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Frida Kahlo
Portadilla de <p>Muerte de Frida Kahlo</p>

Muerte de Frida Kahlo

6 de julio de 1907-13 de julio de 1954

El mes de julio marca el inicio y el final de la vida de Frida Kahlo (6 de julio de 1907-13 de julio de 1954), quien nació y murió en su casa familiar de Coyoacán, hoy conocida como la Casa Azul, Museo Frida Kahlo, espacio consagrado a su vida y obra.

A través de las imágenes fotográficas que conforman esta muestra podemos reconstruir su devenir histórico, mismo que estuvo marcado por su mala salud y las secuelas de un accidente que le provocó dolencias constantes que la aquejarían el resto de su vida, pero que también se convertirían en inspiración y en el tema más recurrente en su producción artística. Hubiera parecido natural que la pequeña Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón volcara sus inquietudes en la fotografía, tal como lo hacía su padre, el alemán Guillermo Kahlo; sin embargo, en su niñez no mostró interés en ello, y se abocó a los deportes a fin de superar las secuelas de una poliomielitis, que además de postrarla en la cama por nueve meses le dejó la pierna derecha más delgada que la izquierda. Años más tarde, siendo ella una de las pocas mujeres que asistía a la Escuela Nacional Preparatoria, el 17 de septiembre de 1925, tras sufrir un terrible accidente en un tranvía, se vio nuevamente obligada a reposar por una larguísima temporada y su vocación, que antes se inclinaba por la medicina, se volcó a la pintura. En su lecho su padre le acondicionó un caballete y le proporcionó los materiales necesarios para que pasara la convalecencia pintando; por encima de su cama se colocó un espejo en el que podía observarse, y desde ese momento ella misma fue el motivo central de su obra. Extensos fueron los periodos que pasaría en reposo (fue sometida por lo menos a treinta y dos intervenciones quirúrgicas). La política y la situación social del país también ocupaban su pensamiento; comenzó a frecuentar, al lado de la fotógrafa italiana Tina Modotti, espacios en donde se debatían dichos temas, y ahí encontró al que sería su compañero de vida, el también pintor Diego Rivera, a quien había tenido la ocasión de ver en 1922 cuando éste realizaba un mural en la preparatoria.