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Los mexicanos pintados por sí mismos

Los mexicanos pintados por sí mismos

 
 

Institución: Instituto de Investigaciones Bibliográficas, unam

La publicación de Los mexicanos pintados por sí mismos (1854), editado por la Imprenta de M. Murguía y Compañía, es un suceso de mucha importancia dentro del sector editorial del México decimonónico, ya que es el primer documento del género costumbrista realizado por artistas mexicanos. El libro se presenta con una ilustración donde vemos a un personaje subido en una escalera para colgar de dos palmeras una manta impresa con el título “Los mexicanos pintados por sí mismos” seguido de la leyenda “por varios autores”; en la base vemos a ocho personajes más: cuatro mujeres y cuatro hombres de distintas edades, que portan vestimentas que muy probablemente corresponden a algunos de los tipos que se describen en el libro. María Esther Pérez Salas define el subgénero de los tipos como “un relato sobre un personaje determinado que presenta cierta peculiaridad, ya sea por su oficio, su forma de vestir o de hablar, o por el papel que desempeña dentro de la sociedad”.

 

Las 35 estampas que ilustran los relatos fueron realizadas por Hesiquio Iriarte y Andrés Campillo, y aunque las narraciones no fueron firmadas, el bibliógrafo Juan B. Iguíniz asentó la autoría de los textos: “El músico de cuerda”, “El vendutero”, “El arriero”, “El cajista”, “El ranchero”, “El maestro de escuela”, “El mercero”, “La chiera”, “El pulquero”, “El barbero”, “El cómico de la legua”, “El sereno”, “La china” y “El escribiente”, a José María Rivera, quien además es coautor de “El poetastro”, junto con Hilarión Frías y Soto, quien escribió en solitario: “El aguador”, “El cochero” y “La costurera”. A Juan de Dios Arias se le atribuyen: “El cajero”, “El evangelista”, “La partera”, “El ministro”, “El tocinero”, “El cargador” y “El ministro ejecutor”; mientras que a la pluma de Ignacio Ramírez, “El alacenero”, “La coqueta”, “El abogado”, “El jugador de ajedrez” y “La estanquillera”. Pantaleón Tovar escribió “La recamarera”; y Niceto de Zamacois (el único español), “La casera” y “El criado”.

 

Esta obra sigue el modelo formal de su antecesora, la inglesa Heads of the People, sin embargo, como menciona Daniel Santillana, “tiene el mérito de ser el primer libro de tipos elaborado por artistas mexicanos y no por extranjeros. La relevancia de este hecho consiste en que, por primera ocasión, son los mexicanos, en busca de identidad, los que proponen una etopeya de sí mismos. Este hecho, que implica un conocimiento más profundo del personaje en cuestión, es más complejo que la investigación de sus fuentes, rebasa los bordes de su genealogía europea y convierte a esta obra en un documento singular”. Lo anterior se confirma en el primer relato, “El aguador”, en donde se lee: “Lo que te atañe saber es que tú, como mexicano, tienes que dar al público tus costumbres, tus hábitos, tus vicios, tus cualidades, todo, en fin, lo que te es peculiar o propio, tienes que contárselo al mundo entero: hasta una estampa se ha hecho adonde estás pintiparado, tal como eres, para que todos te conozcan”.

 

Material de apoyo:

Pérez Salas, María Esther, “Genealogía de Los mexicanos pintados por sí mismos”, en Historia Mexicana, vol. 48, núm. 2.

Santillana García, Daniel, “Sobre El Iris de Linati y Los mexicanos pintados por sí mismos”, en Revista Fuentes Humanísticas, Año 22, núm. 41.

 

Institución: Instituto de Investigaciones Bibliográficas, unam

La publicación de Los mexicanos pintados por sí mismos (1854), editado por la Imprenta de M. Murguía y Compañía, es un suceso de mucha importancia dentro del sector editorial del México decimonónico, ya que es el primer documento del género costumbrista realizado por artistas mexicanos. El libro se presenta con una ilustración donde vemos a un personaje subido en una escalera para colgar de dos palmeras una manta impresa con el título “Los mexicanos pintados por sí mismos” seguido de la leyenda “por varios autores”; en la base vemos a ocho personajes más: cuatro mujeres y cuatro hombres de distintas edades, que portan vestimentas que muy probablemente corresponden a algunos de los tipos que se describen en el libro. María Esther Pérez Salas define el subgénero de los tipos como “un relato sobre un personaje determinado que presenta cierta peculiaridad, ya sea por su oficio, su forma de vestir o de hablar, o por el papel que desempeña dentro de la sociedad”.

Las 35 estampas que ilustran los relatos fueron realizadas por Hesiquio Iriarte y Andrés Campillo, y aunque las narraciones no fueron firmadas, el bibliógrafo Juan B. Iguíniz asentó la autoría de los textos: “El músico de cuerda”, “El vendutero”, “El arriero”, “El cajista”, “El ranchero”, “El maestro de escuela”, “El mercero”, “La chiera”, “El pulquero”, “El barbero”, “El cómico de la legua”, “El sereno”, “La china” y “El escribiente”, a José María Rivera, quien además es coautor de “El poetastro”, junto con Hilarión Frías y Soto, quien escribió en solitario: “El aguador”, “El cochero” y “La costurera”. A Juan de Dios Arias se le atribuyen: “El cajero”, “El evangelista”, “La partera”, “El ministro”, “El tocinero”, “El cargador” y “El ministro ejecutor”; mientras que a la pluma de Ignacio Ramírez, “El alacenero”, “La coqueta”, “El abogado”, “El jugador de ajedrez” y “La estanquillera”. Pantaleón Tovar escribió “La recamarera”; y Niceto de Zamacois (el único español), “La casera” y “El criado”.

Esta obra sigue el modelo formal de su antecesora, la inglesa Heads of the People, sin embargo, como menciona Daniel Santillana, “tiene el mérito de ser el primer libro de tipos elaborado por artistas mexicanos y no por extranjeros. La relevancia de este hecho consiste en que, por primera ocasión, son los mexicanos, en busca de identidad, los que proponen una etopeya de sí mismos. Este hecho, que implica un conocimiento más profundo del personaje en cuestión, es más complejo que la investigación de sus fuentes, rebasa los bordes de su genealogía europea y convierte a esta obra en un documento singular”. Lo anterior se confirma en el primer relato, “El aguador”, en donde se lee: “Lo que te atañe saber es que tú, como mexicano, tienes que dar al público tus costumbres, tus hábitos, tus vicios, tus cualidades, todo, en fin, lo que te es peculiar o propio, tienes que contárselo al mundo entero: hasta una estampa se ha hecho adonde estás pintiparado, tal como eres, para que todos te conozcan”.

Material de apoyo:

Pérez Salas, María Esther, “Genealogía de Los mexicanos pintados por sí mismos”, en Historia Mexicana, vol. 48, núm. 2.

Santillana García, Daniel, “Sobre El Iris de Linati y Los mexicanos pintados por sí mismos”, en Revista Fuentes Humanísticas, Año 22, núm. 41.

 
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