“Para el alma no hay encierro ni prisiones que la impidan porque sólo la aprisionan las que se forma ella misma”
No existe una sola imagen de sor Juana
Inés de la Cruz que se haya realizado en vida de esta extraordinaria mujer. Las
representaciones con las que hemos
reconstruido su apariencia son todas posteriores. Se ha especulado que las más famosas
surgieron de un autorretrato que la propia monja habría realizado,
pero del que no quedó huella, por lo tanto no podemos aseverarlo. No obstante, su figura
ha devenido icono en la memoria colectiva, no sólo de los mexicanos, sino en la del
mundo entero.
Un gran artista mexicano, (1926-2016), logró realizar, en un estilo perfectamente definido, una
grandiosa obra plástica que recrea
a través de una hermosa colección, dedicada a la monja jerónima, momentos específicos de
su devenir histórico. Es por ello que el hilo conductor que nos llevará de
la mano en este fascinante recorrido biográfico, literario, filosófico y teológico serán
algunas de las obras de este singular maestro que decidió ser el mayor exponente
del ¡en la segunda mitad del siglo XX! Su obra es de tal fuerza y perfección que
no pocos creen que fue creada en vida de la llamada Décima
Musa.
La hacienda de Panoayan (1976)
Ésta (qué sé yo, cómo pudo ser), dizque supo mucho, aunque era mujer. Esperen, aguarden, que yo lo diré. Porque, como dizque dice no sé quién, ellas sólo saben hilar y coser... Esperen, aguarden, que yo lo diré. que yo lo diré.
Fragmento del villancico
Érase una niña.
Sor Juana
Fue en una hacienda del poblado de San Miguel Nepantla, en la Nueva España, que el 12 de noviembre de 1648 o 1651* nace Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, segunda hija natural de las tres que tuvieron Isabel Ramírez de Santillana y el capitán vasco, de Guipúzcoa, Pedro de Asbaje y Vargas Machuca, quien pronto se alejaría de la familia. Sus hermanas tenían por nombres Josefa y María. La ausencia de su padre biológico hizo eco en el desarrollo de Juana Inés; no obstante, la figura paterna fue sustituida por la nueva pareja de su madre, Diego Ruiz Lozano, con quien tampoco contrajo nupcias, pero procrearon a tres niños más: Diego, Antonia y otra Inés. Desde muy pequeñita dio muestras de ser curiosa y con ansias de comprender el mundo; por ello, ya a los tres años sabía leer, pues solía tomar las clases de su hermana mayor sólo por el gusto de aprender. Un aspecto muy interesante de su formación se debió a que en la niñez convivió con indígenas, de quienes aprendió el náhuatl, en la hacienda Panoayan de su abuelo materno don Pedro Ramírez. Él fue a todas luces una influencia fundamental para la niña, debido a que amaba la lectura y contaba con una gran biblioteca que Juana Inés pudo leer a placer. Ya desde esta temprana fecha se despertó en ella una pasión irrefrenable por el conocimiento.
*Su fecha de nacimiento ha representado una ya larga discusión. Su primer biógrafo, el padre Calleja, quien publicó en 1700 Fama y obras póstumas del Fénix de México, décima Musa, poetisa americana, consigna el 13 de noviembre de 1651; no obstante, en 1952 se descubrió un acta de bautismo en Chimalhuacán que retrasa la fecha a 1648. Más tarde, Guillermo Schmidhuber da cuenta de la Fe de bautizo de su hermana menor María, fechada el 23 de julio de 1651, lo cual niega la posibilidad del nacimiento de Juana Inés en 1651, porque su madre estaba probablemente embarazada. Lourdes Aguilar Salas se inclina por 1651 como la más correcta. De tal suerte que hasta el día de hoy no hay una respuesta única o definitiva.
