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Frida Kahlo, imágenes de plata
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Frida Kahlo, imágenes de plata

El vínculo de Frida Kahlo (1907-1954) con la fotografía es ineludible, ya que fue una expresión visual con la que creció, al ser su padre, el alemán Guillermo Kahlo, un destacado maestro de la lente.  Por ello las imágenes que conforman esta pequeña colección la muestran receptiva a la cámara; se trata de tomas íntimas que develan a la mujer más allá del personaje de moda, reproducido hasta el cansancio, una pintora de la que todos hablan pero que poco se conoce a profundidad, una artista más allá de sus relaciones amorosas y un aspecto singular.

En primer lugar, observamos a una Frida muy joven, quien ya gustaba de vestir con prendas que evidenciaban su herencia materna mexicana. De enigmática mirada observa a la cámara con un semblante hierático de sonrisa ausente. La iluminación lateral de la toma enfatiza las   características facciones de su rostro y sus cejas inconfundibles que coronan su mirada.

Con un encuadre más amplio se ilumina la otra parte de su cara; tampoco sonríe y logra transmitir un halo de tristeza. Observamos su cuerpo delgado y las manos que salen del rebozo para tocarse en una búsqueda de contacto consigo misma. Dato curioso: sus manos están enlazadas en todas las imágenes restantes de esta colección. Como es sabido en la vida y obra de Frida la corporeidad tiene un lugar preponderante, pues sufrió tantos avatares que la hicieron consciente del dolor físico que marcaría la temática de sus pinturas.

En otra imagen la observamos en la intimidad, en alguno de tantos reposos prescritos por los médicos; a pesar de ello, podemos apreciar su singular belleza y una mirada que transmite cierta dulzura a pesar de sus circunstancias. Años más tarde, Lola Álvarez Bravo la captó siendo ya una mujer madura que había consolidado cierto personaje identificable que ineludiblemente será ya asociado a México. Su rostro pensativo está sostenido por una mano plena de anillos, en contacto con su propia piel a través del tacto.

Fue captada por la lente de Héctor García en 1952: recostada en su lecho, con los ojos cerrados abraza al perrito cuya presencia en su vida fue plasmada en varias de sus obras. Y la última imagen, (1954) es la del final de su existencia, el 4 de julio de 1954, en la que se fijó para siempre al icono de enigmática belleza; arropada por la bandera comunista se despidió la mujer y artista que desafió las concepciones morales y conservadoras de su época.