctimas de abusos recurrentes de los instrumentos represivos del régimen autoritario. Esta denominación como Sitio de Memoria tiene la misión de evidenciar estos crímenes para construir, de forma colectiva, testimonios y narrativas que nos ayuden a conocer la verdad, alejando del olvido el justo reclamo y la no repetición de estas infames acciones.


Créditos y agradecimientos

Museo Archivo de la Fotografía
Comité 68 ProLibertades Democráticas


Secretaría de Cultura de la Ciudad de México


Encargado del Despacho de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México
Argel Gómez Concheiro

Directora General de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural
Mtra. Livier Jara García

Equipo de producción
Luis Francisco Gallardo Esparza
Adriana Guadalupe Juárez Guerrero
Eduardo Reyes Neri
Mildred Villavicencio (servicio social)


Secretaría de Gobernación


Directora General de Estrategias para la Atención a los Derechos Humanos
Claudia Galindo de la Rosa

Director de Enlace
Camilo Vicente Ovalle

Coordinadora del Sitio de Memoria Circular de Morelia
Mariana Gómez Godoy

Subdirección de Convenios y Acuerdos
José Luis Soto Espinosa

Equipo de Investigación
María de la Paz Pérez Pérez
Diana Laura Orta Pasaron
Francisco Macías Maldonado
Eduardo León García


Memórica-Archivo General de la Nación


Archivo General de la Nación


Carlos Ruiz Abreu
Director General

Gabriela Pulido Llano
Titular de Memoria Histórica

Luis Miguel Gutiérrez
Director de Estrategia y Procesos Jurídicos

Mauricio Espinosa Azócar
Responsable de la Dirección de Diseño y Estrategia Creativa

Karen Mariel Nájera Hernández
Directora de Desarrollo y Producción Digital

Donají Morales Pérez
Directora de Planeación y Relaciones Institucionales

Rubén Amador Zamora
Director de Creación de Contenidos Digitales


Coordinación de la exposición digital: Álvaro Rodríguez Luévano

Editora: Rebeca Flores Gutiérrez

Diseño web: Oyuki Collado Velasco y Mauricio Espinosa Azócar