El examen (1976)
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba, como en tu rostro y tus acciones vía que con palabras no te persuadía, que el corazón me vieses deseaba; y Amor, que mis intentos ayudaba, venció lo que imposible parecía: pues entre el llanto, que el dolor vertía, el corazón deshecho destilaba. Baste ya de rigores, mi bien, baste; no te atormenten más celos tiranos, ni el vil recelo tu quietud contraste con sombras necias, con indicios vanos, pues ya en líquido humor viste y tocaste mi corazón deshecho entre tus manos.
En que satisface un recelo con la retórica del llanto. Sor Juana
Una vez instalada en la capital, ya siendo una adolescente, sus parientes notaron la asombrosa inteligencia de Juana Inés y se dieron a la tarea de colocarla dentro de la corte del virrey Antonio Sebastián de Toledo, marqués de Mancera, como “Muy querida de la Señora virreina” Leonor de Carreto en 1664. Este hecho marcará en su vida una oportunidad única, ya que sin la protección de los virreyes hubiera sido imposible desarrollar su obra literaria con la relativa libertad creativa que caracteriza sus escritos de esa etapa. Sorprendido por sus conocimientos, el virrey la somete a una ardua prueba de conocimientos generales ante un grupo de intelectuales y religiosos. La joven se defendió dando muestra de una singular cultura, digna de un sabio. Sobra decir que la prueba fue superada con excelencia lo que provocó el asombro de los presentes y su fama se extendió por toda la ciudad. A partir de ese momento continuó su formación bajo el cobijo de los virreyes, formaba parte de las tertulias, y su obra se expandía con sonetos, poemas, y elegías. Sus temas son de naturaleza personal: escribe sobre el amor, los celos y las ausencias, asuntos que no podrá desarrollar de igual manera una vez que tome los hábitos.
Recursos en Memórica: Documento del protector de Sor Jana Tomo I de sus obras completas: Lírica personal
La enseñanza musical (1978)
¡Oigan, miren, atiendan lo que se canta, que hoy la Música viene de mucha gracia! Pero hablando de veras y en puridad, en breve ha de decirles una verdad.
Fragmento del villancico Jácara, 1676 Sor Juana
Convencida Juana Inés de que el matrimonio no era para ella, encontró en su confesor, Antonio Núñez de Miranda, una figura importantísima en su elección por la vida monástica; él le hizo ver que la única posibilidad de que siguiera con sus estudios era pertenecer a una orden, y su primera opción fue ingresar en el Convento de las Carmelitas Descalzas en 1667, pero todo parece indicar que su severidad no era afín a la futura monja. Finalmente, fue el 24 de febrero de 1669 cuando profesó bajo la orden de San Jerónimo, en cuyo convento pasaría el resto de su vida, porque ahí sí se le permitía escribir, estudiar, celebrar tertulias e incluso recibir las visitas de la virreina De Carreto que tanto la protegía. En este ambiente contó con el beneficio de formar su propia biblioteca, misma que no se conservó, pero que se presume tenía una cantidad increíble de libros, tantos que era una de las más grandes de América. Una actividad que la llenaba de gozo era la escritura de villancicos* y tocotines (derivación éstos que incluyen lenguas originales como el náhuatl) que la misma iglesia le encargaba. Tras la salida de los virreyes de Mancera de la Nueva España viene la época en la que sor Juana elaboró más textos y engrosó su producción literaria (1674-1679). En 1680 llegó el nuevo virrey, Tomás de la Cerda y Aragón, marqués de la Laguna de Camero Viejo, y a sor Juana le correspondió realizar un arco triunfal y escribir una loa*, su famoso Neptuno alegórico, en la que se resaltaba las virtudes del nuevo virrey personificadas por la figura de Neptuno.
*VillancicoAntes de que fuera asociado a canciones navideñas, el villancico, como su nombre lo indica, hacía referencia a canciones que entonaban los miembros de una villa. De naturaleza campesina o religiosa, es originario de España y fue muy popular en sus colonias, como la Nueva España del siglo XVII al que pertenece sor Juana, quien los presentaba ante la corte o la Iglesia. *Loa Poema u obra dramática de extensión reducida que enaltece frecuentemente de forma alegórica a una personalidad o a un suceso.
