El santo maíz sube

en un ímpetu verde,

y dormido se llena

de tórtolas ardientes.

El secreto maíz

en vaina fresca hierve

y hierve de unos crótalos

y de unos hidromieles.

El dios que lo consuma,

es dios que lo enceguece:

le da forma de ofrenda

por dársela ferviente;

en voladores hálitos

su entrega se disuelve.

Y México se acaba

donde la milpa muere.

imagen de granos de maiz
granos de maíz

El maíz se encuentra entre los principales productos agrícolas a nivel mundial, ya que es un alimento básico en muchos países y ello se debe, principalmente, a su gran capacidad alimenticia como también a su facilidad de adaptación a los distintos climas y geografías. Desde tiempos remotos se han aprovechado sus cualidades y ha sido la base de grandes imperios de nuestro continente. Originario de Mesoamérica, fue más tarde valorado también por los conquistadores y llevado tempranamente a Europa. En la actualidad su principal productor es Estados Unidos, seguido de Canadá y Argentina. México ocupa el 7° lugar en la producción mundial.

Como veremos en esta exposición, la importancia del maíz no radica sólo en tanto alimento, sino que, a partir de ahí, se convirtió también en herramienta de intercambio para la economía y en sujeto de culto que, bajo pretexto de agradecer a los dioses por su aparición, condujo a esta parte de la humanidad por el sendero del desarrollo y hacia la creación de culturas de gran nivel tecnológico y cultural.

El maíz es uno de los granos más antiguos que conocemos. Forma parte de la familia botánica Poaceae o Gramineae y su nombre científico es Zea mays. Los nahuas lo llamaban elotl y en su propagación por el continente americano fue conocido también como choclo, jojoto, milho, elote o maíz. Se calcula que se cultiva hace aproximadamente 10 mil años, aunque las evidencias arqueológicas más antiguas, encontradas en cavernas de Tehuacán, Puebla, datan de cerca de siete mil años.

Su cultivo se originó en Mesoamérica, en el suroeste de México, a partir de una planta silvestre llamada teocintle, y se llevó a cabo mediante un proceso de domesticación que comenzaron los antiguos agricultores de la región. Este procedimiento consistió en seleccionar semillas de las plantas más productivas para cultivarlas en las estaciones siguientes y, así, gradualmente y luego de muchos ciclos de cultivo, dio como resultado el maíz actual; mazorca y granos más grandes y blandos, a diferencia de las mazorcas más delgadas con pocos granos dispersos y duros del teocintle original.

El proceso de selección artificial implicó cambios genéticos importantes, particularmente en los genes que controlan el tamaño y la estructura de las mazorcas. El maíz se convirtió en el alimento básico de los pueblos mesoamericanos y su cultivo se extendió por todo el continente. La domesticación generó un cambio en la agricultura y fue parte importante del desarrollo nutricional, social, económico y cultural de las culturas maya, olmeca, zapoteca, teotihuacana, mixteca, tolteca y mexica, entre otras, y quedó registrado en múltiples códices y otros relatos.

Su evolución y crecimiento ha dependido por completo de los cuidados humanos y al ser una planta domesticada hace tantos miles de años tiene un interesante historial de desarrollo evolutivo y gran capacidad de adaptarse a una amplia gama de climas y suelos. Un excelente ejemplo de ello es “la milpa” que se practica hasta nuestros días y que consiste en un sistema agrícola conformado por un policultivo, siendo el maíz, generalmente, su especie principal, acompañado de chiles, frijoles, calabazas, tomates y muchas otras dependiendo de la región. Esta práctica convierte a la milpa en un ecosistema en el que la interacción entre sus componentes mejora la productividad: el maíz ofrece el entorno para ayudar al crecimiento del frijol y éste a su vez nutre el suelo para que el maíz crezca más fuerte. Por otra parte, la calabaza y el chile dan sombra y abonan el suelo aportando la humedad y los nutrientes necesarios. Además de producir alimentos, se obtienen productos como forraje, plantas medicinales, de ornato, además de que se aprovechan las plantas que crecen de manera natural, principalmente especies herbáceas como quelites, verdolagas, quintoniles, huauzontle, nabos, romeritos, entre otras. Es también un sistema de producción de cultivo sustentable que contribuye a la soberanía alimentaria puesto que prioriza la producción agrícola local.

El maíz es un elemento central en la historia de México. Ha sido y es mucho más que sólo un cultivo para los pueblos mesoamericanos y las sociedades actuales. Es también un pilar fundamental en la vida cotidiana y ha influido en la cosmovisión, la religión, la economía, el arte y la cultura. Como dicen por ahí: “el grano dorado no sólo alimentó cuerpos sino también espíritus”.

