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La desigualdad y la Primera Transformación
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La desigualdad y la Primera transformación

La lucha por la independencia como un alzamiento armado apoyado por el pueblo, que vivía en condiciones de pobreza y desigualdad, se considera la primera ruptura histórica orientada a establecer un nuevo sistema que desvinculara a México tanto política como económicamente de la metrópoli española y lograra sacar del olvido a las mayorías ignoradas y negadas, producto de una invasión europea llevada a cabo hacía ya 300 años. 

Se considera que es la más radical por haber terminado con tres siglos de sometimiento colonial, que culminó en 1821, cuando Agustín de Iturbide pactó con las fuerzas insurgentes a través del Plan de Iguala. En esa transformación, el elemento de la desigualdad es fundamental pues da soporte al discurso que se ha manejado en las transformaciones posteriores. En la primera adquiere un tono particularmente elevado debido a que la invasión española encabezada por Hernán Cortés dejó una profunda herida en el imaginario de la población, pues produjo que los pueblos originarios quedaran reducidos a unas condiciones lamentables de pobreza e injusticia y porque dio origen a las castas y, por lo tanto, a un sistema social basado en el color de la piel y en las diferencias. Ese proceso histórico dejó huellas que hoy en día permanecen y que han sido difíciles de borrar a pesar del tiempo transcurrido. Es por ello que la Cuarta Transformación se ha dedicado con ahínco a reivindicar a aquellos que han sido despojados de su identidad, de su cultura y de sus territorios, no sólo a través de conmemoraciones y peticiones de perdón sino enseñando al resto de la sociedad la importancia de la memoria, de la preservación de la cultura y de sus tradiciones, rescatando patrimonio nacional que se encontraba en suelo extranjero y defendiendo con tesón la historia, las lenguas y el patrimonio biocultural de nuestro país.