lupa
Carmen Romero Rubio
Portadilla de Carmen Romero Rubio

Carmen Romero Rubio

María Fabiana Sebastiana Carmen Romero Rubio y Castelló, mejor conocida como “Carmelita”, fue la segunda esposa de Porfirio Díaz, presidente de México, e hija del ministro de Gobernación Manuel Romero Rubio. Joven educada y de buena familia, había estudiado en el extranjero y hablaba tres idiomas. En una de tantas cenas convocadas por la élite política del momento, don Porfirio la conoció y a partir de allí ya no se separarían. Ella no sólo fue primera dama de México, sino también el modelo de lo que una distinguida dama mexicana debía ser. Su manera de comportarse y de vestir dejaban ver que Carmelita estaba acostumbrada a los privilegios que su posición le había dado durante toda su vida.

Pero, entre abril y mayo de 1911, el régimen que Porfirio Díaz había sostenido por más de 30 años se desmoronó y Carmen tuvo que salir junto con familiares y amigos cercanos hacia el exilio en el legendario vapor conocido como Ypiranga. Su modo de vida también terminó y en Europa tuvo que enfrentarse a una realidad completamente diferente. Eso es lo que nos cuentan las cartas que hemos seleccionado para esta colección. Desde distintas ciudades europeas, Carmen tuvo que arreglar todo lo que quedó a medias con su salida intempestiva del país. Debió rentar sus propiedades en México para obtener ingresos que los mantuvieran, debía conseguir dinero para pagar a sus empleados, además de velar por la salud de don Porfirio, que era frágil en los agrestes climas europeos.

Las cartas de Carmen, dirigidas a su apoderado en México, Enrique Danel, también dan cuenta de cómo, desde el exilio, la familia Díaz se enteraba de la situación política mexicana, sus relaciones con otros mexicanos en el extranjero, así como la preocupación que la ex primera dama manifestaba por la Casa Amiga de la Obrera, un establecimiento fundado por su iniciativa en 1887 dedicado al cuidado de los hijos de mujeres que trabajaban fuera de su hogar. Diez años de su vida en el exilio pasan por estas misivas que nos muestran la otra cara de una moneda continuamente excluida de la memoria mexicana.