Su llegada a la presidencia a través de procesos no del todo claros y su permanencia en la misma gracias al conocido motín de la Acordada, hicieron que gran parte de la sociedad de la época y la élite política lo consideraran un hombre fuera la ley. El prestigio que logró tras su participación en la gesta independentista lo ayudó a sortear las dificultades que enfrentó durante su mandato, pero, a decir del maestro Carlos Betancourt, rodeado de enemigos y de las intrigas propias de la política de aquella época se logró su destitución bajo el argumento de “incapacidad moral”. Sin embargo, Guerrero no pudo mantenerse ajeno a las injusticias provocadas por el nuevo bando en el poder, tendiente al conservadurismo, el cual parecía no acatar lo establecido por la Constitución de 1824, por lo que tomó las armas nuevamente para encabezar la resistencia. Sus habilidades y experiencia como militar, además de su tenacidad, lo convirtieron en un verdadero dolor de cabeza para sus enemigos, quienes se encargaron de elaborar un plan para detenerlo.

Cincuenta mil pesos fue lo que el ministro de Guerra de entonces tomó del erario federal para pagar a los captores de Guerrero, quien, atrapado en un buque a través de engaños, fue conducido hasta Oaxaca y sometido a un falso interrogatorio que sólo serviría como justificación tanto de su aprehensión como de su posterior muerte. Días después, “hincado, humillado y en calidad de traidor, se extinguió la vida de uno de los principales consumadores de nuestra independencia”. Para recordar esta fecha y hacer memoria sobre la actuación de este destacado personaje, hemos reunido una serie de documentos, imágenes y objetos personales relacionados con la última etapa de su vida y con las conmemoraciones de su muerte.