Insurgencia y
contrainsurgencia

en México. La Liga Comunista
23 de Septiembre, 1973-1980

A 50 años del surgimiento de la Liga Comunista 23 de Septiembre se hace necesario conocer el contexto en el que nació, y cómo sus integrantes plantearon una revolución contra un régimen político que viró hacia el autoritarismo y abandonó los preceptos sociales que argumentaba sostener desde 1910.

A medio siglo de distancia y más allá de las conmemoraciones es importante entender y reflexionar sobre una agrupación que, por años, fue considerada la máxima exponente de la guerrilla urbana en México. Gracias a recientes investigaciones y a la apertura de los archivos de la represión, hoy conocemos nuevos aspectos de una historia y de una memoria que habían sido sesgadas por el gobierno y los medios de comunicación.

Uno de los objetivos de esta exposición virtual es ofrecer un panorama general de la época en la que la Liga Comunista 23 de Septiembre surgió, así como de las causas que propiciaron la aparición de la guerrilla urbana en el México de la segunda mitad del siglo xx.

Grupos insurgentes en América Latina, 1950-1980

La Guerra Fría no fue un proceso homogéneo, sino que obedeció a las circunstancias regionales y nacionales donde las superpotencias buscaban establecer su hegemonía.

En el llamado Tercer Mundo, las independencias africanas, los movimientos de liberación nacional y el desgaste del proyecto económico capitalista provocaron que el descontento y la desconfianza de la sociedad fueran canalizados por los sectores estudiantiles e intelectuales de todas las naciones.

En América Latina, el American way of life perdió fuerza después del triunfo de la Revolución cubana en 1959, movimiento que puso fin a décadas de un gobierno déspota y corrupto. Sin embargo, la cercanía de los países latinoamericanos con los Estados Unidos supuso que esta superpotencia velara por la protección de sus intereses en la región. Así, a través de empresas o agencias de inteligencia, el gobierno de Washington vigiló a grupos y actores políticos que estaban en contra de sus principios y necesidades.

En Guatemala, por ejemplo, la reforma agraria del presidente Jacobo Árbenz, que afectó los intereses de la United Fruit Company, propició un golpe de Estado, organizado por esta empresa y la cia. Situación que se repetiría por varios años en otros países de la región, como República Dominicana, Cuba, Venezuela, Brasil, Argentina, Chile, Guatemala y Ecuador. Fue esta situación la que inspiró a las juventudes latinoamericanas a emprender acciones contra la burguesía.

Después de medio siglo del triunfo de la Revolución, México había experimentado cambios importantes. El desarrollo urbano, el crecimiento poblacional y de los sectores medios lo encaminaban a convertirse en un país moderno y próspero. Sin embargo, para lograrlo, los gobiernos posrevolucionarios habían sacrificado las demandas sociales que sustentaban el proyecto político, y daban paso a un Estado autoritario y represor, aunque al parecer imperceptible para aquellos que se beneficiaron de la situación.

El final de la Segunda Guerra Mundial favoreció a México en cuanto a la atracción de inversión estadunidense, que hizo posible el desarrollo material del país, y la consolidación de la clase gobernante vinculada al Partido Revolucionario Institucional (pri).

Si bien el avance económico e industrial fue evidente, éste se había conseguido a costa de la cancelación de los derechos laborales conquistados por los obreros durante el cardenismo (1934-1940), lo que propició la indignación y las movilizaciones de los sectores afectados, las cuales fueron sofocadas por la fuerza.

Asimismo, los campesinos se vieron empujados a la miseria debido a la expropiación de sus tierras en beneficio de compañías transnacionales que los desplazaron a zonas marginadas en las grandes ciudades. A pesar de estas contradicciones, el gobierno mexicano buscaba promover una imagen de modernidad.

Es cierto que el desarrollo estabilizador —crecimiento sin inflación— había generado el aumento de la clase media urbana y el acceso a la educación superior para los hijos de obreros y campesinos, así como mejores trabajos y servicios de salud. No obstante, éstos estaban destinados a las grandes ciudades del país: Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara.

Las libertades políticas y de pensamiento también fueron censuradas. Si bien el régimen hablaba sobre la libertad de prensa, ésta no existía debido a que los críticos al gobierno no encontraban espacios para expresar sus ideas; sólo aquellos que decidían colaborar con la propaganda oficial podían convertirse en voceros de los éxitos oficiales. Así, las publicaciones contrarias al régimen eran sometidas a la censura.

Fue en las universidades o institutos tecnológicos donde surgió un fuerte cuestionamiento al régimen posrevolucionario. Centros de estudio como la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), el Instituto Politécnico Nacional (ipn) y las universidades estatales, se constituyeron en los semilleros de los más acérrimos críticos del sistema político mexicano.

Precisamente, el golpe gubernamental orquestado contra las movilizaciones estudiantiles en los años sesenta y setenta provocó que la juventud radicalizara su postura, llegando a los extremos de proponer la insurgencia social y armada.

