Después de 12 años de fundado, el pan lanzó al abogado jalisciense Efraín González Luna como su primer candidato a la presidencia. Si bien el pan tenía una fuerza limitada contra el apoyo del gobierno a Ruiz Cortines, la oposición fue real: el partido participa en 88% de los distritos. Sólo le es reconocido a González Luna un 7.8% de la votación total.
En un artículo escrito en 1946, el crítico Antonio Rodríguez califica a Tomás Montero Torres como “el fotógrafo de la oposición”. ¿Qué significaba, en ese tiempo, tal calificativo? Mientras que la mayor parte de los fotógrafos de prensa sometieron su trabajo a las directrices tácitas de la propaganda gubernamental, Montero se atrevió a registrar la corrupción, los fraudes, la ilegalidad y la violencia de los gobiernos de entonces. Todo, desde su posición como católico y militante de derecha.
Antonio Rodríguez era comunista y, por lo tanto, contrario en ideas políticas a Montero. Pero admira el espíritu crítico de su fotografía: “es fuerte, dinámica, plena de intención política y extraordinariamente combativa”. Ante Rodríguez, Montero deja clara su posición como fotógrafo: “Sirvo mejor a México criticando, que escondiendo la realidad bajo un manto hipócrita de adulación”.
Hoy, las imágenes de Tomás Montero adquieren un importante valor: el de un testimonio gráfico de la historia política de México que en su tiempo quiso ser reprimido.
Fuera de algún boicoteo subrepticio de las autoridades a la oposición, las elecciones del 7 de julio de 1952 fueron relativamente tranquilas: no hubo balazos. El presidente Ávila Camacho presumió la limpieza de las elecciones, aunque los partidos de oposición alegaron fraude electoral.
Una de las primeras imágenes de Montero, que muestra con claridad la solemnidad del ritual público de sucesión presidencial. Si bien según la opinión general las figuras lógicas para suceder a Lázaro Cárdenas eran los generales Francisco J. Múgica, su antiguo lugarteniente, y Manuel Ávila Camacho, quien resultó elegido como candidato del recién creado Partido de la Revolución Mexicana.
Montero registra la manifestación que se organizó en la capital en contra de la violenta represión ejercida por el gobierno de Chiapas, después de la jornada electoral de noviembre de 1946 a favor del candidato Luis Guízar, que dejó un saldo de seis muertos y tres decenas de heridos.
Durante el mitin por el octavo aniversario de la expropiación petrolera se registró la presencia de la Confederación de Trabajadores de México (ctm), ya para entonces dirigida por Fidel Velázquez, uno de los cinco lobitos que lideraron los grupos sindicales de esos años.
Tomás Montero Torres retrata a los “acarreados” que apoyaron a Miguel Alemán durante las elecciones de julio de 1946. El candidato del flamante Partido Revolucionario Institucional, que había sido fundado ese año, contendió con Ezequiel Padilla (Partido Democrático Mexicano), Agustín Castro (Partido Nacional Constitucionalista) y Enrique Calderón (Partido Reivindicador Popular Revolucionario).
La “modernización” de la economía implementada por Miguel Alemán afectó algunas de las conquistas de los trabajadores en la Constitución de 1917. En consecuencia, hacia el final de su mandato los movimientos sindicales organizaron manifestaciones, muchas de las cuales se disolvieron con violencia. Varios líderes sindicales incorruptibles –aquellos que no eran “charros”– fueron encarcelados o asesinados durante este periodo.
Una imagen de Montero que registra la violencia callejera en el Centro Histórico de la Ciudad de México durante los últimos meses del gobierno de Miguel Alemán. En este caso, el Ejército trata de reprimir a los estudiantes manifestantes.
Este retrato del líder sindical ferrocarrilero y notorio comunista podría simbolizar la historia de su vida: de 1927 a 1976, Campa sólo permaneció fuera de la cárcel durante el gobierno de Lázaro Cárdenas. A diferencia de otros líderes del Consejo Nacional de la ctm, que manifestaron signos de corrupción y burocratización, Campa se distinguió por intentar defender la democracia sindical.