Ha sido el centro de rituales, mitos, leyendas y celebraciones en las que adoraban a deidades a través de danzas, ofrendas y sacrificios. Una muestra de ello son los rituales que realizaban los mexicas en honor a Tláloc, dios de la lluvia; a Chicomecóatl, diosa de los mantenimientos, y a Centeocíhuatl, diosa del maíz tierno. Pedían por la fertilidad de la tierra, por la protección de las milpas, para bendecir las semillas y agradecían también por la cosecha del año. Las festividades estaban asociadas a las etapas de crecimiento del maíz, por tanto, a los ciclos del cultivo. El tipo de rito dependía de la veintena, es decir del “mes” del año del xiuhpohualli (calendario ceremonial). Por parte de los mayas, por ejemplo, es muy conocido el Popol Vuh, libro sagrado donde se narra la creación del hombre a partir del maíz.

Actualmente un alto porcentaje de comunidades indígenas del país continúan la práctica de los rituales y festividades que se realizan en honor a la planta sagrada. Por ejemplo, la “preparación del terreno” es un rito donde se trabaja el terreno en el que se va a plantar el maíz: los campesinos dirigen una oración a la Madre Tierra y se disculpan por intervenir en ella; también piden a alguna deidad para que les dé suficiente fuerza para labrar el suelo. Otro ritual es “el de petición de lluvia”, ceremonia que contiene prácticas espirituales de acuerdo con la cosmovisión de cada región, y en ella se manifiesta la alabanza a la lluvia. En general, se lleva a cabo en la cosecha o en el cerro más cercano y participa toda la comunidad.

Las ceremonias religiosas y las festividades relacionadas con el maíz se han preservado a través de los siglos, manteniendo viva una conexión profunda con el pasado. Estas prácticas culturales son una expresión de identidad y resistencia frente a los desafíos de la modernidad y la globalización. También ha estado presente en múltiples disciplinas artísticas: teatro, pintura, gráfica y escultura, donde el maíz está presente como icono representativo de nuestra cultura. En 1982 se inauguró el Museo Nacional de Culturas Populares con la muestra El maíz, fundamento de la cultura popular mexicana. Fue la primera vez en la que un museo dedicaba a este elemento su apertura como figura central y exclusiva.

En México, el maíz es fundamental en la alimentación; es simplemente la base de la dieta diaria y lo ha sido desde tiempos precolombinos. Para mejorar su aprovechamiento, las antiguas culturas desarrollaron un extraordinario procedimiento que permitía favorecer el consumo al aumentar tanto sus propiedades alimenticias como las de almacenamiento. Es así como desde tiempos remotos, y hasta la actualidad, se realiza un proceso llamado nixtamalización, palabra que proviene del náhuatl, formada por la conjunción de las palabras nextli, que significa “cenizas”, y tamalli, que significa “masa de maíz sin formar”. Este proceso consiste en cocer los granos de maíz en agua y cal, lo que produce muchísimos beneficios extras y permite también la confección de masa, esencial para hacer tortillas, tamales y otros alimentos básicos.

El maíz proporciona nutrientes esenciales, y cuando se combina con otros alimentos como frijoles y chiles forma una dieta balanceada, rica en proteínas y nutrientes. La variedad de platos que se realizan con él es interminable y sólo en México se han documentado por lo menos 600 maneras distintas de prepararlo: tacos, quesadillas, chilaquiles, enchiladas, totopos, gorditas, panuchos, tlacoyos, chalupas, sopes y un largo etcétera podrían encabezar la lista. También bebidas como atoles, aguamiel con maíz, chilatole, tejate y tejuino, por mencionar sólo unas pocas. Cabe destacar que además no únicamente se usa como alimento, pues la hoja seca de la mazorca, llamada totomoxtle, también se usa para envolver tamales o como material de artesanía y tejidos.

En cuanto a la economía, el cultivo intensivo de maíz favoreció el desarrollo de las grandes civilizaciones mesoamericanas, ya que proporcionaba una fuente de alimento abundante y sobre todo almacenable. El almacenamiento a su vez permitió contar con una cantidad de excedente agrícola que produjo la especialización laboral y la creación de clases sociales, así como el comercio y la urbanización. Guardar el maíz para consumirlo, principalmente en épocas de sequía, permitió también comenzar a realizar intercambios regulares con otras comunidades, es decir, los excedentes que producía el almacenamiento se podían intercambiar por otros productos de primera necesidad y que no eran producidos por esa comunidad en particular.