Recursos en Memórica: Tomo II de sus obras completas : Villancicos y letras sacras
Fantasía lírica (1977)
Copia divina en quien veo desvanecido al pincel, de ver que ha llegado él donde no pudo el deseo; alto soberano empleo de más humano talento, exenta de atrevimiento pues tu beldad increíble, como excede a lo posible no la alcanza el pensamiento
Fragmento de un poema dedicado al retrato de la virreina Sor Juana
Los nuevos virreyes quedaron sorprendidos y decidieron proteger a la monja, en especial la virreina María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes, quien se convirtió en una amiga muy cercana de sor Juana, quien se refería a ella en sus escritos como “Lysi”. Ambas intercambiaban obsequios, por ejemplo sus retratos, de los cuales sor Juana escribió hermosos poemas; a la dos las vinculaba una fuerte empatía por el placer del conocimiento y el derecho de las mujeres a éste. Cabe aclarar que en estos escritos el amor está concebido como algo espiritual, alejado del vínculo sexual. En sus sonetos, que suman la mitad de su producción, la decepción de la mujer es un recurso frecuente. En algunos de sus versos se permitió ser jocosa y hasta satírica, como aquel en el que habla de los “hombres necios”.
Recursos en Memórica: Poesias escogidas
La monja florida (1977)
“—LEONOR: Inclinéme a los estudios desde mis primeros años con tan ardientes desvelos con tan ansiosos cuidados, que reduje a tiempo breve fatigas de mucho espacio. Conmuté el tiempo, industriosa, a lo intenso del trabajo, de modo que en breve tiempo era el admirable blanco de todas las atenciones, de tal modo, que llegaron a venerar como infuso lo que fue adquirido lauro. Era de mi patria toda el objeto venerado de aquellas adoraciones que forma el común aplauso; y como lo que decía fuese bueno o fuese malo, ni el rostro lo deslucía ni lo desairaba el garbo; llegó la superstición popular a empeño tanto, que ya adoraban deidad el ídolo que formaron. Voló la Fama parlera, discurrió reinos extraños, y en la distancia segura acreditó informes falsos…”
Fragmento de Los empeños de una casa Sor Juana
En la historia de la dramaturgia universal no había existido una mujer con una producción comparable. Como festejo por el nacimiento del primogénito de los virreyes se presentó, el 4 de octubre de 1683, Los empeños de una casa, que irónicamente coincidió con la llegada del nuevo arzobispo Francisco de Aguiar y Seijas, quien sentía aversión por las mujeres y le disgustaba el protagonismo que había adquirido sor Juana. La trama de esta comedia de enredos gira en torno a dos parejas que se aman pero no logran estar juntas; lo interesante es que la figura de la mujer es el eje conductor de la historia y para muchos la autora hizo referencia a sí misma a través del personaje de “Leonor”. Años más tarde, el 11 de enero de 1689, a propósito de las celebraciones de la llegada del virrey Gaspar de la Cerda y Mendoza se presentó Amor es más laberinto, una obra en la que colaboró un gran amigo suyo, fray Juan de Guevara. Por otro lado, es dentro de sus autos sacramentales en donde se revela el lado teológico de su obra; el más conocido es El divino Narciso, publicado en 1689, que alude al personaje que vive enamorado de sí mismo. Resalta que la historia está ubicada en los tiempos de la conquista (al igual que otra obra suya, El cetro de José), tema que no era recurrente en la época; en este sentido, es una obra pionera en narrar la conversión de un pueblo al catolicismo. Este asunto también se recreó en El mártir del sacramento, sobre el martirio de san Hermenegildo.
*Auto sacramental Es una composición dramática breve, de un solo acto, propia de las literaturas castellana y portuguesa del siglo XV, que a menudo utiliza la alegoría y en los que suelen ser frecuentes como protagonistas los personajes bíblicos.
