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Delincuencia femenina
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Delincuencia femenina

Las décadas que siguieron al conflicto armado de 1910 fueron de cambios y de movilidad. Los gobiernos de la posrevolución pusieron especial atención al proceso de modernización económica a través de la industrialización, lo que repercutió en el crecimiento de la población sobre todo en las ciudades. A ello se sumó la renovación del marco legal, lo cual generó que las mujeres incursionaran con facilidad en los ámbitos laboral, educativo, cultural y político. Pero esto también fue motivo de preocupación, debido a los problemas sociales y urbanos que se experimentaban entonces.

Según la especialista Martha Santillán Esqueda, las élites en el poder temían que la inclusión de las mujeres en la esfera pública pudiera provocar el rechazo de las mismas a las labores domésticas y el relajamiento de la moral. Ahora podrían oponerse a ser madres, ejercer su sexualidad fuera del ámbito conyugal y consumir enervantes, lo cual consideraban que las hacía propensas a la delincuencia. Estas creencias estuvieron apoyadas por una nueva generación de abogados, médicos y sociólogos que entre 1930 y 1950 fueron partidarios de la llamada sociología criminal, que consideraba que el entorno social adverso y las características biológicas y psicológicas de los individuos influían determinantemente en su comportamiento como delincuente. Estas teorías también se les aplicaban a las mujeres y con mucho más empeño debido a su situación social cambiante y a la movilidad que experimentaban, llegando a convertirse en un instrumento más de la estructura patriarcal para continuar con su control. 

Asimismo, las notas de prensa y el discurso cinematográfico se unieron para difundir la idea de que las mujeres que se dedicaban a las labores tradicionales de su género eran buenas mientras que las que los rechazaban eran malas y sólo podían esperar que la vida las castigara. A pesar de que los crímenes realizados por mujeres eran menos que los cometidos por varones, este tipo de comportamiento femenino alarmaba más a las autoridades porque suponía una alteración mucho más grave del orden social. Por desgracia en la actualidad se siguen criminalizando ciertas conductas femeninas e imponiéndose penas basadas en el género y no en una impartición justa de la ley.