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Patrimonio del Gobierno del Estado de Yucatán
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Patrimonio de Yucatán

El Palacio de Gobierno del Estado de Yucatán alberga 27 murales del pintor Fernando Castro Pacheco, mismos que significan soportes artísticos y documentales del patrimonio estatal. Las piezas que sobresalen de esta colección son los de la primera planta, referentes a la historia del henequén y el hombre maya, algunas obras de las escalinatas sobre la cosmogonía de ese grupo originario y los que se encuentran en el Salón de la Historia llamados Murales Móviles: pinturas que se refieren principalmente a la historia de Yucatán.

En la tradición pictórica de Bonampak, los colores centellean el juego cósmico y las batallas mitológicas. El pintor Fernando Castro Pacheco realizó entre 1971 y 1975 una serie de murales de gran formato que aluden a la vida cotidiana, a los españoles que enfrentaron a quienes se resistieron a la colonización. En la Evolución social del hombre en Yucatán, Castro Pacheco pinta el surgimiento de la agricultura y el dominio de las plantas que dieron voz e identidad al pueblo yucateco; el maíz y el henequén, junto al algodón, fueron los grilletes con los que hacendados y capataces ataron en ingenios y haciendas al indio maya. La historia del dominio de estos pueblos se muestra en permanente tensión con los temas y pigmentos del pintor: verdes, amarillos, ocres y negros delinean la historia trágica y las luchas constantes. 

En las escalinatas del Palacio de Gobierno se puede observar un tríptico dedicado a la cosmogonía maya, cuyo principio rector es el ciclo de la vida y la conjunción de todos los elementos de la naturaleza: astros, tierra, agua, fuego, el hombre en las entrañas del maíz, donde nace el guerrero que redimirá a su pueblo según los cantos del Popol Vuh y de los libros de los sacerdotes. El guerrero rojo que viene del Oriente y que se transmuta en un feroz jaguar quebrando las cadenas de los inquisidores y verdugos. Ya en el Salón de la Historia se advierten los instrumentos de tortura con los que los inquisidores descuartizaron a Jacinto Canek, el brujo de las tierras mayas. En la pintura de su suplicio se siguen alegorías de dominación, mestizaje, prohibición, evangelización, sometimiento, explotación, rebelión y muerte, pero también una galería de héroes que se sublevaron al dominio hispano y, posteriormente, al centralismo y al devoramiento.