Recursos en Memórica: Tomo III de sus obras completas : Autos y Loas
Carta atenagórica (1978)
“Tiene el otro corta fortuna y, cuando mucho, dice que es castigo de Dios. Cuando sea castigo, el castigo también es beneficio, pues mira a nuestra enmienda, y Dios castiga a quien ama. Pero no es sólo el beneficio de castigarnos el que nos hace, sino el beneficio de exonerarnos de mayor cuenta.”
Fragmento de Fragmento de la Carta atenagórica Noviembre de 1690
Recurso en Memórica: Carta atenagórica
“Especial favor de que conozco ser su deudora, como de otros infinitos de su inmensa bondad; pero también especial modo de avergonzarme y confundirme: que es más primoroso medio de castigar hacer que yo misma, con mi conocimiento, sea el juez que me sentencie y condene mi ingratitud.” “… desde que me rayó la primera luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa la inclinación a las letras, que ni ajenas reprensiones –que he tenido muchas–, ni propias reflejas –que he hecho no pocas–, han bastado a que deje de seguir este natural impulso que Dios puso en mí…”
Fragmento de Fragmentos de la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz Marzo de 1691
Recurso en Memórica: Respuesta a Sor Filotea de la Cruz
La última etapa productiva de sor Juana Inés de la Cruz refiere a dos escritos que significan el punto más álgido de su pensamiento teológico y su propia historia de vida, respectivamente. La Carta atenagórica(1690) y la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691). Para comprender ambas obras es necesario conocer la interesante trama de intrigas que rodearon a los dos textos: existía una fuerte rivalidad entre el obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz y el arzobispo de México Francisco de Aguiar y Seijas, quien era un ferviente admirador de un predicador jesuita portugués llamado Antonio Vieira, autor de un sermón de Mandato que había salido cuarenta años antes. La Carta atenagórica es una crítica a este sermón de Vieira, y sor Juana no tenía idea de que sería publicada; al darse a conocer el escrito, el mismo Fernández de Santa Cruz la juzgó severamente (bajo el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz). En consecuencia ella escribió la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz , que no es otra cosa que su defensa. Con estas dos últimas obras se convirtió, junto con su gran amigo Carlos de Sigüenza y Góngora, en la escritora más ilustre de la Nueva España del llamado Siglo de Oro* Es Fernández de Santa Cruz quien solicita a sor Juana que redacte una reflexión crítica del sermón de Vieira, en el que se habla de las finezas de Cristo, es decir, de sus sacrificios por la humanidad. En el fondo, el propósito del encargo a la jerónima era incomodar a Aguiar y Seijas, fiel seguidor de Vieira. Sor Juana tituló a su texto Carta atenagórica (en referencia directa a la sabiduría de Atenea). La tesis del texto refuta el sermón de Vieira y reconoce como la mayor fineza de Dios (no de Cristo) el dotar al ser humano con el libre albedrío y a su castigo como un beneficio. Sin avisarle a la autora, el obispo Fernández de Santa Cruz la publica en Puebla, en noviembre de 1690, con un prólogo escrito por él mismo en el que a la vez que elogia a sor Juana por su inteligencia, la juzga severamente porque ha preferido dedicarse a la literatura profana y no a la sagrada dejando ver cierta falta de obediencia, y temeroso quizá por la reacciones del escrito él firma el prólogo bajo el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz . Viéndose sor Juana agredida públicamente decide defenderse de los ataques y redacta la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz , escrito que significó la primera autobiografía de una mujer en América. A través de sus pasajes demostró el amplio conocimiento que poseía, mismo que le permitió tener reflexiones teológicas con lo que aclaró que no era una tarea privativa de los hombres, por lo que hace referencia a las mujeres más preparadas de la historia. Pero sobre todo escribe sobre sí misma, sobre los avatares que su pasión por el conocimiento le han acarreado, para finalmente retar a todos a que le presenten un solo escrito suyo en el que haya pecado de indecencia.