Líderes campesinos, como Lucio Cabañas y Genaro Vázquez en Guerrero, se convirtieron en el referente por excelencia de los guerrilleros mexicanos. Sin embargo, cuando el Grupo Popular Guerrillero Arturo Gamíz (gpg) asaltó por sorpresa el cuartel militar de Ciudad Madera en Chihuahua, un 23 de septiembre de 1965, irrumpió una nueva forma para conceptualizar a las guerrillas en México.

Durante la década de 1960 las movilizaciones estudiantiles cobraron mayor fuerza. En principio, las demandas consistieron en cuestiones universitarias y educativas, pero conforme el gobierno hostigaba y censuraba a estos grupos las peticiones se politizaron.

La represión de la que fueron objeto las asociaciones estudiantiles el 2 de octubre de 1968 y el 10 de junio de 1971 no sólo refleja la incapacidad de las autoridades para atender las demandas, sino que también llevó a los estudiantes a tomar una postura más combativa contra el gobierno e incluso más radical: la integración a grupos guerrilleros.

La inspiración de la juventud mexicana para plantear una revolución la encontraron en figuras como el comandante Fidel Castro o Ernesto Che Guevara, pero también en líderes sociales del país como Lucio Cabañas, Rubén Jaramillo o Genaro Vázquez, que llevaban años combatiendo al gobierno.

El texto escrito por el Che Guevara: Pasajes de la guerra revolucionaria y Guerra de guerrillas. Un método, donde establecía los principios esenciales para el triunfo de la revolución comunista en América Latina, atrajo a la juventud mexicana.

La Liga Comunista 23 de Septiembre no fue la primera ni la única agrupación de guerrilla urbana; de hecho, se nutrió de otras que la antecedieron, entre ellas:

  • Guajiros.
  • Coordinadora Clandestina de la Federación de Estudiantes Universitarios Sinaloenses, mejor conocida como Enfermos.
  • Movimiento Acción Revolucionaria (mar).
  • Lacandones.
  • Macías.
  • Procesos.
  • Frente Estudiantil Revolucionario (fer).

Desde el principio, las agrupaciones fueron vigiladas e infiltradas por los servicios de inteligencia gubernamentales. Conforme sus acciones provocaron problemas a las autoridades del Estado, la respuesta fue más virulenta.

En las aulas, los estudiantes universitarios y tecnológicos leyeron con ahínco e interés las propuestas de Karl Marx, Friedrich Engels y Lenin, entre otros. El marxismo estaba de moda y se convirtió en la doctrina ideológica dominante de los principales grupos radicalizados del país. A partir de la ideología comunista, los círculos estudiantiles plantearon la posibilidad de adoctrinar y crear conciencia de clase entre obreros y campesinos para emprender una verdadera revolución social en México.

Sin embargo, para conseguir sus objetivos debían: primero, acercarse a los grupos obreros del país, como lo hicieron en las ciudades industriales del norte; ganar adeptos entre la comunidad universitaria a nivel nacional; vincularse con guerrillas campesinas; adquirir recursos económicos para financiar la causa; y finalmente, unificar a los grupos rebeldes en un mando central y confederado.

El 15 de marzo de 1973, en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, se fundó la Liga Comunista 23 de Septiembre. La razón del nombre adoptado por la agrupación respondió a:

Liga: en honor a la Liga de los Justos del primer partido comunista establecido por Friedrich Engels y Karl Marx.
Comunista: por entender que la doctrina leninista-marxista unificó a sus integrantes.
23 de Septiembre: como homenaje a los insurgentes muertos durante el asalto del cuartel de Madera, Chihuahua (23 de septiembre de 1965).

Su propósito: erradicar al régimen burgués que los oprimía y establecer un gobierno comunista, más justo y equitativo para obreros y campesinos.

No todos los métodos implementados por la Liga Comunista 23 de Septiembre suponían el uso de la violencia. Si bien el gobierno, a través de la prensa, hacía énfasis en los secuestros, asaltos y robos con la intención de criminalizar a sus integrantes, la Liga realizó labor social en barrios marginados de las grandes urbes de México, como talleres de estudio donde se difundió la doctrina marxista, o distribuían su ideología por medio de su órgano informativo Madera, con el fin de mejorar las condiciones de vida de los sectores sociales menos favorecidos.

Madera, órgano de propaganda de la Liga, transmitía el ideario político-social. El nombre del periódico fue en recuerdo de los guerrilleros muertos durante el asalto al cuartel de esa comunidad serrana de Chihuahua. Se publicó de 1973 a 1980.

La Liga Comunista 23 de Septiembre tuvo mayor presencia en los estados industrializados del norte: Chihuahua, Coahuila, Durango, Nuevo León, Sonora y Sinaloa, debido a que las fábricas y maquiladoras asentadas ahí atrajeron a personas provenientes de todo el país y, sobre todo, porque representaban al sector obrero-industrial, donde la Liga tuvo mayor aceptación.

A pesar de su presencia norteña, la Liga también estableció vínculos con las guerrillas campesinas presentes en estados con un perfil más agrario, como Guerrero, Oaxaca y Michoacán. Si bien los campesinos no siempre recibieron a los revolucionarios por considerarlos ajenos a sus demandas y a la realidad del campo.

