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Sitios de hospedaje citadinos
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Sitios de hospedaje citadinos a través del cine

Los cambios radicales en la vida de la capital del país tras el término de la Revolución hicieron que algunos cineastas mexicanos alejaran un poco la vista del campo y de las grandes extensiones de terreno polvoriento, propio de los escenarios de la contienda armada, para buscar nuevos espacios y temáticas. El entorno urbano les proporcionó un nuevo sitio desde dónde reflexionar acerca de las transformaciones consecuencia del conflicto de 1910, no sólo en el entorno político o económico, sino en el propio ser del mexicano. ¿Cuáles eran sus aspiraciones y anhelos?  

El término de la Segunda Guerra Mundial les proporcionó a los creadores cinematográficos algunas respuestas al visualizar el nuevo paisaje industrial y empresarial que comenzó a difundirse desde el gobierno y que tuvo eco entre la sociedad mexicana. La modernidad hacía su aparición con un discurso positivo de bienestar y oportunidades para todos y esta palabra se vinculó con la creación de nuevos espacios, como el hotelero, el cual se consideró fundamental para el nuevo proyecto de vida que se planeaba en las grandes ciudades. De esta forma, el conflicto entre los espacios tradicionales de alojamiento como las posadas y casas de huéspedes frente a los nuevos edificios hoteleros que aparecían en la urbe se ve reflejado en películas como El hijo desobediente (Humberto Gómez Landero, 1945) protagonizada por Germán Valdés Tin-Tan

En la película Gran Hotel (Miguel M. Delgado, 1944), en la que el mimo de México actúa de bell boy, el espacio hotelero se percibe como exclusivo, lujoso, de acceso restringido, con los últimos avances en tecnología y, por lo tanto, sumamente costoso. Y cómo olvidarnos de la clásica mexicana Acá las tortas (Juan Bustillo Oro, 1951), en la que los hijos de la pareja protagonista (Sara García y Carlos Orellana), al regresar de una estancia larga en los Estados Unidos, prefieren hospedarse en el Hotel del Prado a quedarse en la casa de sus padres, que se dedican a la elaboración de tortas gracias a las cuales le han podido costear a su prole sus estudios en el extranjero. De esta manera, los sitios de hospedaje citadinos se ven retratados en las películas mexicanas como un nuevo invitado en el concierto de la modernidad.