*Refiere al florecimiento en las artes y las letras en castellano. No obstante su nombre, el periodo que abarca es mayor a cien años, pues se considera que inicia en 1492 con la conquista de América y finaliza hasta 1681 con la muerte de Pedro Calderón de la Barca. Otros autores representativos del periodo son Miguel de Cervantes, autor de El Quijote, Carlos de Sigüenza y Góngora (amigo de sor Juana), Tirso de Molina, Francisco de Quevedo y Lope de Vega, entre otros.
Recursos en Memórica: Tomo IV de sus obras completas : Comedia, sainetes y prosa
En la cocina (1978)
“Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte, mes y año. Suplico, por amor de Dios y de su Purísima Madre, a mis amadas hermanas las religiosas que son y en lo adelante fuesen, me encomienden a Dios, que he sido y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por amor de Dios y de su Madre.
Fragmento de Yo, la peor del mundo Sor Juana
Después del escándalo por la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz comienza un periodo de crisis en la vida de sor Juana. Para 1693 escribe obras menores llamadas de superogación*, con un fuerte acento religioso, en las que agradecía a Dios por las bendiciones recibidas. Lo más interesante en ellas es que reflexiona sobre lo infalible de la interpretación de las doctrinas y los dogmas cristianos. Nadie antes había cuestionado los dogmas, por tanto su pensamiento era muy atrevido para su época, y a pesar de no haber tenido un problema directo con la Santa Inquisición, su confesor, decepcionado de su comportamiento, se aleja de ella. Para demostrar su arrepentimiento y reconciliarse con Núñez de Miranda, sor Juana se deshizo de todas sus cosas, su amada biblioteca (de aproximadamente cuatro mil volúmenes) y sus objetos y curiosidades científicas. Lo último que sor Juana dejó por escrito fueron documentos en los que protesta su fe en Cristo e insta a amarlo por sobre todas las cosas; estos textos, ya tan alejados de la literatura y la filosofía, fueron firmados con su sangre tal como se observa en la obra del maestro Jorge Sánchez.
*Significa etimológicamente “pagar más de lo debido”, y refiere una acción que se ejecuta más allá o además de lo obligatorio, es decir, que superan el deber. Aquella persona que los realiza lo hace por su propia voluntad y denota en ellos cierta perfección; en este sentido, serían dignos de admiración porque siempre hacen más de lo que deben.
Recursos en Memórica: Memoria de Bienes
Profesión causídica (1978)
Al año siguiente, 1694, renueva sus votos y deviene en una de las jerónimas más devotas del convento. Se afanó en sus tareas y abandonó por completo la creación. En 1695 tiempos difíciles llegaron a la ciudad, que de pronto fue tomada por la peste, una terrible epidemia de tifoidea, cuyas víctimas se contaron por centenares. En el convento de las jerónimas las monjas empezaron a contagiarse una a una, y la gran autora literaria del virreinato se ofreció a cuidar de sus hermanas enfermas, tarea que realizó con absoluta entrega; el 17 de febrero muere su confesor Núñez de Miranda, y exactamente dos mes después, el 17 de abril de 1695, la cercanía con la enfermedad provoca que caiga enferma y le arrebata la vida a sor Juana, quien dejó un total de ciento ochenta volúmenes de obras entre lo poco que se conservó. En el entierro se leyó una oración fúnebre de su gran amigo y colega, el escritor Carlos de Sigüenza y Góngora. Sor Juana Inés de la Cruz, figura universal del conocimiento, luminaria central del Siglo de Oro en la Nueva España, poeta, dramaturga, teóloga y filósofa, feminista antes de existir el término; también fue la primera en colocar a la mujer con dignidad e inteligencia en la literatura mundial, defendió el derecho de las mujeres a la educación. Ser excepcional en la historia, adelantada por mucho a su tiempo, y orgullosamente mexicana, representa en la memoria colectiva la irrefrenable pasión por el conocimiento.