En sus siete años de existencia, la Liga experimentó distintos momentos: fundacional, rectificación o crisis, fragmentación y desaparición o exterminio.

Fundacional (1973-1974), periodo en el que estuvo bajo la dirección de Ignacio Arturo Salas Obregón, alias el Oseas o Ramón, quien fue autor de las Cuestiones fundamentales del movimiento revolucionario, que buscaba consolidar la estructura armada de la agrupación y definir una agenda político-social. Sin embargo, cuando éste fue capturado y desaparecido por elementos de la Dirección Federal de Seguridad (dfs) el 25 de abril de 1974, la Liga entró en un proceso de “rectificación”.

Durante los primeros meses de existencia de la Liga Comunista 23 de Septiembre se realizaron diversas “expropiaciones” o asaltos a bancos, comercios e industrias privadas y paraestatales en el país, muchos de éstos con trágicos resultados debido a la inexperiencia de sus integrantes en el uso de armas.

Asimismo, la Liga intentó varios secuestros con la intención de recaudar recursos económicos para su causa y poner en aprietos al gobierno mexicano. El más sonado fue el de Eugenio Garza Sada (17 de septiembre de 1973), que resultó en la muerte del empresario y filántropo de Monterrey. Fue hasta la primera década del siglo xxi cuando la responsabilidad estatal en aquel momento comenzó a salir a la luz.

En otras ocasiones, los comandos de la Liga actuaron con mayor cuidado, como en el secuestro del cónsul británico Anthony Duncan Williams y del empresario Fernando Aranguren Castiello (10 de octubre de 1973), aunque este último fue ejecutado y hasta la fecha se desconocen a los verdaderos responsables, en ese momento el gobierno señaló a la Liga.

Rectificación o crisis (1975-1976), se debió no sólo a la desaparición de Salas Obregón, sino también al hostigamiento y a las capturas que los agentes del gobierno realizaron entre 1974 y 1975. La ausencia de una dirección hizo posible que la organización comenzará a dispersarse y surgiera una disputa por su control entre los fundadores y los integrantes más jóvenes y de reciente incorporación.

Esta situación propició la fragmentación de la Liga —que en ese momento experimentaba un fuerte asedio por parte de los agentes del gobierno—, por lo que se dividió en tres corrientes:

a) Corriente revolucionaria.
b) Coordinación obrera.
c) Comité comunista estudiantil.

Cada uno con una agenda determinada, pero contrarias entre sí. La primera fue la más beligerante y estuvo encabezada por el brazo armado de la Liga: la Brigada Roja.

Es probable que errores de cálculo en el intento de secuestro de Margarita López Portillo, hermana del entonces presidente de la República, un 11 de agosto de 1976, en calles de la colonia Condesa de la Ciudad de México, supusieron la desaparición o exterminio de la agrupación, proceso que inició hacia 1978 y culminó dos años después con la desarticulación total de la Liga.

En los años de existencia de la Liga, el gobierno mexicano había infiltrado al movimiento casi desde un principio y en 1976 creó una fuerza contrainsurgente, que tenía como objetivo perseguir a sus integrantes, denominada Brigada Blanca o Brigada Especial.

La Brigada Especial estuvo coordinada por Miguel Nazar Haro y conformada por 240 elementos del Ejército Mexicano y agentes de la dfs, de la Procuraduría General de la República y de la Dirección General de Policía del Distrito Federal, dirigida por Francisco Quirós Hermosillo. El objetivo era aniquilar las guerrillas urbanas. Desde su establecimiento, buscaban “neutralizar a los guerrilleros”, que en realidad consistía en capturar, torturar, asesinar y hasta desaparecer a líderes, brigadistas y simpatizantes de la agrupación.

La infiltración a la Liga, la falta de cohesión entre sus integrantes, la dispersión de las agrupaciones, la captura, el encarcelamiento, el asesinato o la desaparición de sus líderes, militantes y brigadistas, provocaron que ésta experimentara una crisis interna que poco a poco logró desarticularla. A pesar del hostigamiento oficial, la dispersión y la represión la Liga continuó con sus actividades hasta 1980.

El control que ejercía el Estado en los medios de comunicación propició una campaña negativa contra la Liga Comunista 23 de Septiembre; esto hizo posible que por casi 50 años ésta fuera reducida a un grupo criminal y terrorista, donde los asesinatos y desapariciones forzadas de sus militantes quedaran impunes y resguardadas en páginas de expedientes judiciales y extrajudiciales por décadas. Es apenas, con la apertura de los archivos de la represión, cuando empiezan a salir a la luz nuevas pistas sobre las acciones de esta agrupación y aquellas que emprendió el gobierno en su contra, y cómo utilizó la existencia de la Liga en su beneficio.

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A la doctora Alicia de los Ríos Merino por su dedicada y atenta lectura. Sus valiosos comentarios, observaciones y precisiones sobre la Liga Comunista 23 de Septiembre hicieron posible brindar mayor claridad sobre esta agrupación.


Curaduría e investigación: Alejandro González

Cocuraduría: Carlos A. Molina e Iliana Ortega

Editora: Rebeca Flores

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