La presente exposición surgió por iniciativa de la etnohistoriadora Flor Trejo Rivera, investigadora de la Subdirección de Arqueología Subacuática del inah, quien tuvo a bien compartir parte de los resultados de su investigación en Memórica. México, haz memoria. Propuso explorar el paisaje tabasqueño y parte de su historia a través de algunos documentos históricos custodiados en diferentes instituciones nacionales como lo es el acervo Francisco Montellano e internacionales como el Archivo General de Indias. La muestra está compuesta de siete posiciones, en las que nos acercaremos a la particular geografía de Tabasco, la cual se caracteriza por el paso de abundantes cuerpos de agua, especialmente los ríos Grijalva y Usumacinta, los cuales han definido las actividades cotidianas de los pobladores de aquella región.
La autora nos refiere que dado que “abunda más agua que tierra” el paisaje en torno al Grijalva y el Usumacinta ha cambiado en parte por las poderosas corrientes y por intervención humana, dando lugar al redireccionamiento –cuando no desecamiento– de algunos afluentes. Si bien con estas acciones se ha intentado sobrellevar desbordamientos e inundaciones anuales, el paisaje ha sufrido cambios y con éste las maneras de relacionarse y de apropiación, como la navegación. Como veremos ésta práctica es indispensable para los asentamientos en la zona, en los cuales (durante siglos) se realizaron diferentes tipos de embarcaciones para navegar en los afluentes y cuyas técnicas de manufactura han sobrevivido gracias a las tradiciones familiares, no obstante, en la actualidad están en peligro de perderse ante el predominio de las embarcaciones de motor, de ahí la importancia de recuperar la técnica de elaboración uno de los objetivos de la investigadora. Invitamos a los usuarios a navegar por las diferentes fuentes con las que Flor Trejo ha podido documentar la trascendencia histórica de este objeto cotidiano que define en buena medida la vida en algunas comunidades de Tabasco.
“A pesar de que desde hace milenios han grabado su presencia en el paisaje y la vida de los hombres, los ríos de Tabasco ocupan poco espacio en la memoria escrita. Mínima es la tinta que ha corrido sobre ellos a cambio de toda el agua que ha distribuido su generosa entraña.”
Mario Humberto Ruz, Paisajes de río, ríos de paisaje (2010)
El estado de Tabasco se caracteriza por una abundante presencia de cuerpos de agua y actividades culturales asociadas a los mismos a lo largo de diferentes periodos de tiempo, comprendidos desde la prehistoria hasta la primera mitad del siglo xx. Esta particularidad del área, donde abunda más agua que tierra, nos da la oportunidad de navegar por diversas culturas y sociedades que desarrollaron sistemas de transporte para surcar tanto los numerosos ríos como el mar.
Las dos cuencas hidrográficas más importantes del estado comprenden la región del Grijalva en el occidente y la región del Usumacinta hacia el oriente. Sin embargo, el paisaje hidrológico se ha transformado a lo largo de los siglos debido a dos factores. Tanto la dinámica geomorfológica del área como la intervención humana, han provocado que el curso de algunos ríos se modifiquen e incluso desaparezcan, como puede apreciarse en los mapas históricos que se trazaron desde el siglo xvi.
La alteración del cauce original fue un procedimiento conocido como “rompido”. Desde el siglo xvii y hasta mediados del siglo xx el río Grijalva ha sufrido diversas modificaciones, las cuales han repercutido posteriormente en problemas de inundaciones con graves pérdidas materiales, como ocurrió con la inundación de 2007. El primer rompido fue realizado en 1675 con el objetivo de evitar la constante presencia de piratas ingleses en la Chontalpa, mientras que las posteriores desviaciones fueron ejecutadas principalmente para resolver cuestiones de inundaciones en diversas regiones, pero principalmente en la capital: Villahermosa de San Juan Bautista.
En lo que respecta a la costa de Tabasco, conformada por 191 km de litoral, también presenta una intensidad de cambios geomorfológicos en esta zona que en el resto del golfo de México. Una de las causas principales se debe a los sedimentos arrojados por los ríos en su desembocadura al mar. A lo largo de centurias esto ha formado cordones litorales, con lo cual la tierra le ha ganado terreno al mar.
Las características hidrológicas de la región de Tabasco fueron ampliamente aprovechadas por sus pobladores a lo largo de la historia. Desde la época prehispánica hasta mediados del siglo xx, existía una cultura del agua donde se vio reflejado el intercambio de conocimientos sobre las características hídricas locales y su aprovechamiento para el transporte así como la incorporación de tecnología para la movilidad en ríos y costas.
En la navegación fluvial, los conocimientos para surcar los ríos han sido transmitidos de generación en generación. Sin embargo, la introducción de la navegación a motor desafortunadamente ha producido un desinterés en las nuevas generaciones sobre este tema, con lo cual, técnicas ancestrales están en riesgo de quedar en el olvido. Con la navegación marítima la situación ha sido diferente. Durante la navegación a vela, cuando el intercambio comercial durante el virreinato entre los puertos de Tabasco, Campeche y Veracruz era constante, los derroteros registraron las características de la ruta, los peligros que debían evitar las embarcaciones, como bajos, corrientes y cambio de profundidad, así como instrucciones para aprovechar los vientos y las corrientes características de la costa tabasqueña.