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Según su primer biógrafo, el padre Calleja, a la edad de ocho años Juana Inés había redactado una loa dedicada al Santísimo Sacramento, lo cual le valió ganar un libro. Ella misma refirió haber aprendido latín en veinte lecciones alrededor de 1660. Años más tarde supo de la existencia de la Universidad y estaba maravillada con la idea de acudir a un lugar en donde podría aprender infinidad de cosas, y le pidió a su madre que la ayudara a hacerse pasar por varón para que fuera aceptada en esa casa de estudios. Con tal ambición y talento, por esa misma época su madre la envía a la Ciudad de México con su hermana María Ramírez y su esposo Juan de Mata, quienes gozaban de una mejor situación económica y podían encausar los ímpetus de conocimiento de su sobrina.
La joven Juana Inés era una mujer hermosa, y hasta el día de hoy sigue siendo un enigma si se relacionó amorosamente con algún joven de la corte; algunos sorjuanistas, como Méndez Pelayo o Alfonso Reyes, no pueden dar crédito que alguien haya escrito tan fervorosamente del amor sin haberlo conocido.
Respecto a la música, en 1673 sor Juana escribió un tratado que tituló El Caracol; lamentablemente éste no ha sido encontrado. Algunos de sus villancicos más hermosos fueron cantados en 1676 en la Santa Iglesia Metropolitana de México en honor de la Purísima Concepción de Nuestra Señora.
Cuando los marqueses de la Laguna partieron de la Nueva España en 1686 se llevaron consigo los textos de la jerónima y realizaron, al año siguiente, la primera impresión del tomo 1 de sus obras, cuyo título fue Inundación Castálida de la única poetisa, musa décima, Sor Juana Inés de la Cruz. En ese primer tomo se incluían nueve de las doce loas que escribió. Justo es durante el virreinato del marqués de la Laguna cuando la producción de sor Juana creció tanto en prestigio y en fama que llegó a otros rincones del mundo que la colocaron, en vida, en el panorama internacional literario.
Ya sin la protección directa de los virreyes, sor Juana se ve sola y deja de escribir, volcándose con un afán desmedido a sus labores religiosas. Sigue siendo un enigma qué fue exactamente lo que provocó en ella un cambio tan radical. Se han especulado diversos motivos: uno de ellos señala el hostigamiento de las autoridades eclesiásticas ante una amenaza de dejar las letras por no ser labor propia de una monja.
Jorge Sánchez Hernández (1926-2016)
Desde pequeño tiene una inclinación por la expresión visual; a los trece años realiza un dibujo de la Virgen de Guadalupe, con lápices de colores, que aún conserva la familia porque su madre lo enmarcó protegiéndolo con el vidrio. Hacia 1945-1946 ingresó en la Academia de San Carlos de la Ciudad de México, para más tarde formarse con la miniaturista poblana Carmen Jiménez Labora. La tendencia plástica del momento estaba representada por los llamados artistas de la ruptura, quienes veían en las propuestas de la vanguardia el atractivo uso de lo abstracto y la fragmentación en sus obras, dejando de lado lo figurativo y las reglas básicas del dibujo realista. Por el contrario, Sánchez admiraba el trabajo de los grandes maestros de la pintura como Diego Velázquez, Zurbarán, Murillo, Caravaggio, Rafael y Miguel Ángel. Al padecer, desde joven, una condición que provocaba que se le fracturaran los huesos decide expresarse a través de la pintura de caballete, en la que realizó variadas colecciones, una de ellas dedicada a sor Juana Inés de la Cruz, pintada entre 1976 y 1982; ésta se conforma de veintiún óleos que recrean de manera visual las distintas etapas de la más grande escritora del virreinato mexicano.
Refiere a un movimiento cultural y artístico que tuvo lugar en Europa, especialmente desarrollado en España y sus colonias. Abarca desde el siglo XVI y hasta principios del XVIII. Fue una reacción al estricto estilo clásico del Renacimiento en las artes plásticas.