El maíz era tan valioso que se utilizaba como moneda. De la misma forma el excedente hizo que algunos pudiesen dejar el trabajo directo con la tierra para desarrollar otros oficios. Así nace la especialización y otras formas de sustento y organización: surgen los comerciantes, los artesanos y también los soldados, los sacerdotes y los gobernantes. Si bien las comunidades seguían trabajando mayoritariamente en agricultura y ganadería, puesto que estas actividades eran la base de su economía, la sobreproducción de maíz y otras especies provocó posibilidades distintas a la mera supervivencia. Con la aparición de nuevos roles, también comenzaron a reflejarse las diferencias de riqueza y de poder en la sociedad. El desarrollo de esta vida más sedentaria, las nuevas maneras de organizar la economía y la aparición de nuevos grupos sociales crearon la necesidad de construir viviendas que fuesen más cómodas y también de construir edificios más grandes, como los templos, que fuesen capaces de almacenar las cosechas, pero que también pudiesen ser aptos para realizar ahora ceremonias religiosas o donde se pudiese ejercer las funciones del nuevo gobierno, necesarias para organizar la creciente comunidad. El espacio rural devino lentamente en urbano y propició el surgimiento de las primeras ciudades entendidas también como grandes centros de poder.

En México se producen principalmente dos variedades de maíz: el blanco y el amarillo. El primero es destinado exclusivamente para el consumo humano debido a su alto contenido nutricional; el segundo, al procesamiento industrial y a la alimentación animal. Anualmente en nuestro país se producen en promedio más de 27 millones de toneladas de maíz blanco y 15 millones de toneladas de maíz amarillo, siendo México uno de los principales productores mundiales. Este cultivo es vital para la economía rural, sustentando a millones de pequeños agricultores y jornaleros, y su participación en la producción nacional de granos es de aproximadamente 88%. Se cultiva en los 32 estados de la república y los principales productores son Sinaloa, Jalisco, Guanajuato, Michoacán y Estado de México.

Existen iniciativas, tanto públicas como privadas, que buscan proyectar la producción del maíz mexicano hacia el futuro. Algunas enfocan su acción hacia una producción que asegure la autosuficiencia alimentaria, la producción como herramienta de combate a la pobreza o como defensa ante la creciente y avasalladora producción de alimentos transgénicos.

Uno de los principales objetivos del Gobierno de México ha sido incrementar la producción de maíz blanco para satisfacer las necesidades nacionales con la producción interna y avanzar en la estrategia de autosuficiencia alimentaria. Es por ello por lo que durante el sexenio del presidente Manuel López Obrador, dentro del marco del Plan Nacional de Desarrollo se creó el programa “Sembrando Vida”, que comenzó su implementación en febrero de 2019 con el fin de atender dos problemas centrales de las zonas rurales: la pobreza y la degradación ambiental. Hasta el año 2024 se han beneficiado una gran cantidad de personas en más de 21 estados del país, con nuevos empleos, realización de talleres de aprendizaje social, de herramientas de administración, de economía y realizando siembra de milpas y árboles frutales, además de talleres de uso eficiente del agua y aprovechamiento del suelo, entre otros beneficios.

“Sin maíz no hay país” es un movimiento mexicano, creado en junio de 2007, con el fin de proteger la soberanía alimentaria de México. Representa a más de 300 agrupaciones de agricultores, pueblos indígenas, ambientalistas, organizaciones de derechos humanos, cooperación internacional, intelectuales, artistas, científicos, estudiantes y público en general de más de 20 estados de la república. Su objetivo ha sido luchar por el fortalecimiento de la producción campesina a través de políticas públicas favorables, proyectos rurales y territoriales alternativos que sean inclusivos, equitativos, sostenibles y solidarios.

Una gran noticia de último minuto, al cierre de esta exposición, es que el Gobierno de México y el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt) informaron, a través de un comunicado, el cierre del caso Monsanto. La empresa trasnacional Monsanto Company mantenía desde hace varios años una demanda en contra del decreto presidencial que buscaba prescindir del glifosato y el maíz transgénico para consumo humano. Afortunadamente, el 19 y 24 de junio de 2024, Monsanto desistió del juicio, lo que representa, como se expresa en el comunicado, “un triunfo en una batalla jurídica en la que prevaleció la razón a favor de la vida, la salud, la naturaleza, la riqueza biocultural y la soberanía alimentaria” de México.

video del día internacional del maíz

Video: Día internacional del maíz

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