“¡Oh, qué formidable cosa es el silencio! En medio de esa comarca desierta, rodeada de la selva virgen que se extendía a lo lejos, sobre las tranquilas aguas del río, y, como si fuese una barca cargada de sombras, el cayuco se deslizaba sigilosamente”
Desiré Charnay viajando por el Usumacinta en 1859
El actual estado de Tabasco tiene en su historia una serie de personajes que en su cotidianidad han pasado desapercibidos. Desde los silenciosos cayucos1 hasta los barcos de vapor y las lanchas de motor, por los ríos y la costa de la región han navegado miles de embarcaciones de diferente tamaño y diseño. El sistema de transporte, hasta mediados del siglo pasado, era predominantemente acuático.
Con más agua que tierra, sus habitantes encontraron en el agua un aliado. Los árboles se convirtieron en canoas2, galeones3, goletas4, bongos5, bergantines6, fragatas7 y una diversidad de embarcaciones diseñadas para surcar los ríos o atravesar los mares. En su forma y trazado podemos identificar los conocimientos requeridos para navegar de forma segura y eficaz.
El diseño de toda nave para que sea efectiva debe responder a la solución de dos problemas básicos:
Hasta aquí hemos visto cómo la tecnología para navegar es la suma de diversos saberes y tecnologías. Para profundizar más en el tema vale preguntarse si existen diferencias entre embarcaciones para surcar los ríos y aquellas para cruzar el mar.
Las vías fluviales suelen presentar variabilidad significativa en la profundidad de sus aguas debido a la lluvia y al deslave; incluso algunos afluentes pueden secarse por temporadas. Por ello, para navegar en los ríos es necesario que la embarcación tenga poco calado8, es decir, que la superficie sumergida sea mínima. Así, las canoas y los cayucos son la mejor tecnología fluvial por su fondo reducido, su capacidad de carga y la versatilidad de su diseño para maniobrar en las corrientes.
En el paisaje fluvial también podían verse barcos a vela como goletas y bergantines. Estas embarcaciones eran ideales para el comercio de cabotaje, es decir, costero. Se caracterizan igualmente por su poco calado y un aparejo9 apto para ser manejado por una tripulación reducida. Ambos buques podían navegar en aguas marítimas y después remontar ríos, por lo que fueron utilizados para comerciar entre los puertos de Veracruz, Campeche y Tabasco durante el siglo xviii. Y a finales de esta centuria, cuando los barcos de vapor se volvieron cotidianos, también circulaban en el mar y vías fluviales.
Sin embargo, no todos los navíos tenían la capacidad de cambiar de escenario acuático. Por ejemplo, en los vapores el diseño de la rueda de paletas variaba según fuera para transporte marítimo o fluvial. En el caso de canoas y cayucos, si se construyen para navegar en el mar, deben tener más altos los bordes para evitar la entrada del agua debido al oleaje.
Averiguación relativa a la pérdida de un cayuco en el río Grijalva ocasionada por el paso del vapor Sofía.
A continuación, se presenta un extracto de un artículo de la curadora en donde se muestra el proceso de construcción de un cayuco. En éste, además del rico registro fotográfico del proceso, se muestra un esquema con las fases y herramientas, entre otra información sumamente interesante. Se recomienda ampliamente al lector la lectura de la publicación cuya referencia es:
Flor Trejo Rivera, “Notas náuticas a orillas del río. Construcción de un cayuco en Tabasco”, Arqueología Mexicana, núm. 174, pp. 52-57.
[Fragmento] “Pantanos de Centla es el área más amplia de humedales en Norteamérica, y aquí se localizan los sistemas hidrológicos más grandes de México, los ríos Grijalva y Usumacinta. En esta geografía fluvial, a lo largo de su historia han coexistido diversos tipos de embarcaciones, y el uso de la canoa monóxila ha perdurado hasta nuestros días.”
[...]
“No obstante, los ríos continúan imponiendo su presencia y junto con ellos el cayuco pervive como parte de los fastuosos paisajes de agua de los pantanos de Centla. Sin embargo, la fibra de vidrio ha sustituido a la madera, por la facilidad que implica fabricarlo en ese material. La tradición milenaria de transformar un árbol en una embarcación y los conocimientos requeridos para lograrlo no han sido heredados a las nuevas generaciones. Como un primer acercamiento para desarrollar una línea de investigación sobre las tradiciones de navegación fluvial en Tabasco, en 2020 mandamos hacer un pequeño cayuco en el ejido Ribera Alta Salsipuedes, municipio de Centla, e hicimos nuestras primeras notas etnográficas. ”
Archivo General de Indias
Archivo Histórico Documental de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez
Biblioteca Digital Hispánica, Biblioteca Nacional de España
Fototeca Nacional, Mediateca-inah
Francisco Montellano
Gallica, Biblioteca Nacional de Francia
Hemeroteca Nacional de México, iib-unam
Library of Congress
Mapoteca Manuel Orozco y Berra
Instituto Nacional de Antropología e Historia
Subdirección de Arqueología Subacuática
Curaduría: Flor Trejo Rivera
Archivo General de la Nación
Apoyo curatorial: Jessica Amairani Tello
Edición: Dirección de Creación de Contenidos Digitales
Diseño gráfico y web: Oyuki Collado Velasco