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La Caperucita Roja

La Caperucita Roja

 
 

Institución: Archivo General de la Nación, agn

Todos conocemos el cuento de Caperucita Roja (la dulce niña que al visitar a su abuelita se encuentra con el lobo feroz), ya sea en la versión original de Charles Perrault o en la adaptación de los hermanos Grimm. Pero pocos saben que en 1923 en la Ciudad de México, surgió una nueva interpretación que fue materializada con óleo y versos en los muros de la Biblioteca Infantil de la Secretaría de Educación Pública. El artista Carlos Mérida pintó el mural que contiene 19 escenas en las que vemos a una Caperucita de cabello oscuro, cubierto con un gorro o pañoleta de color rojo. Viste la ropa típica de los pueblos originarios de Guatemala: blusa blanca y falda roja bordadas, como una referencia a la nacionalidad de su creador. El lobo fue sustituido por un pícaro coyote mexicano. En la parte superior del mural el cuento se va narrando mediante una serie de versos, adaptación realizada por Gabriela Mistral, que mantiene el trágico desenlace del cuento sin hacer explícita la violencia y confrontando a su vez los arquetipos moralistas de la época.

 

El mural ya no existe. Sus colores tropicales y frutales –típicos de la obra de Carlos Mérida– se han perdido y solo los conocemos por el boceto y por los testimonios de artistas y críticos de la época. Las escenas en blanco y negro que aquí presentamos se conservan en nueve negativos en cristal, que formaron parte del archivo de la Secretaría de Educación Pública, y que hoy son resguardados por la fototeca del Archivo General de la Nación. Este tipo de negativos surgieron a finales del siglo xix: consistían en una fina placa de vidrio con emulsión al gelatinobromuro de plata, ya sea que el vidrio tuviera una capa de gelatina endurecida para mayor adherencia de la emulsión o que fuera tratado con ácido. Estos negativos conservan durante más tiempo las características de la fotografía y pueden distinguirse por sus colores oscuros y grises.

 

En los años veinte del siglo xx la educación en México tuvo gran importancia. El entonces Secretario de Educación, José Vasconselos, propuso que existieran murales en diversos centros educativos, La Caperucita Roja es uno de ellos. Existía también el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores, Escultores y Grabadores Revolucionarios de México, que promovía el desarrollo de un arte público, monumental y de educación colectiva, fundado por el mismo Mérida. No obstante diversas obras murales de la época fueron destruidas, borradas, repintadas, atacadas y alteradas, por cuestiones políticas e ideológicas, por competencia entre artistas o por deficiencias en su conservación. El formato mismo del mural, que lo hace tan visible y monumental, es su propia condena, pues es posible destruirlo completamente tan solo con tirar la última capa de la pared. Es el caso de la obra que nos ocupa, de la cual ya no queda ningún rastro en el muro.

 

Material de apoyo:

Guadarrama Peña, Guillermina, “Rediscovering Mural Paintings: Works for Children by Carlos Mérida and Emilio Amero” en Piso 9. Investigación y archivo de artes visuales, Cenidiap-inba, 2017.

Barquera, Rebeca, “En búsqueda del muralismo perdido”, en Gaceta unam, marzo 28 de 2022.

Diccionario de bienes culturales. Tesauros del patrimonio cultural de España. Disponible en: Liga

 

Institución: Archivo General de la Nación, agn

Todos conocemos el cuento de Caperucita Roja (la dulce niña que al visitar a su abuelita se encuentra con el lobo feroz), ya sea en la versión original de Charles Perrault o en la adaptación de los hermanos Grimm. Pero pocos saben que en 1923 en la Ciudad de México, surgió una nueva interpretación que fue materializada con óleo y versos en los muros de la Biblioteca Infantil de la Secretaría de Educación Pública. El artista Carlos Mérida pintó el mural que contiene 19 escenas en las que vemos a una Caperucita de cabello oscuro, cubierto con un gorro o pañoleta de color rojo. Viste la ropa típica de los pueblos originarios de Guatemala: blusa blanca y falda roja bordadas, como una referencia a la nacionalidad de su creador. El lobo fue sustituido por un pícaro coyote mexicano. En la parte superior del mural el cuento se va narrando mediante una serie de versos, adaptación realizada por Gabriela Mistral, que mantiene el trágico desenlace del cuento sin hacer explícita la violencia y confrontando a su vez los arquetipos moralistas de la época.

El mural ya no existe. Sus colores tropicales y frutales –típicos de la obra de Carlos Mérida– se han perdido y solo los conocemos por el boceto y por los testimonios de artistas y críticos de la época. Las escenas en blanco y negro que aquí presentamos se conservan en nueve negativos en cristal, que formaron parte del archivo de la Secretaría de Educación Pública, y que hoy son resguardados por la fototeca del Archivo General de la Nación. Este tipo de negativos surgieron a finales del siglo xix: consistían en una fina placa de vidrio con emulsión al gelatinobromuro de plata, ya sea que el vidrio tuviera una capa de gelatina endurecida para mayor adherencia de la emulsión o que fuera tratado con ácido. Estos negativos conservan durante más tiempo las características de la fotografía y pueden distinguirse por sus colores oscuros y grises.

En los años veinte del siglo xx la educación en México tuvo gran importancia. El entonces Secretario de Educación, José Vasconselos, propuso que existieran murales en diversos centros educativos, La Caperucita Roja es uno de ellos. Existía también el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores, Escultores y Grabadores Revolucionarios de México, que promovía el desarrollo de un arte público, monumental y de educación colectiva, fundado por el mismo Mérida. No obstante diversas obras murales de la época fueron destruidas, borradas, repintadas, atacadas y alteradas, por cuestiones políticas e ideológicas, por competencia entre artistas o por deficiencias en su conservación. El formato mismo del mural, que lo hace tan visible y monumental, es su propia condena, pues es posible destruirlo completamente tan solo con tirar la última capa de la pared. Es el caso de la obra que nos ocupa, de la cual ya no queda ningún rastro en el muro.

Material de apoyo:

Guadarrama Peña, Guillermina, “Rediscovering Mural Paintings: Works for Children by Carlos Mérida and Emilio Amero” en Piso 9. Investigación y archivo de artes visuales, Cenidiap-inba, 2017.

Barquera, Rebeca, “En búsqueda del muralismo perdido”, en Gaceta unam, marzo 28 de 2022.

Diccionario de bienes culturales. Tesauros del patrimonio cultural de España. Disponible en:Liga

 

 

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